Hugo Delgado: El mito venezolano

201

Toda sociedad crea sus mitos para justificar ciertos comportamientos y creencias. El más destacado del período petrolero es la creencia del “somos ricos”. Sobre este aspecto, enfatizaba hace varios años, el JS Mikel de Viana. Su formación teológica, histórica, como investigador y docente, lo llevó a ser un gran crítico del régimen chavista, porque visualizó que el país había tomado el camino del afianzamiento de los males que había que contrarrestar. Por esa razón calificó “a la mejor constitución del mundo”, como irresponsable, ya que la mayor parte de sus articulados otorgaban derechos y pocos deberes, falla que -decía- impedía la conformación de un verdadero ciudadano responsable y comprometido con Venezuela.

Por presiones del régimen de Hugo Chávez tuvo que salir de Venezuela en 2006, obedeció el mandato de su orden y se marcho. Nunca más volvió a Venezuela. Criticó el mito de “somos ricos”, porque la realidad lo evidenciaba. Si eso fuera cierto, no habrían cinturones de miseria en las grandes ciudades, mucho menos millones de inmigrantes dispersos por el mundo y tampoco existiría los índices de pobreza de hoy.

Una situación que parece no importar al chavismo gobernante inepto y corrupto, que tomó el poder hace 25 años, gracias a la anuencia de una sociedad cómplice e irresponsable que le entregó un cheque en blanco a Hugo Chávez, para que hiciera lo que quisiera. Y a una dirigencia “opositora” endeble, mezquina y sin capacidad de construir una propuesta que rompiera con los vicios de la cultura petrolera. De la bonanza petrolera vivieron todos los sectores del país, por eso su silencio lapidario le permitió al autócrata construir su mundo.

Ese mito de la “Venezuela rica” hace estragos en una sociedad que todavía añora el país despilfarrador, corrupto e irresponsable. Los males que potenció Chávez fueron el cáncer que se gestó en el interior de una nación, que ahora vive las secuelas de su metástasis. Destruida la academia y la crítica construir ese cuerpo de ideas del modelo pos petrolero difícilmente se materializará. Están equivocados quienes siembran esperanzas en medidas de mediano plazo o toques mágicos generados por la errónea concepción “si llegan nuevamente las petroleras, los dólares correrán por las calles”, o Maracaibo tendrá calles con morrocotas. Esta reflexión también la hizo el padre de Viana.

Los problemas de la sociedad no se resolverán solo porque las corporaciones petroleras inviertan en el sector hidrocarburos, habrá mejoramientos en ciertas áreas y profundizará la corrupción, pero los desajustes estructurales de Venezuela seguirán. Ese era el profundo mensaje de Mikel de Viana. El chavismo no surgió de la nada, fue consecuencia de la descomposición institucional y de la pérdida de los principios y valores de una sociedad fundamentada en la falsa riqueza.

Hoy cuando la feligresía cristiana celebra el “Domingo de Ramos”, las enseñanzas son eternas. A Jesús, la encarnación del bien, lo condenó el pueblo que lo escupió y golpeó, que prefirió al bandido Barrabas. Fue víctima de los grupos de poder (los sumos sacerdotes) que vieron vulnerados sus privilegios y sus concepciones religiosas, y al no poder condenarlo, porque la verdadera autoridad la ejercía el imperio romano a través de Poncio Pilatos, lo entregaron. Pero ocurre algo, Pilatos se lava las manos y entrega al injusto prisionero para que sea la multitud la que lo condene a muerte.

De este análisis se desprenden varias lecciones que deben llamar a la reflexión. Los venezolanos irresponsables que eligieron a Chávez y a Nicolás Maduro (escogieron al bandido), sin medir consecuencias ahora se marcharon a Estados Unidos, Europa y otros países de Latinoamérica. Dejaron atrás el desastre, se fueron para garantizar el futuro de sus hijos porque ya el país no era confiable (me arrepiento y me lavo las manos). Incluso, con cinismo e inmoralidad, en las redes sociales y los medios de comunicación hacen críticas contra lo que antes apoyaron.

Unos dicen que se arrepienten, pero las muertes, las torturas, la ruina social, la destrucción de las instituciones, no pueden remediarse, el daño está hecho. Otros disfrutan sus inmensas fortunas en España, Estados Unidos de América (EUA), Panamá, Francia, etc, sin que tengan “un ápice de remordimiento de conciencia”, incluso hay personas admiradas porque “fueron vivos”. Otros exoneran a Chávez de toda culpa.

Así como en el momento de la captura de Jesús, las élites poderosas cuidan la estructura formal (ilegítima) del régimen de Nicolás Maduro, la que condena, justifica actos (represión, genocidios y robos), aprueba leyes, condenan, etc. La oposición organizada en el Grupo de los 3 también -tácitamente- hace lo suyo, porque muchos de sus dirigentes viven de la crisis. Es la complicidad social, en la que hasta los empresarios aprendieron a sobrevivir, pagando extorsión o especulando en detrimento del consumidor.

Con el lavado de las manos, Pilatos se quitó la responsabilidad de lo que venía, así como muchos medios de comunicación, empresarios, políticos, militares y venezolanos pecaron por acción y omisión. Guardaron silencio ante el acto destructivo que se avecinaba, y luego de condenar a Venezuela a su martirio, se fueron a disfrutar sus riquezas mal habidas y a buscar un “mejor futuro” para sus hijos.

El mito venezolano de la riqueza petrolera fácil va en el interior de cada uno de los que viven en los mejores barrios de Madrid o los condominios de Miami. Quienes aún se quedan, usurpan el poder y la riqueza sin importar la huida masiva que aún inunda con sus conciudadanos las selvas del Darién, en la frontera colombo-panameña (se calcula que en 2023 pasaron más de 250 mil y en el primer trimestre de 2024 suman 60 aproximadamente) o la destrucción de hospitales y escuelas o la mortandad niños por hambre.

Gente humilde de todos los estratos que huyen de los atropellos del poder o de la angustia del hambre, sin que a nadie les importe su sufrimiento, incluso los primeros inmigrantes ahora se creen dignos representantes de Venezuela en EUA y que la “chusma delictiva” de ahora no merece disfrutar “del sueño americano”.

Nada más lejano de la verdad, porque la gran mayoría de los inmigrantes de los tres últimos años han logrado adaptarse, buscar su legalidad, trabajar para ayudar a sus familiares atrapados en un país sin futuro visible, enderezar sus vidas porque han visto que trabajando se pueden lograr sus sueños, y dejar las malas experiencias atrás (extorsión, sicariato, atentados, hambre). En las redes sociales se observa que son los mismos venezolanos quienes afianzan el mito del Tren de Aragua”, para convertirlo en una amenaza a la estabilidad norteamericana, y estigmatizan a su propia gente. Es el legado arrogante y excluyente de la “ Venezuela rica”.

@hdelgado10