“Nadie que aspire a gobernar una Nación debe olvidar jamás que la sociedad es más importante que el Estado y que el ciudadano es más importante que el gobierno.” Neuro J. Villalobos R.
La crisis institucional que afecta la estructura social del país no debe endosarse a la democracia, todo lo contrario, estamos en deuda con ella ya que es precisamente esa capacidad interna de estimular la confluencia de fuerzas, la crítica constructiva y la respuesta acertada, aunque no siempre oportuna, las que forman parte de su esencia pero somos nosotros los que no seguimos sus reglas. El poder de rectificación y de autotransformación es lo que permite que se retome el camino hacia el progreso y el bienestar de la población.
La ideología encubre mientras que la ciencia descubre, lo señaló hace tiempo el profesor venezolano Ludovico Silva. Sin embargo, a estas alturas del desarrollo de la humanidad luce inconcebible observar en el pensamiento de ciertos liderazgos, tanto de izquierda como de derecha, pero más en aquellos que en éstos, y en plena revolución de la riqueza, asumen y tratan de imponer su ideología e intereses como un dogma de fe.
No es posible que en plena sociedad del conocimiento, transcurridas más de dos décadas del siglo XXI, sigamos confundidos al pensar que el adoctrinamiento es un proceso de transformación educativa, y que una visión de sociología rural es una alternativa ante el descomunal avance de la economía global. Es inaceptable hoy día tener una visión e interpretación particular, distorsionada y acomodaticia de la historia, regocijarse con una aplicación casuística del derecho y con una inclinación discriminatoria en la forma de hacer justicia.
La salud económica del país exige una mayor producción de bienes y servicios a lo interno; el uso racional de la tecnología; la generación de más y mejores empleos; el conocimiento de los complicados mecanismos de los mercados internacionales; y la aplicación de programas de formación permanentes a nuestro recurso humano, todo ello en un ambiente de seguridad personal, patrimonial y jurídica. Sólo así se podrá garantizar una mayor productividad de los factores de la producción utilizados para impulsar el crecimiento económico y sostenido de todas las variables en juego, que sirva a su vez de soporte en la ejecución de programas sociales dirigidos a los sectores más desposeídos de la población.
El autor Yuval N. Harari, en su libro “21 lecciones para el siglo XXI”, nos advierte que para enfrentarnos a las disrupciones tecnológicas y económicas del siglo XXI, necesitamos desarrollar nuevos modelos sociales y económicos tan pronto como sea posible. Dichos modelos deberían guiarse, según su parecer, por el principio de proteger a los humanos y no los empleos. Asimismo expresa que “a pesar del peligro del desempleo masivo, aquello que debería preocuparnos mucho más es el paso de la autoridad de los humanos a la de los algoritmos, lo que podría acabar con la poca fe que queda en el relato liberal y abrir el camino a las dictaduras digitales.”
Hace aproximadamente cuatro años en un artículo que titulé “El presente y el futuro lo exigen”, escribía que estaban en evolución otras razones a nivel de la economía mundial y de las exigencias del desarrollo de nuestra nación que nos impulsan a ponerle fin rápidamente a esta tragedia histórica que sufrimos los venezolanos. Ese es un requisito necesario para poder afrontarlas con el conocimiento y la inteligencia que el presente y el futuro demandan, con medidas apropiadas en todos los aspectos de la vida, lo cual nos merecemos como seres humanos civilizados.
Me refería al desarrollo científico y tecnológico y su impacto sobre el conocimiento y el de éste sobre quienes dirigen la economía de los países con mayor atraso relativo. Hoy esas razones persisten con mayor ímpetu y obligan que sea más urgente la necesidad de un cambio de rumbo en el país.
Otra razón es el fenómeno bautizado como el “cisne verde”, relacionado con el efecto climático y sus desastrosas consecuencias sobre nuestra economía dada la interdependencia mundial, lo cual se une a las pandemias y epidemias cíclicas que tienen efectos terribles sobre la salud de los humanos, y consiguientemente en la actividad productiva de las naciones.
La ciencia económica se ha tornado más compleja y nada de la vida de los humanos le es ajena, por lo que, su amplitud y conocimiento de los fenómenos que se presentan amenazan, como lo he dicho antes, en convertirla en la ciencia de la vida. Posiblemente no tenemos ni encontraremos muy pronto todas las respuestas a las preocupaciones e inquietudes de la humanidad, pero, como ciencia no debemos renunciar a plantearnos las preguntas correspondientes, como decía Michael Foucault.
Las placas tectónicas del conocimiento a nivel planetario se mueven incesantemente en todos los aspectos de la vida, y las dudas, como los volcanes, siguen haciendo erupción tornándose más inquietantes y demandando acciones y proposiciones urgentes que nos permitan enfrentar la terca realidad que generalmente termina por imponerse. El tránsito hacia una nueva “episteme” nos obliga a sacudirnos la insensatez y la brutalidad y a actuar con mayor inteligencia y claridad.
Neuro J. Villalobos Rincón
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