Hugo Delgado: El difícil camino del bien

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(AP Photo/Fernando Llano, File)

Cuando el  hombre ha llegado a dimensiones inimaginables de desarrollo tecnológico, científico y social, es inconcebible que no haya superado sus  instintos primitivos egoístas de poder, que lo llevan a impulsar instintos destructivos.

Superado el comunismo de la Unión Soviética y sus aliados, el pensamiento democráticos que hace décadas brindaba oportunidades para superar las desigualdades históricas, impulsar la participación de los distintos intereses existentes en la sociedad y dar oportunidades para el emprendimiento individual, el panorama del siglo XXI ha dado al traste las nobles intenciones  de quienes creían en el sistema de libertades impulsado por la democracia.

Contrario al imperio de la ley, el abanico de participaciones de los grupos mayoritarios y minoritarios generó el caos que vive el  mundo de hoy, producto de las constantes fricciones entre ambos sectores, tergiversando el bien y el mal, lo correcto e incorrecto, dando espacios de acción a quienes aprovechando los nuevos escenarios impulsan ideas retrógradas que se pensaban superadas.

Uno de los aliados de este complejo mundo es el Internet, que si bien cambió los conceptos tradicionales de participación en la comunicación social, también  estimuló la cultura de la mentira, en la que grupos sociales mal intencionados resquebrajan uno de los fundamentos de la democracia: la verdad.  Es a través de ella que se alimenta la sociedad para encontrar las respuestas para tomar decisiones, por ejemplo, cuando de impartir justicia se trata o decidir sobre un asunto de interés general.

Latinoamérica se ha convertido en un polvorín de malos gobernantes. La obsesión por el poder utilizado para impulsar ideologías evidentemente autócratas e irrespetuosas de los principios democráticos, está impidiendo la evolución de sus países. La izquierda que se endosó las banderas de lucha contra las injusticias, se ha convertido en un cártel de corrupción e ineptitud, cuyos gestiones han agudizado las miserias humanas, sin ningún remordimiento.

Es lo que se ve en las experiencias de corruptos  e ineptos como Ignacio Lula da Silva padre del Foro de Sao Paulo y la trama de Odebrecht, el escándalo de corrupción más grande del continente, Cristina Kirchner ( ya el marido Néstor se murió) en Argentina, Gustavo Petro en Colombia, Daniel Ortega en Nicaragua, el justificador y santurrón, Pepe Mujica en Uruguay, Rafael Correa en Ecuador, Hugo Chávez y Nicolas Maduro en Venezuela, Andrés López Obrador en México y Gabriel Boric en Chile.

Todos estos nefastos personajes se han convertido en malos ejemplos para la sociedad, porque además de la corrupción desatada en sus gobiernos, gozan de una inexplicable impunidad que impide que paguen por sus pecados. El principio dice que a toda acción le sigue una reacción, ellos fueron la reacción de las élites derechistas que vivieron a costillas del poder y desataron desmanes en sus respectivas épocas, pero la izquierda que se apoderó de todos los gritos de injusticia social en el continente resultaron peores.

Petro es ejemplo de ello, ya justifica sus actos de corrupción, inmoralidades, su violencia y sus amenazas con la normalidad de un mitómano sin pueblo, pero con un poder abusador tras el que esconde sus debilidades humanas y políticas. Igual, sigue gobernando una nación, cuyos grupos de intereses negocian, a cambio de prebendas, sin importar el daño causado a las mayorías.

Es lo que se observa en su obsesión por “echarle mano” a los fondos de pensión y los del sector salud, este último afectado por la falta de entrega de los fondos públicos a las EPS y que en última instancia perjudican notoriamente la calidad del servicio y al usuario. Pero eso no importa, el objetivo es tomar los fondos para ayudar a sus amigos y manipular a los más necesitados para convertirlos en fuentes de votos en las próximas elecciones.

Argentina es otra entelequia burocrática, que gasta más de lo que gana y ha postrado al país  solo para satisfacer los intereses de la élite peronista y de los K , que solo quiere  mantener los privilegios del poder.  A la salida del delfín, Alberto Fernández, la pobreza superó el 50% y la inflación tocó casi el 200%. Luego de dejarle el muerto a Javier Milei, ahora lo presionan para que no desmonte la maquinaria clientelar y corrupta enquistada hace décadas.

En Venezuela el dolor no existe. El chavismo apoyado por una sociedad irresponsable que lanzó sus cuarenta años de democracia a la basura, gracias a la ineptitud de los partidos gobernantes, Acción Democrática y Copei  que fueron incapaces de renovarse y ceder poder, ahora es la expresión máxima del autoritarismo y corrupción,  con una nomenclatura genocida que ha propiciado la destrucción de la institucionalidad, de sus principios y valores, de su soberanía y el éxodo de más de 7 millones de habitantes.

Ahora que se aproximan las elecciones en México el legado de otro mitómano, Andrés López Obrador, no es envidiable. Si bien los indicadores económicos son excelentes, producto del desplazamiento de la inversión de Estados Unidos de América y sus compras (sustituyó a China como principal proveedor), los resultados de su gestión social son pobres, especialmente en materia de seguridad y corrupción.

El arte de gobernar implica orientar y navegar, relacionando ambas con los intereses de sus pueblos. Hacer el bien es el camino de la sensatez, la honestidad y la verdad,  es fácil construirlo  si se hacen las cosas bien, pero resulta que el relativismo para aplicar la ley y el explotar las debilidades humanas (miedos, resentimientos y necesidades básicas) se han convertido en los faustos en las relaciones ideológicas que han establecido los egoístas  gobernantes comunistas en su afán de perpetuarse en el poder y usurpar los recursos públicos, lo que los ha llevado a imponer sus ideas como sea, aún a costa de la destrucción de los beneficios existentes (económicos, salud, educación).

A la acción la secunda una reacción. Es una ley lógica que impera en la naturaleza y las relaciones humanas. Eso va a suceder ante los desmanes de los regímenes comunistas. Hay experiencias que demuestran que unas tardan más que otras, como sucede en la Cuba de los Castro, pero otras han durado menos, como sucedió en la Chile de Salvador Allende. En el caso Venezuela, el control sobre la renta petrolera facilitó la estrategia chavista y a falta de los petrodólares, suministrados mayormente por las empresas norteamericanas,  ahora queda el camino de la represión.

@hdelgado10