Hoy es el día en que se llevarán a cabo las elecciones presidenciales en Venezuela y queda claro que viviremos un proceso difícil, complicado y enigmático en el que contrastan dos polos contundentes: Uno es el voto del ardiente deseo popular y el otro es el manejo abusivo e irrestricto del poder por parte de un autócrata que niega para el país otro camino que no sea su voluntad. Ambos polos tomarán el país desde temprano.
Fue una campaña bastante sui generis por parte del régimen, llena de impedimentos, cierre de comercios, persecuciones, amedrentamiento, desapariciones forzadas, criminalización de todo acto de apoyo a la opción democrática, manejo de aviones y recursos del Estado, privación de la libertad a ciudadanos que fueron expuestos al escarnio público por parte del Ministerio Público, siembra de pruebas falsas, amenazas de guerra, daños psicológicos y mucha violencia.
Las encuestas solo demostraron lo contraproducente que puede resultar una campaña desde el odio, el terror y el miedo para paralizar a los votantes y sostenerse en el poder.
La brecha de Edmundo González Urrutia sobre Nicolás Maduro es superior a 27 puntos porcentuales. La lectura es un reflejo de un deslave del voto duro del chavismo hacia la opción del cambio, dejando al descubierto un intenso conflicto interno dentro del chavismo, la carencia de estrategia para recuperar su electorado y revertir el resultado, y el rechazo a un mero dictador, no solo de parte de los sectores que lo adversan, sino también dentro de su estructura, de parte de una dirigencia chavista que aspira en silencio su derrota para convertirse en opciones políticas a futuro.
Aun cuando las encuestadoras llamadas oficialistas lideradas por Hinterlaces dieron 15 puntos por arriba a Maduro, el resto lideradas por Meganálisis, Delphos, Hercón, incluso Datanálisis, auguraron una “tendencia irreversible” a favor de la dupla Edmundo González/ María Corina para este 28 de julio, con un nivel de participación entre 65% y 75%, y una abstención de 20 puntos; sin contar a los 4 millones de venezolanos registrados -de los 8 millones de ciudadanos que migraron del país-, que no se les permitió ejercer su derecho.
Si bien es cierto que las cifras proyectadas indican que se espera una alta participación para este domingo, la mayor incertidumbre sigue siendo la creencia de que Maduro no aceptará una derrota y buscará huir hacia adelante con unos resultados maquillados que le permitan renegociar, ganar tiempo y sumir al país en la desilusión, la desesperanza y el caos que alimenta su poder.
Por ahora la opción de anular la tarjeta de la MUD o aplazar a última hora las elecciones, como muchos profetas del desastre anunciaron, quedó completamente fuera de lugar, y a pesar que no hay reglas del juego del todo claras, de no haber permitido a observadores y a periodistas internacionales ingresar al país y cubrir las incidencias desde los centros de votación, de que tanto el CNE como el TSJ, la AN, el MP, no moverán un párpado sin las órdenes del dictador, el mundo libre y hasta antiguos aliados como Lula y Petro, estarán pendiente de los acontecimientos y de la posible manipulación anunciada de los resultados.
Pero Maduro no es un Dios, tiene dudas como cualquier humano, su poder no es infinito y se le hace de noche.
Depende de lealtades compradas que penden de un hilo, la traición puertas adentro le respira en la nuca, teme que la gente salga a la calle a defender su voto, muchos de los hombres en armas comprados por Maduro para castigar a la población con “un baño de sangre” tendrán familiares y dolientes allí afuera defendiendo su espacio en la historia, fuera de la repulsión que genera su abierta estrategia de control social a través del miedo y el castigo que pretende imponer e intensificar en los próximos 6 años, en el supuesto negado que el mundo baje la cabeza ante la próxima estafa.
Maduro es un dictador corrupto, un narcisista despiadado que se fantasea convertido en un fuerte estratega mundial a la vez que oculta sus perversos gustos por la muerte y la tortura, ha sido capaz de tragarse a sus propios aliados. Es un Nerón moderno con más enemigos dentro de su entorno de poder que en las filas de los políticos opositores, muchos de los cuales han terminado convertidos en sus caros aliados bajo la figura de “alacranes”.
Ha manipulado elecciones, encarcelado inocentes si prueba alguna, destruido la economía más prometedora de América Latina, separado familias enteras a través de la migración más insólita de los tiempos modernos, es investigado por la Corte Penal Internacional por crímenes de lesa humanidad por las protestas y muertes del 2017 y pende sobre su cabeza una recompensa de 15 millones de dólares desde el 2020 por “narcoterrorismo”, y quiere ver borrado de un tirón todo este nefasto currículum, además de sus cuentas libres en el exterior, como condición para liberar a un país secuestrado, pero no le crean tan rápido, el dictador no tiene palabra.
Por qué Maduro es considerado un dictador en Venezuela:
Control sobre Instituciones: Maduro ejerce un control absoluto sobre las instituciones clave del país, incluyendo el Tribunal Supremo de Justicia, el Consejo Nacional Electoral y la Asamblea Nacional, las cuales son utilizadas para consolidar su poder y reprimir a la oposición.
Represión Política: Ha llevado a cabo una sistemática represión política contra opositores, activistas y medios de comunicación críticos, utilizando métodos como la detención arbitraria, la tortura y el uso excesivo de la fuerza contra manifestantes.
Manipulación Electoral: Ha manipulado procesos electorales para asegurar resultados favorables a su partido, utilizando prácticas como el rechazo de candidatos opositores, el cambio de reglas electorales y la falta de transparencia en el conteo de votos.
Censura y cierre de Medios: Ejerce un estricto control sobre los medios de comunicación, utilizando leyes y regulaciones para limitar la libertad de expresión y la circulación de información crítica al gobierno. Según la Ong Espacio Público unos 408 medios de comunicación han cerrado en Venezuela en los últimos 20 años.
Corrupción: Ha promovido un sistema de corrupción y clientelismo que beneficia a sus seguidores cercanos y perpetúa el control del gobierno sobre recursos públicos y programas sociales desde las cajas Clap, viviendas, hasta ayudas sociales, mientras aún no han dado respuestas por los 21 mil millones del desfalco de Pdvsa por parte del ex ministro y mano derecha de Maduro, Tareck El Aissami
Desmantelamiento de la Democracia: Ha desmantelado progresivamente las instituciones democráticas, debilitando la separación de poderes y socavando el estado de derecho, consolidando así un gobierno autoritario.
Uso de la Fuerza Militar: Ha recurrido al uso de fuerzas militares y paramilitares para mantener el orden interno y reprimir protestas, lo cual refuerza su posición de poder mediante la coerción y la intimidación.
@damasojimenez