Antonio de la Cruz: Mano, tengo fe

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En la Venezuela de hoy, marcada por desafíos incesantes y esperanzas renacientes, surge la figura de María Corina, una líder cuya fe inquebrantable ha encendido la llama de la esperanza en el corazón de la nación. En el fragor de una lucha que trasciende el ámbito político, su figura se ha convertido en un faro de luz que guía a su pueblo a través de las sombras de la adversidad.

Es una tarde cálida en Caracas cuando María Corina, la indomable líder de Vente Venezuela, se dirige a una multitud en la plaza Bolívar.

Entre los vítores y aplausos, su voz resuena clara y firme, con una confianza que trasciende lo meramente humano. «Mano, tengo fe», dice y la reacción no se hace esperar, la misma que han causado esas tres palabras a lo largo y ancho del país: un estallido de emoción, valor y determinación.

La frase, nacida como un simple meme en 2020, ha evolucionado hasta convertirse en un símbolo de unidad y resiliencia, un estandarte que ondea con orgullo entre los seguidores de la Vinotinto y más allá, hasta tocar el ámbito político.

María Corina ha adoptado esta consigna como un lema personal, un recordatorio constante de que la fe y la esperanza son las armas más poderosas en la lucha por la libertad. La historia de Jesús, relatada en los evangelios, le sirve de inspiración.

Recuerda cómo, incluso en su propia tierra, el Hijo de Dios había encontrado obstáculos debido a la falta de fe de su gente. Sin embargo, este relato no es uno de derrota, sino de enseñanza. María Corina ve en esta historia una lección sobre la importancia de la fe colectiva para lograr milagros y transformaciones profundas.

En Venezuela, un país en una encrucijada histórica, esta lección resuena con fuerza. María Corina se ve a sí misma no como una salvadora, sino como una guía, una pastora de un rebaño ansioso por un cambio real y duradero.

Su lucha no ha sido solo contra una tiranía política, sino contra el desánimo y la desesperanza. En su recorrido por pueblos y ciudades son muchos los rostros que ha visto marcados por la adversidad, pero también con una chispa de esperanza.

Con humildad, reconoce las debilidades y desafíos que enfrenta, no como signos de fracaso, sino como oportunidades para fortalecer su fe y su determinación. «Vamos a ganar», repite una y otra vez, y sus palabras son recibidas con fervor y convicción.

María Corina sabe que su papel en esta lucha es significativo, pero también entiende que no está sola. La fuerza de la unidad, del clamor de un pueblo por justicia y libertad, es lo que realmente mueve montañas.

En sus discursos, siempre recuerda el sacrificio de Jesús, un acto de redención que simbolizaba el poder del sacrificio por el bien común. Su liderazgo, aunque subestimado por algunos, representa en estos momentos cruciales una fuerza poderosa.

Las imágenes hablan por sí solas. En cada carretera, en cada pueblo, en cada concentración, la gente se emociona, quieren acompañarla, tocarla, contarle sus penas, ayudarla como sea a llegar a su destino.

En la historia política de Venezuela es algo inédito. «Mano, tengo fe» se ha convertido en algo más que una simple consigna; es un grito de lucha, un recordatorio de que, juntos, los venezolanos pueden enfrentar cualquier desafío.

A medida que se acerca el día de la elección presidencial, la confianza en María Corina marca la diferencia entre la desesperanza y la resiliencia. «Mano, tengo fe» no es solo una frase; es el reflejo de la tenacidad del pueblo venezolano, una manifestación de que esta vez se acabó el miedo y la unidad no tiene otra salida que la victoria.

Al final del día, cuando el sol se pone en el horizonte venezolano, la frase «Mano, tengo fe» resuena en cada rincón del país, fortaleciendo el tejido social y cultural de una nación que, a pesar de las adversidades, sigue creyendo en un futuro mejor.

María Corina, con su fe inquebrantable y su liderazgo humilde, guía a su pueblo hacia ese renacimiento tan ansiado. Y así, en cada corazón venezolano, por primera vez en muchos años, late la esperanza de un futuro brillante.

«Mano, tengo fe», dicen todos al unísono desde donde quiera que se encuentren, convencidos de que pronto verán el renacer de esa patria bonita donde todos tienen cabida.

@antdelacruz_