Y en pánico, habría que añadir, porque el tigre en el que están montados, que se suponía domado y manso de tanto palo, se ha vuelto de nuevo cerril. Nadie, en una directiva de políticos avispados -líderes, lo que se llama líderes, no hay- se quiere desmontar. El miedo que sienten es como el que producen las enfermedades autoinmunes, no viene de afuera sino de muy adentro, de los quarks mismos del alma; no debe haber uno que no se sienta culpable de algo. Por lo menos de traición a sí mismo. En algo debe atormentar, incluso a los que tienen la concha más dura, darse cuenta de que tras un cuarto de centuria de poder omnímodo, su revolución nada hizo y todo lo destruyó.
El caso es que les fallaron todos los cálculos con las primarias y con María Corina Machado y han reaccionado tarde y mal; el pánico es mal consejero. Comoquiera que aquello de que fanatismo nacionalista es el último refugio de un canalla, ahora pretenden embarcarnos en una cruzada patriótica para “recuperar” al Esequibo. Lástima que Chávez y Fidel no estén vivos y no puedan declarar que ya ellos habían arreglado eso con los “hermanos” guyaneses. Deberían tomar el consejo de Stalin González, un político tan bien intencionado como agudo para el diagnóstico: “Yo creo que el Gobierno tiene que entender que el país no lo quiere”.
“Para cuando se ordenó la suspensión de los efectos de la Primaria, María Corina ya les había metido dos millones y medio de votos por el pecho, y ya había sido proclamada candidata”
Si el Gobierno entendiera eso, no hubiese puesto al Tribunal Supremo de Justicia a dictar medidas cautelares sobre un acto que había ocurrido una semana antes: suspender los efectos de las primarias. La impresión que da es que esa sentencia la tenían ya escrita hacía tiempo, pero, como estaban buscando los cobres con los gringos, no se atrevieron a hacerla pública. Ocho días después les daría flojera ponerse a escribir un fallo sobre una situación que ya se había movido.
Para cuando se ordenó la suspensión de los efectos de la Primaria, María Corina ya les había metido dos millones y medio de votos por el pecho, ya había sido proclamada candidata, ya había sido reconocida como tal Urbi et Orbi y, lo peor, ya era la líder de la oposición a quienes, los venezolanos y los pocos políticos opositores que importan le habían declarado su amor, más que amor, frenesí. Ahí se les quedaron fríos todos los alacranes opositores, a ver qué hacen con ellos ahora. Nada de raro tendría que, cuando perciban que se hunde el barco, salten la talanquera; entrenamiento tienen, son buenos en eso.
Con más de nueve de cada diez votos, la dama Machado está tranquila. Tal fue la ventaja que ni siquiera habrá lugar para abrir el tan presagiado debate sobre quién iba a sucederla, si el segundo o el tercero en la lista u otro candidato. Si los directivos del chavismo se empeñan tercamente en impedirle participar en las presidenciales, ella es ahora la gran electora.
Es posible que todavía no sea tarde para que los timoneles chavistas corrijan el rumbo y no hundan el barco. Al lado tienen un vecino que los puede ayudar, Lula da Silva. Salió del gobierno, y cuando le tocó perder se defendió en las instancias en que le tocaba hacerlo. Estuvo preso, salió libre, volvió a la lucha política y es de nuevo presidente. ¿Por qué no puede un chavista tener la misma parábola? Si ha sido un político medianamente honesto, en este país nada tiene que temer. Olvídense de buscar consejos en Cuba, que de opresión y represión saben mucho, pero de hacer política en un sistema un poquito democrático, no saben nada. Los dilemas que ellos les han planteado, son falsos, solo existen en sus mentes.
Además de no quererlos, los venezolanos ya decidieron tomar otro camino. Hay ejemplos de qué hacer en esos casos. Cuando el MAS era el partido de Pompeyo Márquez, Teodoro Petkoff, el viejo Eloy Torres y una pléyade de pensadores y políticos expertos y cultos, hubo de pronto el sueño de que era posible “asaltar el cielo” en 1973. Pero ganó Carlos Andrés Pérez e hizo lo que el MAS habría hecho: subió los salarios, prohibió los despidos, aumentó en términos reales el nivel de vida, nacionalizó el petróleo y el hierro, inició el Plan de Becas Ayacucho y un largo etcétera. Alguien sugirió que el MAS se había quedado sin agenda política. Creo recordar que fue Pompeyo quien dijo: “Vamos a acompañar al pueblo en su experiencia”, y esa fue la política. Hagan eso, es lo que les toca.
Francisco Suniaga