«El sistema de gobierno perfecto es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política». Simón Bolívar
El Sol aporta luz, brillo, calor y es la principal fuente de vitamina D imprescindible en la absorción del calcio necesario para mantener nuestros huesos fuertes y sanos. En el Zulia sus rayos penetran la piel como en ningún otro lugar del mundo. Sin duda es nuestro Astro Rey inspiración de gaiteros, poetas y compositores. Además de despertarnos, darnos calor y hacernos sudar mucho, es también una suerte de buen samaritano cuando ilumina la mente de la gente y contribuye a desplazar a los malos gobernantes, —como pasó en esta tierra hace dos años— en momentos que las sombras, oscuridad y tinieblas tenían sumergida a esta gran región en la desesperanza.
Dos años están cumpliéndose este martes cuando el 21 de noviembre de 2021 el mapa político regional cambió del color rojo al azul, —más del 75 por ciento de su geografía—, por la decisión soberana de la mayoría del pueblo zuliano al designar a un nuevo Gobernador opositor, 15 de 21 alcaldes, 9 de 15 diputados del Consejo Legislativo, mayoría de Cámaras Municipales y concejalías.
En el Zulia, recordemos, el tiempo estuvo literalmente detenido durante cuatro años desde diciembre de 2017 hasta noviembre del 2021, cuando por errores de estrategia, sordera y miopía el camino quedó sin obstáculos para que el oficialismo le pusiera la mano a la región opositora más importante y grande del país. Por algo un refrán dice que hay cosas que por sabidas se callan y por calladas se olvidan, pero eso no debe sucedernos dos veces.
No olvidemos que en las elecciones de 2017 el opositor Juan Pablo Guanipa venció al exgobernador Francisco Javier Arias Cárdenas, aspirante a la reelección en la Gobernación del Zulia, ganándole por un buen margen, sin lugar a dudas, al obtener 700 mil 755 votos, (51.35 por ciento), contra 646 mil 617 votos, (47.38 por ciento), asignados al líder del 4F de 1992. Hasta allí todo era esperanza, alegría, emoción y entusiasmo.
Sin embargo, el estado anímico de decenas, cientos y miles de zulianos que lo eligieron Gobernador, cambiaría en un abrir y cerrar de ojos, cuando Guanipa anunció que él no se juramentaría ante la Asamblea Nacional Constituyente, la misma que meses atrás elaboró las condiciones electorales de ese proceso de diciembre de 2017, sin cuestionarla o haber dejado de inscribirse. Esa acción política equivocada, errónea, desacertada y de metida de pata, meses después, sería admitida por Henrique Capriles Radosnki.
El daño estaba hecho. Ello terminaría de abrir la puerta grande a la llegada de Omar Prieto Fernández a la Gobernación del Zulia, a sólo semanas después que el CNE llamó a un nuevo proceso para la escogencia del primer mandatario regional. Correspondería a Manuel Rosales Guerrero asumir el reto de salir a buscar los votos tal como lo hizo semanas atrás por Guanipa, quien prefirió botar el juego al desechar, negarse y preferir no ser juramentado Gobernador electo por la alianza de partidos de la Plataforma Unitaria.
Ese esfuerzo no fue cosa fácil. La candidatura de Rosales Guerrero tenía ya, digamos, plomo en las alas. No por ser un desconocido o no tener suficientes credenciales de gerente público, sino que para desgracia del sector más vulnerable de zulianos y zulianas, correspondió a radicales opositores y a los llamados guerreros del teclado, enfilar su artillería en las redes sociales contra esas elecciones, alentando, promoviendo y logrando imponer la abstención en un significativo sector de la población, con lo cual contribuyeron a que el Zulia retrocediera en el tiempo en los cuatro años siguientes. Sin duda fue una conducta calificada de mezquina, despreciable y traidora.
Corresponderá a la historia no dejar en el olvido ese hecho político. Tampoco a la peor tragedia gubernamental que sepamos, nunca o jamás vivida en el estado Zulia, nacida en una circunstancia electoral de un error que recordarlo trae más pena que gloria. A partir de esa nueva realidad política, el estado que siempre ha sido el más importante de Venezuela, entró en una especie oscuridad, hibernación, letargo y adormecimiento.
Creció la desesperanza, el deterioro de los servicios públicos, desapareció la inversión no oficial, ganó terreno la corrupción, nació la persecución, expropiación y el despojo de empresas privadas. Además, desempleo, extorsiones, inseguridad, migración, apagones, saqueos, escasez de combustible y, rematando la llegada del Covid-19, obligó, diríamos, al último en salir a apagar la luz.
Sería llover sobre mojado seguir describiendo cada catástrofe, desgracia, infortunio, fatalidad o desdicha que significó para el Zulia la gestión del exgobernador chavista. Asimismo en las alcaldías del interior del estado la realidad no sería nada distinta, saqueadas, apagadas, paralizadas y destruidas.
Dos años de un total de cuatro, llevan los gobernantes electos en 2021 enderezando, corrigiendo y tratando de solucionar problemas no atendidos que han significado un gravísimo deterioro en la calidad de vida de la gente. Especialmente cuando ni medio para completar un real encontraron en los presupuestos de obras, programas sociales o en los balances bancarios. Hacer de tripas corazones les ha tocado sin excepción, limitados además del despojo que la región fue objeto después de la victoria del 2021, cuando la recaudación fiscal del Puente Sobre el Lago de Maracaibo, Puertos, Aeropuertos y peajes interestatales pasaron otra vez a control del centralismo.
Sin embargo, confianza, respeto al Estado de Derecho y garantías a la propiedad privada ha permitido cierto avance en el largo proceso de la recuperación económica del Zulia. A diferencia de la destrucción, devastación y estragos que significó el abandono de la planta física, suministros y dotación de los servicios de salud, educación, vialidad, seguridad, programas sociales, culturales y deportivos, entre otros, hay un esfuerzo, dedicación y un compromiso por el Zulia.
Desde el Gobernador, alcaldes, parlamentarios y concejales la tarea es hacer el trabajo bien, lo mejor posible y satisfactorio, aún cuando ello signifique reunirse con el alto gobierno del país, —verdadero responsable de los males de Venezuela— constitucionalmente encargado de entregar los recursos a estados y municipios. En resumen, dentro de dos años le corresponderá a los hombres y mujeres de esta Tierra Bendita evaluar, calificar y sacar conclusiones de cada gestión de gobierno.
Unos, seguramente, mostrando logros aspirarán a la reelección. A otros les sobrará solo deseos, ganas de llegar, pero quizá el compromiso no cumplido, su palabra, evaluación de su conducta pública o sólo haber desperdiciado tiempo y derrochar físico, seguramente cerrará el paso a la hora que en su organización política, grupo de electores o desde la sociedad civil sean postulados los candidatos de un próximo cuatrienio. ¡Amanecerá y Veremos!.
José Aranguibel Carrasco
CNP-5003
Ilustración: Feyo