En el corazón de Caracas, donde las sombras de la represión intentan sofocar la luz del cambio, una ola de esperanza inunda el país. Los venezolanos, cansados de la tiranía de Maduro, sienten que el momento de la libertad ha llegado.
Entre ellos, está Sofía, una joven maestra que ha visto a sus estudiantes crecer bajo la sombra del miedo. Ella sabe que algo grande está a punto de suceder este 28 de julio. Su abuela, Doña Isabel, siempre dice: «Cuando el pueblo se une, ni la más férrea dictadura puede resistir».
Es la víspera de las elecciones. Sofía y su amigo Carlos se dirigen al punto de encuentro afinar los últimos detalles de los testigos y miembros de mesa que vigilarán las urnas al día siguiente. Hay una atmósfera electrizante en el aire, una mezcla de nerviosismo y esperanza. La gente habla en susurros sobre el cambio que sienten venir, aunque el miedo a la represión de Maduro sigue presente.
Maduro, en Miraflores, está inquieto. A pesar de su fachada de poder, sabe que el tiempo de su régimen se agota. Ha visto las encuestas, los mítines, escuchado los rumores de las concentraciones de María Corina Machado y Edmundo González y observado la creciente movilización del pueblo a pesar de los obstáculos y adversidades impuestas. El miedo se apodera de él. Decide intensificar la represión, ordenando detenciones arbitrarias de dirigentes opositores.
Sofía y Carlos, conscientes del peligro, no se dejan intimidar. «La represión es la señal de que tienen miedo», dice Carlos con determinación. «Maduro sabe que su tiempo se acaba».
Esa noche, una voz resuena en los corazones de los venezolanos. Es el mensaje del exilio, lleno de fuerza y esperanza: «No tengan miedo, salgan a votar. Venezuela puede volver a ser una gran nación, libre y democrática. La democracia y la libertad triunfarán».
El día de las elecciones, el sol se levanta sobre una Caracas vibrante de energía. Las calles se llenan de personas dispuestas a ejercer su derecho al voto. Sofía, con una camisa blanca que simboliza la paz, se une a la multitud. Los rumores de fraude son fuertes, pero la determinación del pueblo es aún más poderosa.
En los centros de votación, los miembros de la mesa y los testigos trabajan sin descanso, verificando el proceso, asegurándose de que cada voto sea contado. La represión intenta amedrentar, pero cada acto de violencia solo fortalece la resolución de los votantes. Hay un sentimiento de unidad, una certeza de que están haciendo historia.
Cuando la noche cae, los resultados comienzan a llegar. La marea de votos a favor de la democracia es abrumadora. Los intentos de fraude quedan expuestos y la voz del pueblo resuena con claridad.
Maduro, derrotado, se encuentra solo con la primera combatiente en Miraflores, rodeado de la desesperación que él mismo ha sembrado. Su miedo, visible en cada gesto, contrasta con la alegría que estalla en las calles. La democracia ha triunfado.
Sofía, con lágrimas de alegría, mira a su alrededor. «Lo logramos», susurra. «Venezuela es libre». El pueblo ha hablado, y su voz, poderosa y unida, ha roto las cadenas de la opresión.
La noticia de la victoria se extiende rápidamente. Desde todo el mundo, el exilio celebra junto con los que están en Venezuela. «La lucha por la libertad en Venezuela ha sido una gesta histórica», dice. «Es hora de que los distintos gobiernos reconozcan y apoyen este triunfo. Venezuela renacerá como una nación libre y próspera».
En ese momento, Sofía entiende que su país ha cambiado para siempre. La ola de esperanza ha barrido con la tiranía, y un nuevo amanecer se asoma en el horizonte. Con el corazón lleno de orgullo y gratitud, sabe que el futuro de Venezuela está en manos de su gente, valiente y decidida a construir una democracia vibrante y justa.
@antdelacruz_