«Se puede engañar a parte del pueblo parte del tiempo, pero no se puede engañar a todo el pueblo todo el tiempo». Abraham Lincoln
Un verdadero deshojar de margaritas, célebre frase del me quieren o no me quieren, están practicando en la Casa Blanca, Miraflores y en la Plataforma Democrática Unitaria, donde unos y otros, pujan, empujan, arriman y también resisten para que pueda construirse una salida electoral en 2024 que le permita salir a Venezuela del atolladero en el que nos metió el chavismo, desde su llegada al poder hace 24 años, en medio de inmensas expectativas de cambio, bienestar y justicia social que al paso de los años terminaron diluyéndose como el agua entre las manos que ha obligado a huir a más de ocho millones de venezolanos que hoy están diseminados en el resto del mundo.
La situación planteada en este momento en nada se parece a despojar de sus pétalos a ninguna flor o rosa de algún jardín, que seguro muchos alguna vez en años más mozos practicamos, cuando el malvado Cupido andaba con arco y flecha, provocando que nos asaltara la duda, inseguridad, incertidumbre y la aprensión de estar seguros a ser o no correspondidos por el amor que nos atraía.
La realidad cierta es que tampoco estamos frente a ser protagonistas de un libreto de televisión al estilo de Delia Fiallo, –escritora y guionista cubana ya desaparecida–, sino frente a un verdadero escenario electoral que cada vez está sin definición cierta, clara y transparente a nor ser que sólo sabemos que las elecciones presidenciales serán en 2024 por vencimiento del período constitucional del jefe de Miraflores.
Lo cierto es que Nicolás Maduro no quiere a María Corina Machado y ella menos a él. Tampoco lo quieren quienes votaron el 22 de octubre en las Primarias por ella. Un 85,2 por ciento de los venezolanos dicen lo mismo y piden cambio. Es una líder a quien los gringos le declaran su afecto, cariño y simpatía, pero a él nada, ni un guiño le asoman, sólo anhelan y desean tener garantizado el suministro de petróleo muy cerca de sus costas.
La verdad es que las piezas del rompecabezas no están en el orden como debería ser en un país normal. Ya estamos a mitad de noviembre y la fecha anunciada por la Casa Blanca para que Miraflores corrija el desvío que la aleja del compromiso firmado en Barbados está a la vuelta de la esquina. ¿Qué pasará?. Nadie lo sabe. El asunto no es fácil, sencillo o cómodo para ser solucionado. Ninguna de las partes tiene una barita mágica. Los venezolanos, diría, estamos como un suculento sándwich relleno por dentro a punto que nos peguen un mordisco
Una cosa es querer y otra poder. De lado y lado hay posiciones irreconciliables. El gobierno chavista aprieta y lo hace igual María Corina Machado con su «hasta el final». Es un punto de honor en su contra. Los palabreros de la Casa Blanca desde el secretario de Estado, Antony Blinken, pasando por Juan González, Brian Nichold hasta llegar a Francisco Palmieri han reafirmado la posición de la administración del presidente Joe Biden de volver a las sanciones, flexibilizadas en petróleo, gas y oro que le permitirían a Venezuela cierto respiro financiero.
Ha habido algunas subidas de tono y otras poses más conciliadoras que vienen de la nación del Norte, pero duélanos o no, lo cierto es que en este momento es el oficialismo, sin dejar de disimular miedo, temor y la posibilidad de ser desalojados del poder en elecciones libres, equilibradas y limpias, quien tiene, digamos, el toro agarrado por los cachos. Una prueba es desconocer la validez de las elecciones opositoras ganadas por María Corina Machado que constitucionalmente violan los derechos políticos de los venezolanos. A lo mero macho, arrebato y gano.
No obstante, eso es una realidad, un paso dado por la oposición que ya no puede ser revertido. El país y el mundo lo saben. Muchos voceros oficialistas, otros de sus mercenarios políticos o los que promovieron la guerra sicológica desatada a través de las redes sociales y medios de comunicación, presagiaban, juraban y perjuraban que el 22 de octubre no habría la escogencia del candidato opositor. Eso no pasó y MCM se alzó triunfante. No obstante, tras recibir ese revés electoral dieron el siguiente paso cuando reafirman que sin chantaje «con o sin sanciones» en 2024 habrá elecciones. El mensaje es claro y directo. Un mensaje a García a buen entendedor.
No hay que olvidar que desde la entrada en vigencia de las sanciones económicas en tiempos del Catire Trump, el gobierno venezolano buscó ayuda en sus aliados internacionales. Rusia, China, Irán, Turquía y otras naciones de Suramérica no dejaron perecer a sus panas, amigos y camaradas bolivarianos permitiendo el comercio de petróleo, oro, minerales y otros «negocios» que le han posibilitado estar a flote, no ahogarse ni tirar la toalla, a pesar de la pandemia del Covid19 y de los crecientes casos de corrupción «no detectados» que han mermado el dinero de los venezolanos.
Por eso no son nuevas sanciones o que suspendan las actuales lo que desvele, quite el sueño o mortifique al gobierno. La habilitación política de María Corina Machado no será permitida. Sin embargo, en el margen de maniobra, negociación o milagro político que pueda resultar de las conversaciones entre el chavismo y los negociadores norteamericanos, está por verse cuando termine el último día de este mes. En la política como en el béisbol nadie puede cantar victoria hasta no completar el último «out».
A partir de allí creo pertinente recordar que es hora de pasar la borrachera electoral del 22 de octubre. Es momento de colocar los pies sobre tierra firme y segura. Eso es ser más inteligente que seguir cegados diciendo y repitiendo que «el pueblo habilitó a María Corina». Un eslogan no debe llevar a otra frustración colectiva. Si así fuera tendríamos hecho el mandado desde hace rato y a otro empacando maletas. Muchos olvidan que el gobierno no es mocho, ni tiene las manos amarradas y controla los poderes del Estado y sus instituciones, entre ellas, el TSJ y el CNE.
De todas maneras es válida cualquier expectativa, esperanza o frenético deseo de aquí hasta cuando el Sol se oculte el 30 de noviembre, pero no será después de ese día, quizá ni este mismo año, cuando conozcamos si el jefe de misión de Estados Unidos para Venezuela, Francisco Palmieri, Blinken, González, Nichol o todos juntos hagan el milagro de «cambiar» la posición del gobierno respecto a proscribir las inhabilitaciones políticas. Lo dudo. No veo al chavismo colocándose su propia soga en el cuello.
Un llanero diría que aún el camino es largo y culebrero. Esos dimes y diretes entre las partes negociadoras se extenderán a buena parte del 2024, tomando en cuenta que también en 2025 habrá elecciones de gobernadores, alcaldes, concejales, legisladores regionales y nacionales, donde asimismo la palabra más repetida en el léxico político, llamada «inhabilitado», le tiene suspendidos, expropiados y confiscados los derechos políticos a un montón de gente en éste país.
¡Amanecerá y Veremos!.
José Aranguibel Carrasco
Ilustración: Feyo