Hugo Delgado: El poder del ejemplo

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El domingo 4 de febrero de 2024, un pequeño país de Centroamérica se convirtió en referencia informativa para gran parte de la opinión pública  del continente americano y  de Europa. El Salvador  con sus 21.041 kilómetros cuadrados y 6.314.000 de habitantes, era una nación azotada  por la violencia , primero por la ideológica ocasionada por una confrontación que no era de él,  entre Estados Unidos de América (EUA) y la extinta Unión Soviética, luego de la firma de un disparate que unos llaman “tratado de paz” ,   luego por las bandas delictivas formadas en Los Ángeles California, conocidas como las Maras Salvatrucha.

Por su tamaño y cantidad de asesinatos por cada 100 mil personas,  El Salvador se convirtió en el país más peligroso del mundo, la Mara  (grupo de personas)  Salvatrucha (origen salvadoreño) se convirtió en una red delictiva con conexiones en América y Europa, con más de 250  mil miembros, y conectada con los cárteles como el de Sinaloa (México).

Pero era la minúscula nación salvadoreña la que recibió el mayor impacto de estos delincuentes que luego de su creación en las décadas de los 80 y 90, fue expulsada durante el gobierno de Bill Clinton, luego de los acuerdos entre la guerrilla del Frente Farabundo Martí y las  supuestas fuerzas democráticas y naciones aliadas, entre ellas Estados Unidos de América.

Los indicadores de violencia en El Salvador señalan que en 2015 era de 103  homicidios por 100 mil personas, luego de la arremetida en 2022 ordenada por Nayib Bukele con Estado de excepción encarceló más de 65 miembros de las Maras, un logro que le garantizó su reelección el pasado domingo 4 de febrero de 2024,  con más del 85% y el control absoluto de la Asamblea Legislativa.

Lo interesante de este hecho es la dimensión que le dieron organizaciones internacionales, muchos medios como El País de España y las contradictorias declaraciones de políticos de distintas posiciones ideológicas, unos críticos, otros seguidores de sus políticas de seguridad ¿Por qué siendo un país pequeño, sin riquezas y muchos problemas sociales y políticos, El Salvador se ha convertido en punto de interés para las democracias?

Por lo visto, cuando en su discurso en la plaza principal de la capital salvadoreña, San Salvador, Nayib Bukele anunció su triunfo, declaró que este hecho es referencia mundial porque “es un ejemplo” .

¿Qué puede interpretarse como “es un ejemplo”?  Luego de la victoria de Bukele, trataron de cuestionar los resultados, lo tildaron de dictador, de violar los derechos humanos de los pandilleros de la Mara Salvatrucha,  de aspirar a imponer un Estado fanático religioso, de querer destruir la democracia salvadoreña (!!!) y de aspirar a convertirse en un dios.

En una era de falsa información, de redes sociales, el hecho se ha convertido en algo superficial, de explicaciones de “youtuber” o “influencer”  más animados por los “like” y los “seguidores”, de “fakes news”, de trabajos informativos de tres líneas y pocos párrafos para que el receptor  no se esfuerce en conocer los asuntos superficialmente, sin detenerse a entender el porqué ocurren los fenómenos, sin razonar sobre el porque los salvadoreños le dieron el respaldo con el 85% de sus votos y obtener 58 diputados de los 60.

Bukele va a tener el poder absoluto para gobernar. Ahora -anunció-  combatirá la corrupción y tocará a los privilegiados que saquearon las arcas públicas. Ya la prioridad de atacar la violencia y a las pandillas la logró, ahora se convertirá en un mal ejemplo para la casta de políticos corruptos, que gozando de impunidad empobrecieron al continente. Por eso es el enemigo a vencer.

Los errores que generó el acuerdo de paz, similares a los ocasionados por el firmado durante la gestión de Juan Manuel Santos en Colombia, profundizaron la descomposición del país hasta convertirlo en un Estado corrupto, impune, empobrecido y azotado por la delincuencia en todos sus niveles sociales. La espectacular respuesta de Bukele revirtió esa dramática situación, sin prestarle atención a las críticas de las organizaciones de derechos humanos, a la prensa de tendencia izquierdista, a la Organización de Estados Americanos (OEA) y a la Organización de las Naciones Unidas (ONU), entre otros.

Sus acciones de gobierno reivindicaron a una sociedad salvadoreña, que durante décadas tuvo un Estado que no garantizó sus derechos, y tal como dijo Bukele, ¿dónde estaban las organizaciones de los derechos humanos para defender a las víctimas de las maras? Definió y trabajó sobre el objetivo de mayor importancia para los salvadoreños: La seguridad.

El efecto dominó fue inminente en un continente azotado por la inseguridad, la violencia urbana, la corrupción y la impunidad. A la par de la estabilidad del país, hacia el exterior el fenómeno de lo que estaba pasando en el pequeño país con su modelo democrático, otros candidatos presidenciales, presidentes y la opinión pública latinoamericana comienzan a ver con buenos ojos lo ocurrido en el “ejemplo de El Salvador”.

Al igual que lo ocurrido en EUA con Donald Trump, en el caso Bukele no debe enfocarse la crítica hacia el qué sucede, sino porqué sucede. Las razones del pueblo norteamericano a  escoger a Trump tiene sus raíces en la ineficiencia de las  instituciones que sostienen el sistema y los cambios en los intereses ciudadanos  que no son interpretados por los políticos y empresarios que dominan la vida del país. En El Salvador ocurrió similar experiencia.

El mal ejemplo del gobierno de Joe Biden proyecta una mal imagen de la nación llamada a liderar la democracia liberal,  cuando le otorga beneficios a un régimen dictatorial como el venezolano y es complaciente con varios gobiernos  de izquierda empeñados en imponer su ideología y sus intereses,  sin importar que en esa ambición desmedida, arrastra a sus ciudadanos hacia el abismo de la miseria y el atraso.

Esas secuelas de las democracias latinoamericanas  está generando una contra respuesta. Bukele es un ejemplo que tendrá un efecto multiplicador, que atentará contra lo que está sucediendo en un continente plagado de malos experiencias como las ocurridas en Brasil con el corrupto Ignacio Lula da Silva, en Venezuela con el genocida Nicolás Maduro, en Nicaragua con el dictador Daniel Ortega y en Colombia con el inepto Gustavo Petro. Por eso lo ocurrido en El Salvador es un mal ejemplo para un continente débil institucionalmente, corrupto y donde la impunidad impera.

@hdelgado10