Ramón Cardozo Álvarez: El círculo vicioso del hambre y la migración en Venezuela

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La Plataforma de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes de Venezuela (R4V) ha actualizado sus datos, revelando que el éxodo de venezolanos se mantiene. Entre diciembre de 2023 y mayo de 2024, más de 55.000 se sumaron a la diáspora venezolana, la cual alcanza la enorme cifra de más de 7.774.494 venezolanos que se encuentran en el mundo en condición de refugiados, migrantes y solicitantes de asilo, según los datos recopilados por R4V.

A pesar de la campaña de información sobre los grandes riesgos que supone para la seguridad y vida de las personas atravesar la selva del Darién, un número significativo de migrantes venezolanos ha continuado optando por esta peligrosa vía como ruta de tránsito hacia sus futuros destinos. De acuerdo con el último reporte del Servicio Nacional de Migración de Panamá, 113.244 venezolanos cruzaron el Darién desde Colombia entre enero y mayo de este año 2024.

La sangría de recursos humanos y financieros como efectos del éxodo masivo de venezolanos desde 1999 ha reducido de forma dramática el potencial productivo del país. Esta tragedia amenaza con intensificarse si Nicolás Maduro se mantiene en el poder. Según sondeos nacionales de Delphos, más del 20 por ciento de la población venezolana tiene previsto emigrar si no hay un cambio de gobierno en las próximas elecciones presidenciales de julio.

La inseguridad alimentaria impulsa la migración internacional
Si bien la migración es un fenómeno complejo, con múltiples causas interrelacionadas, recientes estudios han enfatizado la estrecha relación que existe entre la inseguridad alimentaria y la migración internacional. Organizaciones internacionales, como el Programa Mundial de Alimentos (PMA), han realizado investigaciones que evidencian cómo la inseguridad alimentaria actúa como un poderoso factor de «empuje» que impulsa el éxodo de personas hacia otros países.

El informe «Los orígenes del éxodo: inseguridad alimentaria, conflictos y migración internacional», publicado por PMA en 2017, es un claro ejemplo de ello. Este estudio destaca que los habitantes de países con altos niveles de subalimentación tienen una mayor probabilidad de convertirse en refugiados. De acuerdo con esta investigación, las salidas de refugiados por cada 1.000 habitantes de un país aumentan un 1,9 por ciento por cada aumento porcentual de la inseguridad alimentaria.

En el caso venezolano, las conclusiones de este informe ayudan a explicar una parte sustancial del masivo éxodo en el país, particularmente la relacionada con la tercera ola migratoria que se inició en 2015 y ha sido la más grande y prolongada.

Según los datos de la FAO y el PMA sobre la inseguridad alimentaria en Venezuela, y los informes de la OIM sobre la migración internacional venezolana, se produjo en el país un aumento de 14.2 puntos porcentuales en la prevalencia de la subalimentación (porcentaje de la población que se enfrenta a una grave privación de alimentos) entre los años 2015 y 2022. Este pronunciado incremento del hambre coincidió con la salida del país de más de cinco millones y medio de personas.

Aunque la descomunal cifra de migrantes indica que otros factores (persecución política, falta de empleo, inseguridad ciudadana, reunificación familiar, etc.) también influyeron en este masivo éxodo, el análisis de los datos revela una alta correlación positiva entre la inseguridad alimentaria y la migración venezolana. Es decir que, en línea con las conclusiones del referido informe del PMA, el desmesurado crecimiento de la prevalencia del hambre destaca como uno de los factores determinantes en la decisión de millones de venezolanos a abandonar el país.

El hambre continúa empujando a los venezolanos a salir del país
La profunda crisis humanitaria compleja que aqueja a Venezuela desde hace casi una década sigue lejos de superarse. Los datos y proyecciones de las agencias internacionales muestran que tanto el fenómeno de la migración como el de la inseguridad alimentaria continúan afectando a Venezuela.

Las Encuestas de Monitoreo de Flujos de la OIM realizadas en Panamá durante los primeros cinco meses de 2024, permiten estimar que más de la mitad de los 113.244 venezolanos que cruzaron el Darién en ese período eran nuevos migrantes que habían salido directamente desde Venezuela. Los datos revelan además que el factor económico fue un elemento determinante que los empujó a huir de su país y emprender esa peligrosa e incierta travesía.

Los datos de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas (OCHA) señalan que 7,6 millones de personas en Venezuela se encuentran en situación de vulnerabilidad y requieren asistencia humanitaria para cubrir sus necesidades básicas. Por su parte, Susana Raffalli, especialista internacional en asistencia humanitaria, estimó que entre 5 y 6 millones de venezolanos viven en situación de inseguridad alimentaria, según lo señaló con base en datos del clúster de seguridad alimentaria de la ONU en una entrevista concedida al medio «El Pitazo» el pasado 2 de junio.

El pasado mes de mayo, la Red de Sistemas de Alerta Temprana contra la Hambruna (FEWS NET) indicó que en Venezuela «se espera que los niveles actuales de inseguridad alimentaria persistan en su mayoría en medio de la incertidumbre política y económica”.

Avances insuficientes
A pesar de que Venezuela salió de la hiperinflación y se ha experimentado una cierta mejora en el abastecimiento de bienes, estos avances no han sido suficientes para compensar el bajísimo poder adquisitivo, las bajas remuneraciones y la persistente inflación alimentaria que aún restringen severamente el acceso a los alimentos, especialmente para la gran mayoría de la población vulnerable del país.

Según el Banco Mundial, Venezuela se ubicó en mayo de este año como el quinto país del mundo con la mayor tasa de inflación nominal alimentaria, con un índice de 58 por ciento. En abril de 2024, el costo de la canasta alimentaria familiar alcanzó los 552,29 dólares, según datos del Cendas-FVM. Este monto equivale a 166,15 salarios mínimos mensuales. El salario mínimo mensual se ha mantenido congelado en 3,5 dólares desde 2022.

El régimen de Maduro ha intentado acallar las innumerables protestas y reclamos de los trabajadores mediante una política de bonificaciones que no forman parte del salario. Sin embargo, la realidad es que estos bonos, entregados de forma discrecional por el Ejecutivo, ni siquiera cubren el costo total de la canasta alimentaria básica para la gran mayoría de las familias de escasos recursos.

A estas difíciles condiciones se suma el estrepitoso fracaso del programa gubernamental de distribución de alimentos CLAP, del cual dependen numerosas familias vulnerables en Venezuela. Destacados expertos han calificado este programa como altamente deficiente y contraproducente, señalando que, además de su escaso o nulo valor nutricional y su muy limitado impacto en el presupuesto familiar ($3), presenta un sistema de asignación débil, arbitrario y extremadamente irregular.

Estrategias de supervivencia cada vez más drásticas
En comparación con el año pasado, Raffalli observa un evidente deterioro en la capacidad de las familias para alimentarse. Este fenómeno impacta con mayor fuerza en los sectores más vulnerables del país, los cuales se han visto obligados a recurrir a «estrategias de supervivencia» cada vez más drásticas.

De acuerdo con los resultados de 6.214 entrevistas a familias en situación de alta vulnerabilidad que son atendidas por organizaciones humanitarias como Cáritas, la experta nutricionista resalta que el 85 por ciento de las familias encuestadas manifiestan que gastan sus ahorros para poder comer; el 38 por ciento asisten a programas de donación de comida (11 por ciento más que en 2023); el 46 por ciento ingiere alimentos que preferirían no haber comido jamás (12 por ciento más que en 2023); el 67 por ciento recurre a la mendicidad y a pedir en las calles (11 por ciento más que en 2023).

Cuando estas estrategias no son suficientes para enfrentar el hambre, es posible que se recurra a actividades más riesgosas como el trabajo infantil y la prostitución. Emigrar, concluye Rafalli, es lo que sigue cuando se agotan las alternativas: «la migración es el último indicador del espectro de las estrategias de sobrevivencia ante la inseguridad alimentaria”.

DW