Para muchos es incomprensible lo que en Venezuela está ocurriendo con la ruta electoral como salida de la crisis venezolana. El camino de elecciones libres hoy está bloqueado por la dictadura. Primero, inhabilitan arbitrariamente a María Corina Machado escogida para liderar la oposición, por una amplísima mayoría expresada en elecciones primarias. Más tarde, sin razón alguna, niegan la inscripción de la candidatura de Corina Yoris que con el respaldo unánime de la Plataforma Unitaria que había sido propuesta María Corina Machado. Finalmente, en una decisión personal, supuestamente unilateral, permiten a Manuel Rosales inscribir su candidatura presidencial con la anuencia del dictador Maduro.
Rosales, ahora candidato, ignora el Acuerdo de Barbados que tanto alabó, la elección primaria que promovió y en las cuales, participó apoyando a Capriles R. Olvida su declarado respaldo a la candidata vencedora María Corina Machado y luego, a Corina Yoris. Lamentablemente, las razones que Rosales da, lejos de aclarar el panorama, lo obscurecen.
Una explicación de lo acontecido en Venezuela pudiera ser la existencia de pactos secretos con el régimen. Ante la aparentemente inexplicable conducta de Rosales, nos preguntamos, si existe un pacto entre éste y Maduro. No podemos asegurarlo, pero los hechos del pasado como los de hoy apuntan hacia esa posibilidad. Como se sabe, los acuerdos secretos los vamos descubriendo, en la medida que se van ejecutando, es decir, son los hechos posteriores los que van demostrando su existencia.
Recordamos el pacto Ortega-Alemán de 1998 entre el entonces presidente de Nicaragua Arnoldo Alemán y Daniel Ortega, en un momento de gran debilidad de los sandinista del FSLN que no obstante, desarrollaba una política de desestabilización frente al gobierno Alemán.
El pacto Ortega – Alemán que fuimos conociendo poco a poco, redujo el porcentaje mínimo para ser electo presidente de Nicaragua, del 45 al 35% permitiendo así que Daniel Ortega volviera al poder con el 38% de los votos. Para la mayoría de los analistas, antes de la reforma del sistema electoral, era muy difícil el regreso de los sandinistas, habida cuenta de que su techo electoral era inferior al porcentaje mínimo exigido.
También se acordó que los ex presidentes se convirtieran automáticamente en diputados, dotando a Alemán de privilegios parlamentarios que lo dotarían de inmunidad ante las acusaciones de corrupción y blanqueo de capitales. Alemán si bien, sería condenado a 20 años de cárcel resultaría absuelto más adelante. Posteriormente, sería incluido por la administración Trump en una lista de funcionarios extranjeros corruptos. Igualmente, se realizaron reformas para controlar, tanto la recién creada Controlaría General de la República, como la Corte Suprema de Justicia.
Ortega asumiría de nuevo la presidencia en 2007 para ir instalando desde entonces hasta nuestros días, una dictadura con características, cada vez más diferentes a las imperantes en los ya lejanos días de la revolución sandinista de 1979. Ahora, Ortega puede ser reelecto indefinidamente y su esposa es la vicepresidente del país.
Alemán, si bien no está en la cárcel, su influencia se ha reducido al mínimo y su organización política, colaboracionista del régimen, es un partido zancudo, es decir, alacrán o enchufado, dirían en Venezuela. De tal manera, que en la Nicaragua de hoy hay que distinguir entre una oposición oficial que favorece el régimen y una oposición que verdaderamente lo adversa.
A nuestro juicio, es necesario rechazar los pactos de esta naturaleza no solo por razones éticas, sino también porque no contribuyen a derrotar al dictador. Para salir de Maduro es necesario alcanzar, por lo menos, la unidad mínima de sus opositores. Unidad mínima que exige afirmar el carácter dictatorial del régimen y deslindarse claramente de él.
Por otra parte, estamos obligados a rechazar todo ejercicio indigno de la política. No debemos olvidar que la política, como toda actividad humana debe estar subordinada a la ética. Las formas inmorales y corruptas de hacer política lo único que logran es convertir los espacios públicos en tierra abonada para el cultivo de la anti política con sus nefastas consecuencias. Valencia, abril de 2024.
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