En Venezuela el control político fue más sencillo, los gobiernos de Acción Democrática y Copei facilitaron el trabajo de Hugo Chávez de manipular al país porque la burocracia era muy grande, la gente -en su mayoría- dependía de la administración central y del ingreso petrolero, al igual, los empresarios respondían a los designo del Estado y los pocos capitales privados existentes se fugaron ante el inminente riesgo que se aproximaba en 1999.
En Argentina el peronismo, que prevalece en sus distintas facetas, hace varias décadas creó una red burocrática que ha garantizado su dominio en la política nacional, porque gran parte de la población depende de un gasto público que supera los ingresos, realidad evidenciada por la actual gestión de Javier Milei, que ha logrado controlar la inflación y el gasto eliminando varios entes creados en los últimos años de gobierno kirchnerista y beneficios improductivos que inflaron el gasto sin recursos para cubrirlos.
Colombia es el ejemplo más evidente de lo que hace un gobierno izquierdista para perpetuarse en el poder. En la tradición de estos mandatarios se les incrusta el chip que sus ideas y sus planes no aceptan discusión y son los mejores para la sociedad, ocultando sus verdaderas intenciones burocratizantes y de acaparar recursos generados por los impuestos de todos los colombianos que les servirán para financiar la red clientelar de cara a las futuras campañas. Lógicamente, en un par de años -por ejemplo- el sistema de salud y de pensiones colapsara por la mala administración, pero eso no importa.
La burocracia se ha convertido en el mejor aliado de la izquierda en Latinoamérica porque es fuente de corrupción, clientelar y de apoyo electoral para quienes pretenden perpetuarse en el poder, desviando totalmente la esencia de la gestión pública de ser promotora del desarrollo y garante de la aplicación de la justicia. Pretender el uso del Estado como fuente de garantía para ganar elecciones es un error que trae consecuencias futuras en materia de corrupción, gestión ineficiente y endeudamiento público.
Durante años, los gobiernos populistas argentinos alimentaron la corrupción, la ineficiencia y el clientelismo, creando una cómplice estructura social, política y empresarial, que generó un gasto y una deuda pública alta, improductiva e inflacionaria, que provocó el colapso del país, ya que en época de vacas flacas obligaba a buscar fuentes de financiamiento externas, que con el tiempo se fueron cerrando debido a la desconfianza que se provocó y le cerraba cada vez más las posibilidades de encontrarlas. Eso fue lo que sucedió al final del período del kirchnerista, Alberto Fernández, lo que le abrió las posibilidades a Javier Milei de llegar a la presidencia.
Venezuela contó con todos los factores para facilitar el control del chavismo desde sus inicios. El deterioro de las gestiones de Acción Democrática y Copei, y del modelo petrolero vigente, fueron los alicientes para que el plan se consumara. La sociedad cómplice con todos sus factores institucionales y de poder, cumplieron la misión de entregarle en bandeja de plata al país, a un personaje totalmente envilecido por un modelo cubano desprestigiado, empobrecedor y genocida.
Influenciada por el ingreso petrolero, la sociedad venezolana entregó sus armas al chavismo para que con ellas la fusilaran. Todos los sectores empobrecidos esperan con ansias las migajas de los recursos públicos para que les paguen un sueldo, una pensión o le den una bolsa de comida, que en nada mitigan su crítica situación. En las redes sociales expresan su miseria humana, esperando que “el amo corrupto” le de su pedazo de torta, y así periódicamente abre su boca o su mano para recibir su miserable recompensa.
En Colombia Petro, que siempre ha vivido de la política, juega con las mismas cartas de los grupos tradicionales que han controlado el poder. Él no es la excepción, pues forma parte del sistema corrompido que domina la política colombiana. Todos los días los escándalos de sus acólitos sacuden los titulares de los medios de comunicación, mientras sus destempladas declaraciones ayudan a inundar de propuestas estériles los asuntos que necesitan soluciones, y que sólo generan una preocupante desinversión, y la caída del empleo y del consumo, mientras muestra un Estado empeñado en aumentar el gasto público y su burocracia estéril que repunta algunos puntos, para facilitar un discurso presidencial empeñado en venderlos como un acierto.
Es la trampa de creer que el Estado omnipotente, burocratizado, con tentáculos presentes en todos los espacios de la vida pública es el modelo a seguir. La experiencia Latinoamericana está demostrando que esa propuesta, con el tiempo, genera deuda, ineficiencia, una sociedad dependiente, cómplice, adormecida, y corrupta.
@hdelgado10