Alexis Blanco: Estafas sin estafeta… Apuntes sobre un fraude mal dibujado

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Hayao Miyazaki es un genio japonés del cine animado. Su último filme, El niño y la garza, cosecha ya los más importantes premios de dicha disciplina artística. Miyazaki realizó la película para que su nieto lo recuerde cuando muera. La estrenó el 14 de julio del año pasado y desde entonces se habla de esta historia donde “Mahito, un joven de 12 años, lucha por asentarse en una nueva ciudad tras la muerte de su madre. Sin embargo, cuando una garza parlante informa a Mahito de que su madre sigue viva, entra en una torre abandonada en su busca, lo que lo lleva a otro mundo”.

La película ha sido aclamada por la crítica y ha recaudado más de 155 millones de dólares, batiendo records mundialmente y consiguiendo hitos para el estudio y el director. Entre sus numerosos reconocimientos y premios, la cinta ganó el Globo de Oro a la mejor película animada (transformándose así en la primera película de animación tradicional y extranjera en recibir el premio) y fue nominada también a mejor banda sonora. La hicieron en el legendario Studio Ghibli (スタジオジブリ Sutajio Jiburi?) El nombre Ghibli deriva de la palabra italiana ghibli, basada en el nombre del viento cálido del desierto que sopla en Libia. También hace referencia a un avión italiano, el Caproni Ca.309 Ghibli.

Es uno de los mejores estudios de animación del mundo en la actualidad, reconocido por sus largometrajes animados y también por varios cortometrajes, comerciales de televisión y una película para televisión. Fue fundado el 15 de junio de 1985 por los directores Hayao Miyazaki e Isao Takahata y el productor Toshio Suzuki, después del éxito de la película de anime de Topcraft Nausicaä del Valle del Viento (1984). Studio Ghibli también ha colaborado con estudios de videojuegos en el desarrollo visual de varios videojuegos. Seis de las películas de Studio Ghibli se encuentran entre las diez de anime más taquilleras realizadas en Japón, siendo El viaje de chihiro (2001) la segunda más alta, recaudando más de 360 millones de dólares en todo el mundo. Muchos de sus trabajos han ganado el premio Animage Anime Grand Prix, y cuatro el de la Academia Japonesa de Animación del Año. Cinco de las películas de Studio Ghibli han recibido nominaciones al Óscar. El viaje de chihiro se adjudicó el Oso de Oro en 2002 y el de la Academia a la Mejor Película de Animación en 2003. Totoro, un personaje de Mi vecino Totoro, es la mascota del estudio.

Resulta muy complicado resumir medio siglo de trayectoria tan coronado en lauros. Hasta aquí, la parte de Miyazaki…Ahora, la tristeza…

Geraldine Fernández Ruiz inventó una trama extraordinaria para alcanzar fama y notoriedad. Aficionada al asunto estético, de pronto se inventó una plataforma de mentiras, verdades y medias verdades, una maraña enloquecida en la que se proclamó como parte del equipo de trabajo de Miyazaki. Eso no sería trascendente si no fuese porque lo expuso ante los omnímodos medios de comunicación de su país, Colombia, donde todo periodista, todo medio de comunicación social, anhela encontrar una buena noticia para aliviar el trauma de lo infausto cotidiano. La ¿artista? Geraldine Fernández Ruiz quiso ser ella esa estupenda noticia y fue entonces cuando sacó a relucir sus mejores artilugios mitomaniáticos.

Al soñar con los mass media de su bien jodido país postrándose ante ella y extendiendo su fantasía: ¡artista colombiana integra el crew de la película ganadora del Globo de Oro! Y eso ocurrió, ni más ni menos. Está claro que, en el país de La vorágine, de María y de Cien años de soledad puede suceder cualquier cosa extraordinaria y digna del realismo mágico más puro. No hubo periodista que, de entrada, constatase la versión y corroborase la versión alfa de la información. Cero. Pero como estos temas artísticos del dibujo animé y manga y de los multiversos frenéticos de la ficción en pleno auge de la IA, son por lo general dignos de la más inocente chispa autista, pues apareció uno de tales “New philosopheres”, Pablo González, un streamer español, conocido en redes y plataformas como @Caith_Sith, y quien la entrevistó durante una transmisión de Twitch. Pronto, sus “antenitas de vinilo” advirtieron que algo no encajaba bien en la historia de Geraldine, cuyo cubo de datos era más bien circular: terminaba en una falaz interfaz. Cuidado con el ego de esta niña algo más que traviesa.

En su importante ensayo Cultura y simulacro, el sabio Jean Baudrillard nos dibuja algunas líneas que permitirán eventualmente desmontar el cuento de Geraldine: “Disimular es fingir no tener lo que se tiene. Simular es fingir tener lo que no se tiene. Lo uno remite a una presencia, lo otro a una ausencia. Pero la cuestión es más complicada, puesto que simular no es fingir: «Aquel que finge una enfermedad puede sencillamente meterse en cama y hacer creer que está enfermo. Aquel que simula una enfermedad aparenta tener algunos síntomas de ella» (Littré). Así, pues, fingir, o disimular, dejan intacto el principio de realidad: hay una diferencia clara, sólo que enmascarada. Por su parte la simulación vuelve a cuestionar la diferencia de lo «verdadero» y de lo «falso», de lo «real» y de lo «imaginario». El que simula, ¿está o no está enfermo contando con que ostenta «verdaderos» síntomas? Objetivamente, no se le puede tratar ni como enfermo ni como no–enfermo. La psicología y la medicina se detienen ahí, frente a una verdad de la enfermedad inencontrable en lo sucesivo”.

Geraldine Fernández Ruiz mintió a los colegas de El Heraldo de Barranquilla. Torpes cinco minutos de (mala) fama. Cuando le preguntaron cómo había sido esa ruta mágica que la habría llevado a la gloria, ella fue más Remedios la Bella que Úrsula Iguarán: “Les dije que gracias, que a mí me gustan las películas de allá y todo, pero hasta ahí. Al cabo de un tiempo me llaman de Studio Ghibli diciendo que por medio de la Universidad de Tokio pasaron mi portafolio, mi trabajo y mi tesis y que estaban por hacer una nueva producción. Me hablaron de qué se trataba el proyecto y si quería participar”.

En alguna animación sobre la historia de la Animación, recordamos una pequeña historia inspirada en el ensayo de Kandinsky, Punto y línea sobre el plano, donde la secuencia lleva la mirada hacia la finitud de todo dibujo. Ni siquiera Dios se ha planteado detener su propia obra visual, puesto que es infinita como su esencia de credo. Pero esto tampoco ayudará a la pobre Geraldine, empantanada en la boca pequeña de sus propios entuertos. Dijo ella que había hecho más de media hora de animaciones de la película y que habría sido una cantidad cercana a 25 mil fotogramas, pero después se contradijo y explicó: “Entera, no la realicé… Hago parte de 250 ilustradores, pero como aparece en todos los créditos, solo aparecen los principales que van a dar la cara por la película y van a estar en los premios. Como en una empresa, cada área está compuesta por el director y su equipo, pero el que da la cara por la empresa es el director del área. En el caso de Studio Ghibli es así, había áreas y grupos y cada uno estaba compuesto por varias personas, nos escribían y nos decían qué había qué hacer, qué había que ilustrar y componer…”. Valor y voluntad sí tiene la muchacha costeña que quizás vaya a rumbear en la playa o a bailar ante la estatua de la diosa Mebarak. Pero lo que dijo fue que: “Mis escenas sola, fueron de cinco seis segundos, que son fotogramas. Pero cuando hablaba de los 25 mil fotogramas eran 30 minutos de película… Fui ilustradora, hice ilustraciones, hice fotogramas, hice todo lo que me dijeran del guion y yo mandaba mi parte por encomienda a Japón. Me lo mandaban de manera digital y hacía los retoques respecto a eso”. Y para explicar que ella no aparecía en los créditos, contó que supuestas personas de Inglaterra, India y Estados Unidos tampoco aparecen. Aquí sí dijo una media verdad: en animación funciona mucho esa figura neocolonialista de la economía de la maquila. Por ejemplo, Los Simpson son coloreados muy lejos de la factoría de Matt Groening y así muchos otros de estos muy apetecidos productos de la nueva industria cultural.

Y de pronto ese mundo falaz que cae y arrasa con el ser y la nada de Geraldine, quien, arrinconada contra las cuerdas por González en la entrevista de tres horas, arruga: “…Yo le dije: ‘Me hubieras consultado antes porque no quería tanto de esto y no sé cómo afrontarlo, soy una persona que sufre de ansiedad, que por cualquier cosa tiembla y se estresa’… En cualquier momento, lo llegué a pensar, no es por llamar la atención, pero puede llegar un punto en el que mi mentalidad puede llegar a un punto que no quiero que cometa”.

Geraldine saldrá triunfante de este asunto. Habrá sin duda casas de apuestas considerando la vaina. Tampoco sabrá la niña plagio que una estafeta es una “casa u oficina del correo donde se entregan las cartas que se envían, y se recogen las que se reciben”. También ignorará, por ejemplo, esa entrevista real y verdadera a una soñadora un poco mayor, la académica chilena Adriana Valdés, de 80 años: “Antes había registros del habla. Ibas a una entrevista de trabajo y no decías “hola, weona”. Ahora está todo el mundo en un registro muy bajo. Estamos todos hablando como delincuentes. Lo que más me duele es que hace que los más débiles no dominen registros mejores del habla. Se igualó para abajo, pero los otros pueden subir cuando quieran. Ahora no hay ningún prestigio en ser una persona educada”.

Así de sencillo. Como si, supongámonos, por favor, la poeta Meira Delmar (¿sabrá Geraldine que ella es la poeta más grande de Colombia y que también es de Barranquilla?) susurrara su poema, Ausencia de la rosa, a la muchacha plagio: “Detenida / en el río translúcido / del viento, / por otro nombre, amor, / la llamaría / el corazón./  Nada queda en el sitio / de su perfume. Nadie / puede creer, creería, / que aquí estuvo la rosa /en otro tiempo. Sólo yo sé que si la mano /deslizo por el aire, todavía / me hieren sus espinas”.

Miyazaki ya tiene mucho material para entretener a sus nietos. Total, el viejo sabio supo de un cineasta paisano suyo, también muy laureado, Akira Kurosawa, quien recreó el denominado efecto Rashomon, según el cual, esto es “…producido por la subjetividad y la percepción personal a la hora de contar la misma historia o situación, por lo que los individuos que la cuentan lo hacen de forma diferente, pero de manera que cualquiera de las versiones es razonablemente posible, sin tener que ser por ello falsa ninguna de estas versiones; simplemente están influidas por la propia variabilidad y percepción individual”.

Geraldine Fernández Ruiz: otra gran poeta, la cubana Dulce María Loynaz, te llevará aún más lejos: Espejismo

Tú eres un espejismo en mi vía. Tú eres una mentira de agua y sombra en el desierto. Te miran mis ojos y no creen en ti. No estás en mi horizonte, no brillas, aunque brilles con una luz de agua… ¡No amarras, aunque amarres la vida!… No llegas aunque llegues, no besas aunque beses… Reflejo, mentira de agua tus ojos. Ciudad de plata que me miente el prisma, tus ojos… El verde que no existe, la frescura de ninguna brisa, la palabra de fuego que nadie escribió sobre el muro… ¡Yo misma proyectada en la noche por mi ensueño, eso tú eres!… No brillas aunque brilles… No besa tu beso…¡Quien te amó sólo amaba cenizas!…

@alexisblanco