Hugo Delgado: El tren que ya pasó

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Cuando el tren pasa, es difícil que regrese con la misma carga. El refrán popular te lleva a reflexionar una y otra vez sobre lo sucedió, para entender que esos tiempos no volverán a ocurrir. Sin embargo, esa arrogante frase, popularizada en Venezuela del  “somos ricos y lo merecemos todo”,  retumba aún en la memoria de un país, que aún con su crisis, sueña con volver al pasado.

¿Que antecedió al período  que inició Hugo Chávez? La Venezuela del “ta barato, dame dos”, “la del somos ricos y merecemos todo, porque papá Estado me lo da”, la de la corrupción e impunidad,  la de la mejor constitución llena de derechos y pocos deberes, la que no percibía el volcán social que de manera subterránea arrastraba una lava de factores que explotaron con el discurso izquierdista  populista, anarquista,  cargado de resentimiento de Hugo Chávez.

Ahora cuando los venezolanos recorren con sus miserias las calles de las grandes ciudades de América y Europa -principalmente-, añoran ese período de realismo mágico No entienden que Hugo Chávez no llegó por casualidad, sino por la descomposición que ya arrastraba la sociedad y que en medio de la abundancia y la complicidad de una sociedad irresponsable, explotó para llevar al país a la peor catástrofe de su historia de finales del siglo XX y principios del XXI.

La catástrofe fue tal  que las consecuencias las pagó el continente, con los problemas migratorios  y los planes desestabilizadores  que generaron los petrodólares pagados por las transnacionales norteamericanas, y que a su manera usaron Hugo Chávez y su padre político Fidel Castro, junto a varios gobernantes izquierdistas, liderados por Ignacio Lula da Silva.

La ola migratoria que algunos ya ubican en 10.5  millones de habitantes es un problema para varios países en donde se han concentrado estos venezolano. La xenofobia se siente, el despreció por el gentilicio se respira, porque las varias oleadas que salieron entremezclaron el capital humano preparado y experimentado y los que se estaban  muriendo de hambre o comían en los basureros, o delinquían como forma de vida.

En esos sentimientos de xenofobia ya cayeron hasta los norteamericanos porque inexplicablemente le otorgan visa a corruptos y criminales chavistas, pero  como le ocurrió a una periodista opositora cuya familia ya es residente y, sin embargo,  le volvieron a negar, por segunda vez, su visa, por razones ridículamente expuestas por el funcionario de la embajada en Bogotá. Son las ironías de la vida, comentó su esposo que también es periodista, a los rojitos se las dan pero a quienes luchan contra ellos no.

De Venezuela están saliendo buenos  y malos, porque en 25 años se formaron grupos sociales con valores desvirtuados, así como profesionales  que ya sienten el peso de la descomposición y  el deterioro de la academia. Decir que en medio de la catástrofe, el sistema educativo, incluyendo   las universidades, no ha sufrido la embestidas de la ignorancia chavista, es querer  tapar el sol con un dedo.

El gran problema de Venezuela, decía recientemente el periodista zuliano y decano de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sharjah  de Emiratos Árabes Unidos, Jairo Lugo, es que el modelo que precisamente llevó al colapso al país, sigue y va a seguir vigente, porque nadie se atreve a pensar más allá. Agrava la situación que las propuestas siguen girando sobre el mismo eje del mal que parece se va mantener en el futuro.

No es solo resolviendo los temas político y económico, como se va a salir del pantano al que la misma sociedad llevó al país, cuando se lo entregó, con carta blanca, a Hugo Chávez. Intrépidamente, analistas, empresarios, políticos y gente común,  dicen que en menos de una año, Venezuela saldrá del atolladero en el que se encuentra, sin reflexionar en la dimensión del daño que lo causo.

Esa incapacidad de quienes tenían la responsabilidad de pensar al país no es de hoy, hace mucho tiempo esos centros llamados  hacerlo tampoco lo hicieron. Algunos intentos aislados y divorciados de quienes  tenían poder de decisión y de aplicación, fallaron, mientras que otros se dedicaron a vivir del “sueño democrático” y nunca hicieron un esfuerzo mayor. Un ejemplo de un proyecto que alcanzó a lanzar sus raíces fue la descentralización liderada por el expresidente, Ramón J. Velásquez,  que en los últimos 24 años aún sobrevive en algunos aspectos y en otros ha servido para crear  pequeños nichos de poder, que solo replican el modelo funcional de un país corrupto y autócrata.

Este mes, Venezuela enfrenta otro reto más. El 28 de julio de 2024,  la sociedad  vivirá entre el dilema de continuar con el modelo chavista o romper con él. No es fácil quebrar la resistencia de un régimen corrupto, dictatorial e inepto, que fue incapaz de construir una sociedad que rompiera con el alicaído modelo rentista petrolero y hacer otro país con unas bases diferentes más acordes con las tendencias de la humanidad y sin los vicios que históricamente arrastra.

@hdelgado10