En algún lugar de Venezuela, tal vez de la Venezuela adentro, ocurrió esta historia que ha intrigado a los que la conocen, por su crudeza y por el sufrimiento que padecen algunos de los relevantes personajes inmiscuidos en ella.
Una historia más o menos oculta, como se ocultan estos asuntos cuando los pueblos son pequeños.
Generalmente toda la población sabe lo que ocurre , pero la mayoría mira para otro lado o simplemente deja que sean los otros quienes hablen y por tanto no se comprometen.
A la distancia y con el tiempo transcurrido algunas cosas se pueden ir diciendo, sin que familiares y amigos de los protagonistas se molesten por los comentarios.
Otero Silva contó en Oficina # 1 , el amor a escondidas de Carmen Rosa con el maestro del pueblo.Una historia de amor en la Venezuela petrolera.
Parecía un chisme , pero era verdad todo lo que se decía a hurtadillas y en pequeños conciliabulos.
A la que voy a referirme tiene mucho que ver con un amor, a mi manera de ver oculto por razones económicas y de precariedad.
Como en todos los pueblos había una pulpería y por supuesto un pulpero que vendía con sobreprecio los bienes que fiaba a los pobladores.
Esa es una razón por la que la gente desconfía de los comerciantes, también este pulpero tenia arreglado el peso y entre gramo y gramo algo le iba quedando.
De alli que el compadre de Pancho cuando no encontró a su mujer en el rancho, supuso que estaba en la pulpería comprando las vitoallas para la cena.La negrita no llego a la seis y tampoco a las nueve ;¿donde estará?se preguntó de inmediato, en tanto el niño lloraba desconsoladamente en el chinchorrito donde solía dormir.
Preguntando por allí a unos y otros se enteró de los amores de su mujer con el pulpero.Como siempre ocurre , el último que se entera es el marido.
Se fue a casa de su compadre Francisco a quien le decían Pancho y le contó su tragedia.
Pancho nada podía hacer por consolar a su compadre , que lloraba amargamente por la afrente y porque se había quedado sin la negrita una mujercita menuda pero bonita, de nariz aguda y piernas de tenista.
Para colmo la pulpería estaba cerrada y no había donde tomarse un trago.
En el dolor solo atinó a decirle , compadre Pancho si usted la ve dígale por su hijito que vuelva otra vez.