“Caín habló con su hermano Abel. Y sucedió que, estando juntos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel y lo mató. Entonces el SEÑOR preguntó a Caín:
—¿Dónde está tu hermano Abel?
Y respondió:
—No sé. ¿Soy yo acaso el guarda de mi hermano?
Génesis, 4
“Eichman en Jerusalen. Un estudio sobre la banalidad del mal” (1963) de Hannah Arendt (1906-1975) es un auténtico ladrillo. Su lectura no es grata ni ágil y todo se hace más sombrío por los temas del horror en que transita.
Aún así es un libro con un título afortunado y una tesis también afortunada, además, de valiente. La banalidad del mal como asunto de una normalidad limítrofe con la estupidez. O con la inteligencia como instigadora de la crueldad contra el prójimo. Bernhard Schlink: «Algunos altos mandos de las SS eran muy cultos y refinados y fueron capaces de cometer las atrocidades más crueles de la historia de la Humanidad». En conclusión, tanto el menso como el agraciado por un intelecto ágil son capaces de urdir maldades y espantos inenarrables contra la propia humanidad.
Además, Arendt demostró ser una persona con integridad de hierro al señalar sin disimulos que la complicidad de los jefes judíos de la época junto a las cuadrillas de los propios judíos en los Campos de Concentración colaboró con la Solución Final. Ante esta revelación fue crucificada por sus propios compatriotas. Eso de que la “Verdad nos hará libres” es un tanto comprometedor. Al padre de la frase, el Cristo, lo abatieron cruelmente por decir verdades.
Hay un documental francés contra Stalin que se llama: “Stalin, el tirano rojo” del año 2007 atribuido a estos tres nombres: Serge de Sampigny, Mathieu Schwartz, Yvan Demeulandre. Y su conclusión lapidaria es ésta: Stalin asesinó a 20 millones de seres humanos en su propio país como dictador. Y que la invasión Nazi del año 1941 tuvo como consecuencias trágicas el exterminio de 26 millones de soviéticos. En la Solución Final Nazi las cifras más redondas afirman una mortandad de seis millones de judíos. El Horror.
Stalin, hoy sabemos que fue un monstruo. Aunque luego de derrotar a Hitler fue un héroe de la Historia Universal en el año 1945. Sólo su muerte y la muy posterior desintegración de las URSS en el año 1991 hicieron posible conocer mejor los hechos. Y aún así, sobrando las evidencias de la crueldad, para muchos sigue siendo un héroe. Héroe vengador de los Nazis y para ello levantaron una Cortina de Hierro sobre todos los países de la Europa del Este que ocuparon como botín. La connotación entre libertador o invasor siempre es voluble dependiendo de la movilidad aciaga de las circunstancias.
Decimos todo esto porque a Stalin no le hicieron nunca ningún juicio sobre sus crímenes. A Fidel Castro tampoco. Y a Hitler mucho menos porqué al suicidarse no le iba a dar el gusto a nadie. A Truman, otro criminal de guerra, al dar la orden de lanzar las dos bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, lo protege la supremacía del águila imperial en los territorios de la memoria impuesta.
Las víctimas de la Historia apenas son reconocidas y sobre ellos recae el oprobio, la humillación, la vergüenza y una condena milenaria de sufrimientos oceánicos, aunque invisibles. Y las secuelas, alrededor del rencor de los sobrevivientes, es el perfecto caldo de cultivo de nuevas violencias y venganzas.
El Derecho Internacional en torno a la defensa y resguardo de los Derechos Humanos Universales del Hombre y del Ciudadano sigue siendo una declarativa bien intencionada que las leyes de los Estados son muy recurrentes en violar y más si se trata de extranjeros. Además, los Derechos Humanos es un bastión de una modernidad casi exclusiva de los países ricos. En los pobres, que son la mayoría, se les ignora o desprecia.
Adolf Eichmann (1906-1962), fue un oscuro funcionario de las SS experto en deportar judíos a los campos de concentración para su exterminio. Fue uno más que dijo en su momento que sólo obedecía ordenes y que: “sólo era culpable de “ayudar y tolerar” la comisión de los delitos de los que se le acusaba, y que nunca cometió un acto directamente encaminado a su consumación”. No habrá matado con sus manos, aunque ayudó a matar y punto. Y a millones. Estos tecnicismos leguleyos son los propicios para encabronar las ansias de Justicia que la mayoría de los ricos y poderosos usualmente evaden.
Israel cuando no existía fue el manso cordero eternamente sacrificado. Más cuando existió y se hizo Estado y con ello asumió la violencia como auto resguardo se propuso de una u otra forma lavar la afrenta. El primer ministro de Israel David Ben-Gurión (1955-1963) hizo secuestrar a Eichmann desde su escondite en Argentina en el año 1960 y montarle un juicio que sólo tenía una única sentencia: la muerte del acusado por cometer crímenes contra el Pueblo Judío.
Hannah Arendt en su libro, copioso en investigaciones de archivo alrededor del juicio y en citas de fuentes autorizadas sobre el tema del Holocausto, se dedicó a diseccionar los vericuetos de una Justicia no siempre convincente, aunque siempre necesaria. Según ella Eichmann fue utilizado como un chivo expiatorio para vengar el baño de sangre como resultado de una maldad aséptica. Lo cierto del caso, es que la banalidad del mal, sigue tan presente en el mundo de hoy.
DR. ANGEL RAFAEL LOMBARDI BOSCAN
@LOMBARDIBOSCAN
Director del Centro de Estudios Históricos de la Universidad del Zulia