«La esperanza es un sueño despierto». Juan Miguel Avalos
La ira, cólera, furor, molestia, arrebato o cualquier otro calificativo que podríamos resumir mejor en «arrechera ciudadana», es lo más cercano a lo que la mayoría de los venezolanos podemos responder a la pretendida amenaza de la «furia bolivariana» que busca intimidar, enfriar o desmovilizar a la gente en su legítimo derecho de construir la ruta electoral de 2024 cuando, sepanlo, ni la decisión de ratificar la inhabilitación de la candidata más votada en las Primarias del 22 de octubre pasado, podrá detener, frenar o apagar los deseos de salir del atraso del país con la fuerza y la mayoría electoral que existe y que ellos saben.
No solo saben que los votos existen, sino que crece el descontento, inconformidad y rechazo en la gente que cada día aumenta y se expande hasta en la mas alejada ciudad, caserío o pueblo donde las ganas de cambiar, salir y deshacernos electoralmente de un pésimo gobierno, –las encuestas hablan de 85.2 por ciento– indica que el actual continuismo que llega a 25 años, ha sido la peor forma de dirigir a nuestro país en toda su historia republicana.
Llegaron al extremo de ratificar la «inhabilitación» por 15 años de María Corina Machado, violando sus derechos constitucionales, alternando la medida con la habilitación de otros líderes opositores, insinuando y tratándo de mostrar un «equilibrio» que no existe. A la treta, por mampuesto del TSJ, se le ven las costuras al intentar minimizar un efecto adverso que ese adefecio jurídico ha tenido en Venezuela y alrededor del mundo.
Lo cierto es que en el transcurrir de esta especie de serie tropical al mejor estilo de Netflix luego de la acción de detener a cualquier costo la candidatura de María Corina Machado, el gobierno asegura que la decisión es «firme» pero es quien patea los acuerdos de Barbados aún cuando acusen, señalen y dirijan el dedo contra la Plataforma Unitaria Democrática, afirmando que andan en una de conspiración para tumbar al gobierno por otras vías distintas a la electoral.
Sin embargo, por ser avezados actores de la ciencia ficción, muy dados a magnificar e inventar escenas y personajes militantes del terrorismo y la conspiración, como las iguanas, rabipelaos y zamuros de Mota Domínguez, cuando dirigió Corpoelec, todos sabemos por donde vienen los tiros al sacar del juego a María Corina Machado. Ello resume lo sabido por toda Venezuela que el «miedo es libre».
Soy un convencido que la líder femenina, hoy merecedora de la confianza de los venezolanos desde que arrasó en las Primarias del 22 de octubre para ser candidata a Miraflores, tiene encima una pesada cruz que su frágil humanidad intenta soportar. El temor propio de semejante abuso oficial de eliminarla de la contienda electoral desnuda inseguridad, miedo y terror. Al oficialismo le sucede como al tipo que lleno de miedo atraviesa silbando el cementerio para darse valor, pero lo hace por fuera y no por dentro del campo santo.
En la era Romana, Poncio Pilatos lavó sus manos cuando crucificaron al Mesías y ahora otras manos siguen su ejemplo en Venezuela sin el menor desparpajo. Sarcásticamente el chavismo ha dicho que ni que vaya a un tribunal celestial será habilitada. Ella lo sabe, también la Unión Europea y hasta los gringos que ya anuncian la revisión de sanciones económicas flexibilizadas que serán reinstauradas, otra vez por la falta de «palabra» del gobierno venezolano.
Pues bien, le corresponde a María Corina Machado quizá tomar la decisión política más trascendental de su vida. El gobierno no juega limpio y eso lo sabemos. En su capacidad, inteligencia, coherencia, sosiego, humildad y sabiduría deberá estar la mejor respuesta que haga posible la solución a esta disyuntiva, porque, gustemos o no, el tiempo no detiene las agujas del reloj electoral. La verdad es que no le permitirán inscribirse para ser la candidata de millones de hombres y mujeres.
Debe recordar que los venezolanos esperan una respuesta inteligente, sabia y oportuna. El país donde vivimos millones desea cambio. Los venezolanos somos como jamón y queso, en medio de dos rebanadas de pan, a punto de ser devorados. El valor de su decisión es enorme. Ninguna Furia Bolivariana detendrá el entusiasmo, ánimo y la disposición de la mayoría del país que cree en ella y en su inteligente actuación de liderar el cambio democrático.
La otra furia ciudadana, la del día a día, la verdadera, la seguimos enfrentando los venezolanos con sobradas razones para provocar el cambio electoral. Tenemos la «Furia» de ser el país que ocupa una de las más altas tasas inflacionarias del mundo. «Furia» de recibir los peores sueldos y salarios. La «Furia» de llegar a la edad de ser pensionado o jubilado convertida en un delito. «Furia» de saber que la desnutrición golpea a la niñez inmisericordemente.
Mucha «Furia» ciudadana ligada a la paciencia, previó a encomendarnos a papá Dios, cada vez que los bajones del servicio eléctrico reducen el patrimonio familiar de costosos electrodomésticos que hoy no son posibles reponer. Este lunes muchos, seguramente, pasarían a mejor vida después de la sacudida de cinco fluctuaciones en la red eléctrica nacional.
«Furia» y mal humor cuando debe interrumpirse el sueño para hacer una cola donde poder surtir combustible importado es obligado de madrugada o a pleno Sol. En el estado Zulia eso es sinónimo de la peor crueldad donde el Astro Rey refleja su potencia incandescente desde que amanece hasta que anochece.
«Furia» de tener que asistir a un hospital público donde la respuesta más conocida es «no hay», cuando un familiar enferma y «no hay» dinero para pagar un servicio médico privado. Nos brota la «Furia» cuando tenemos un país rico en recursos hídricos y no llega agua a los hogares. Además de la «Furia» de escuchar al ministro del Trabajo cuando dijo días atrás que «no tenía sentido aumentar los sueldos y salarios», porque «se devaluaba rápidamente», algo que aludieron a las «variables “criminales” que subían los precios. ¿Y dónde está el gobierno?.
Mucha «Furia» que produce tener que ver a hijos, hermanos, familiares, amigos o conocidos irse del país huyendo a otras latitudes, buscando mejores oportunidades y calidad de vida no garantizadas en su país, donde el «Por ahora» que cumplirá el domingo próximo 32 años, marcó el inicio de la destrucción de nuestro país.
En fin, los venezolanos no nos rendimos, no claudicamos ni tiramos la toalla a pesar de los obstáculos de un modelo de gobierno que llega a 25 años demostrando su fracaso. Es «ahora» el momento de construir, no distraernos ni perder el tiempo por el futuro de la tierra que nos duele a todos.
¡Amanecerá y Veremos».
José Aranguibel
Ilustración: Feyo