“Debemos educar al ciudadano para que aprenda a utilizar el poder en forma compartida.” Carlos Fuentes.
En Venezuela, y en los países latinoamericanos en general, hemos conocido la crudeza y los horrores de las dictaduras así como las fortalezas y debilidades de las democracias, porque hemos sufrido los rigores de unas y las inequidades de otras; es decir, las hemos vivido con todas sus realidades, atrocidades y perversidades; por periodos cortos y largos, aunque existen generaciones enteras que las ha padecido o disfrutado, desde el punto de vista personal o grupal, en el ejercicio de lo que se ha dado en llamar la política.
Para reconstruir la confianza en las instituciones y entre nosotros mismos que permita la refundación de un nuevo país vamos a necesitar una política que enamore y que ese amor dure eternamente.. Podrán decirme que eso hace la política permanentemente, pero no, se trata de un cambio de actitudes de todos y más aún del nuevo liderazgo político por qué tenemos que educar para la democracia y hacer que el enamoramiento dure para toda la vida. Conocer, poner en práctica y defender sus principios y sus valores que deben traducirse en derechos y deberes ciudadanos, por qué en eso debemos transformarnos, en ciudadanos si queremos reconstruir el país sobre nuevas bases ideológicas y políticas sobre las cuales edificar un nuevo modelo económico más productivo, más equitativo y más justo.
Hace algún tiempo el premio nóbel de economía, Douglas North, expresaba que hay sistemas que recompensan la distribución de los ingresos y otros el robo. La pregunta es por qué algunos tienen calidad en sus instituciones y otros no. En realidad, concluye, la calidad de las instituciones es una causa y un efecto del grado de desarrollo de los países. Es lo que él llamó “la democracia institucional” con lo cual contradecía la posición de la corriente liberal que criticaba el papel del Estado, al cual consideraba como un obstáculo al desarrollo económico.
Debemos tener claridad de que las universidades son, entre muchas otras, instituciones políticas, que deben y tienen que conservar su autonomía frente al Estado ya que en un mundo dominado por la sociedad del conocimiento difícilmente podrá desplazarse la importancia de la investigación y sus resultados de las consideraciones para el desarrollo de la humanidad.
Las grandes potencias se interesan más por exportar e importar información que por los mismos recursos naturales que antes movían sus arsenales industriales. La información domina al mundo. Se observa un escenario cada vez más turbulento, con cambios drásticos que modifican la concepción del universo y de todos los que habitamos en él. La educación y el desarrollo de la ciencia y la tecnología, son aliados fundamentales para mejorar los niveles de vida de la población y para lograr mayores grados de competitividad en los complicados escenarios económicos de hoy.
Soy de los que creen que la humanidad se encuentra en estos momentos en una encrucijada entre la inviabilidad del sistema socialista y la eliminación de las injusticias, debido a las distorsiones en su funcionamiento del sistema capitalista.
Por eso digo que necesitamos una política que enamore, pero que el liderazgo político no se deje seducir por los encantos del poder. El poder es un medio, no un fin. El poder es para poder hacer, no para poder tener, y mucho menos, sólo para poder tener poder. No es un simple juego de palabras. Es una visión distinta del poder que implica un cambio de actitud de quienes procuran obtenerlo y ejercerlo. Por eso creo que las universidades como instituciones políticas también tienen en este momento la oportunidad de cancelar su deuda institucional con la humanidad, empezando por su entorno más cercano.
Entre uno de sus objetivos debe estar privilegiar su función de investigación y su función de extensión que le permita promover el mejoramiento de la calidad de vida de la colectividad regional, ofreciendo sus servicios y opciones de educación para el trabajo; integrando a la universidad al diseño y ejecución de proyectos trascendentes enmarcados en la formulación de políticas de desarrollo; gestionando con el sector privado la ejecución de programas socioculturales, tecnológicos y de investigación aplicada; propiciando la creación de espacios y eventos que promuevan el desarrollo sustentable y estimulando el intercambio y la transferencia de información, conocimiento y tecnología con el mundo entero.
Las universidades venezolanas como instituciones axiológicas, futurológicas, y teleológicas que son, tienen la urgente obligación de renovarse y transformarse dentro de una nueva visión del universo. Sus estructuras académicas deben ser flexibles para poder adaptarse a la cambiante situación del mundo moderno, y sus estructuras administrativas, legales y financieras deben ser más ágiles y adecuarse a los cambios en la estructura académica.
Neuro J. Villalobos Rincón