Hugo Delgado: Los redentores

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Venezuelan President Hugo Chavez (L) and Venezuelan Minister of Foreign Affairs Nicolas Maduro applaud during the ceremony in which Uruguayan writer Mario Benedetti (out of frame) was decorated for his professional carreer, 18 December 2007, at the University building in Montevideo. Chavez was in Uruguay for the XXXIV Mercosur Heads of State Summit, which took place earlier on Tuesday. AFP PHOTO/Miguel ROJO (Photo credit should read MIGUEL ROJO/AFP/Getty Images)

Un reportaje  publicado en febrero de 2024  por el ABC de España, refiere al realismo mágico que ocurre en Latinoamérica, relacionado con los gobernantes que llegan al poder, no en calidad de políticos honestos y administradores de los bienes públicos en beneficio de la sociedad, sino como redentores y salvadores del país.

Pero este fenómeno histórico no es un caso particular de Latinoamérica, ha sacudido en distintos momentos de la humanidad. La prueba mayor y mas cercana es la que pasó en la Alemania Nazi de Adolfo Hitler. Lógicamente a las potencias occidentales que resultaron vencedoras en la primer guerra ocurrida entre 1914 y 1918  se les olvidó que humillar al vencido es muy grave, y eso fue lo primero que hicieron. Vejaron a una sociedad como la alemana que históricamente es una potencia, provocando el surgimiento de una mente perversa, criminal y desquiciada que aglutinó a todas las esferas de la sociedad, hasta convertirla en la maquinaria de guerra que puso en vilo al mundo en la segunda guerra suscitada entre 1939 y 1945.

Herir el orgullo nacional alemán creó a Hitler y ya la humanidad conoce las consecuencias de ese grave error.  En pleno siglo XXI han surgido figuras políticas y militares  en varios puntos del orbe, con estilos y características distintas pero con objetivos comunes.  Son personajes, como escribió el autor  Carlos Granés,  de izquierda y de derecha, sumergidos en la creencia de ser ungidos por la divinidad que los lleva a convertirse en “desmedidos,  con almas de visionarias o redentoras”, más obsesionados con “salvar al país”  que en ejercer verdaderamente la función de estadista o gobernante.

Ocurrió en Venezuela con Hugo Chávez Frías y la historia se encargó de demostrar que ese talante de salvador la llevó a la peor crisis de su historia, porque -gracias al petróleo- se tapó su ineptitud y corrupción. Cuando el agua aclaró, el país se vio sumergido en un proceso degradante, que pulverizó las finanzas públicas, destruyó valores, instituciones y familias, y  -además- trató con discursos y visiones contradictorias de justificar la expansión de su ridícula “revolución socialista del siglo XXI”, una “quincalla intelectual” impregnada por ideales fracasados impulsados por el Foro de Sao Pablo y de sus gestores, el genocida Fidel Castro, y el corrupto, Ignacio Lula da Silva.

Evidencias existen, 24 años de experiencias fracasadas caracterizan las gestiones del teniente coronel, Hugo Chávez, y más  de su mediocre sucesor, el analfabeta, Nicolás Maduro. Venezuela se sumergió, gracias a la divina providencia petrolera,  en una obra magistral que solo existe en la mente de una nomenclatura criminal y corrupta, que no se detuvo en resolver los problemas de fondo de una nación desigual, empobrecida, improductiva  y corrupta, con hijos cómplices que aún en medio de la destrucción generalizada, admiran una supuesta obra que existe en ese “realismo mágico mental”, que en nada justifica el gasto mil millonario que se diluyó y terminó en las cuentas de su nomenclatura, politiqueros de oficio (chavistas, opositores, banqueros desalmados y empresarios).

La reciente encuesta presentada por la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) y Delphos destaca que el 30,6%  de los votantes venezolanos son chavistas. Sobre este indicador, dice el profesor de la Universidad del Zulia, Rafael Portillo Medina, se demuestra que la huella de la dependencia de la dádiva del gobierno hace efecto, al igual que la de la añorada imagen de Hugo Chávez,  el redentor de los pobres, no solo del país, sino del continente y la humanidad.

Es inaudito que en medio de la crisis humanitaria más brutal y despiadada experimentada en Venezuela  todavía exista casi 30% de votantes que “no saben por quién votar”.  Es decir que casi 60% anda en un limbo histórico que demuestra el grado de insensatez de la sociedad venezolana,  de complicidad ante la corrupción y  de los desmanes ocurridos en los 24 años.

La secuela de la cultura petrolera marcó para bien y para mal  la historia de Venezuela. Sirvió para crear obras de gran importancia para su desarrollo, pero también generó la desgracia actual. Chávez y su revolución salieron del seno del resentimiento, de las ideas discutidas e impulsadas en los centros de generación de conocimiento, como las universidades,  que la historia se había encargado de enterrarlas por inviables, pero que en este lado del mundo todavía insisten en imponerlas a sangre, fuego y pobreza, personajes nefastos y genocidas como   Fidel Castro, Gustavo Petro, Lula da Silva o Andrés López Obrador y las guerrillas activas y trasnochadas que impregnan de sangre y justifican sus ideales para ocultar sus verdaderos negocios a varios países.

Sí los venezolanos son responsables de su destino. Ningún extraterrestre trajo la desgracia al país, fue un ser engendrado en su interior, motivado por una serie de fenómenos que la cultura petrolera lanzó en un caldo de cultivo social  que dio sus frutos y ahora la sociedad recogió lo que cosechó.

Lamentable es que precisamente esa cultura petrolera que debe ser superada seguirá vigente. Las próximas elecciones podrán superar parte del problema, pero el sueño de quienes quieren sacar la mafia chavista, es volver a la Venezuela irresponsable, despilfarradora, la de la bonanza petrolera que volverá a adormecer sus problemas, sin recibir las respuestas acertadas.

El reto es ir más allá del chavismo que todavía se expresa en ese 30,6% que cree en el Estado dadivoso, inepto y corrupto y en el 29.5% que -irresponsablemente- todavía no sabe por quién votar, aunque todas las encuestas indican que el candidato de María Corina Machado será el triunfador.

La experiencia continental de “los salvadores” no es nada halagadora. Estos personajes,  el tiempo se encarga de desnudar  frecuentemente, porque en vez de administrar el bien público en beneficio de sus ciudadanos y del desarrollo físico del país, se convierten en “trágicos”, irresponsables y evasores de sus responsabilidades, porque cuando las cosas no se dan, los culpables son los neoliberales malos. Nunca asumen las consecuencias de sus actos.

El daño de Venezuela no es un asunto de si llegan o no los petrodólares, es espiritual, es del corazón de la nación y los cambios futuros van más allá de lo económico. El país está fracturado  y arruinado, reconstruirlo implica un doble trabajo: humano y físico; que va más allá de una simple estadística o una inversión ¿Tamaño compromiso lo podrán realizar muchos de los politiqueros que andan en las redes lavando su imagen, como si no fueran responsables de la desgracia nacional?

@hdelgado10