Articulistas como Kaled Yorde (+), Neuro Villalobos, Ángel Oropeza y el SJ Luis Ugalde -entre otros- han tratado de buscar explicaciones y soluciones a la situación humana por la que atraviesa Venezuela. Recientemente, mi amigo Briceño Aldana, quien tuvo que huir de Maracaibo, luego de las amenazas frecuentes de las que fue objeto por parte de las organizaciones delictivas, reflexionaba sobre el daño espiritual que sufre la sociedad
Aldana exponía que en Venezuela se sembró una “semilla” que ha generado ese daño espiritual que hoy refleja la sociedad. Un sufrimiento que padecen las mayorías, producto de las acciones de quienes monopolizan el poder y han provocado el éxodo de más de siete millones de venezolanos, que dispersos por el mundo padecen la destrucción de su núcleo familiar, abandonan sus propiedades y truncan sus carreras profesionales y sus planes de vida.
La semilla de la maldad sembrada en el corazón de Venezuela ha facilitado que la nomenclatura chavista frustre las expectativas de las grandes mayorías, generen desilusión y poca esperanza en sus futuros, especialmente en los jóvenes, que ven escasas opciones para su desarrollo y reciben el impacto del mal ejemplo de quienes ostentan el poder, con sus saqueo de los dineros públicos, violación de los derechos humanos y su alianza con países nada ejemplarizantes y adversos a los valores de las democracias occidentales.
Ese espíritu destructivo, al cual se adhirió Venezuela, está arrastrando al mundo hacia una confrontación de ilimitadas consecuencias, en la que la guerra informativa trata de justificar los extremismos en detrimento de la verdad. Ese mundo de barbarie impulsado por los enemigos de la democracia y sus valores, solo aspira al dominio e imposición de sus preceptos, irrespetando la libertad de expresión y los derechos humanos. La religión, en este contexto, solo sirve para justificar sus intereses, incluso por la vía violenta, y poco importan los aspectos humanos y mucho menos el aprovechar los avances de la humanidad hacia estadios superiores de civilidad.
No son casuales lo ocurrido con la pandemia Covid 19 y sus efectos sobre la humanidad, con la dudosa participación de China en la gestación del virus y su propagación, la posterior maniobra genocida de la Rusia de Vladimir Putin en Ucrania solo para satisfacer sus ambiciones imperialistas, el asedio constante de Pekín contra Taiwan, lo ocurrido en Israel con los ataques (ahora justificados por el eje mundial comunista-islam) del grupo terrorista Hamás que dejaron miles de muertos.
En esos hechos, el régimen chavista -controlado por la Cuba de los hermanos Castro- ya es protagonista. Las innumerables denuncias sobre la presencia en el país de células de Hamás y Hezbollah y los vínculos del “supuestamente excluido”, Tareck El Aissami y su familia de origen sirio-libanesa, con estos grupos terroristas, está convirtiendo lentamente a Venezuela en un objetivo militar de occidente.
La semilla del mal sembrada por una dirigencia cargada de frustraciones, resentimientos, de ideologías políticas destructivas, irrespetuosa del pensamiento plural, violadora de los derechos humanos y que llenó de resignación y frustración a la sociedad venezolana, ha generado un contexto desesperanzador que propicia el control de su nomenclatura.
La perdida referencial de Venezuela, símbolo de progreso para el continente y el mundo, es la victoria del comunismo que ha posibilitado el control de su sociedad, utilizando para ello, el modelo del “Estado Todoporoso” que erróneamente construyeron sus partidos demócratas y permitió la concentración de la riqueza petrolera, el afianzamiento de una sociedad supeditada a la subvención de la vida pública y privada (incluyendo al sector empresarial) y del control de las instituciones judiciales, legislativas y ejecutivas. Esta falla histórica facilitó la estrategia controladora instrumentada por el castro-chavismo.
La destrucción de los símbolos que caracterizaron al país antes del chavismo, construidos con mucho esfuerzo por el Pacto de Punto fijo y el liderazgo de Rómulo Betancourt durante 40 años, es el mayor logro del identificado enemigo cubano, Fidel Castro, que impulsó la imposición de unos ideales que, ya lo decía el padre de la democracia, llenarían de sangre y pobreza a Venezuela y al continente latinoamericano. A más de un siglo de aquel presagio, la realidad muestra que el comunismo y sus preceptos trabajan a largo plazo, con la anuencia de sus demócratas y el apoyo de sus sistemas educativos y judiciales.
Venezuela vive tiempos tormentosos, la sociedad siembra su halo de esperanza en lo que pueda ocurrir en las primarias de la oposición, “el próximo 22 de octubre de 2023”, y su evidente victoria de María Corina Machado, quien luego encarará las elecciones presidenciales en 2024 para tratar de sacar a Nicolás Maduro. Un proceso nada fácil, lleno de complicidades, traiciones, artimañas judiciales y electorales que entorpecen la aspiración de las mayorías y de Estados Unidos de “materializar una contienda justa y transparente”.
La reciente crítica del analista, Pedro Mario Burelli, sobre las erróneas políticas del gobierno de Joe Biden, y la presencia de su inexperto artífice de las conversaciones con el régimen, el colombo-americano, Juan González, siembran dudas sobre las posibilidades de realizar una proceso electoral justo y transparente. Hay que tener claro que en todo proceso de negociaciones, se dan a conocer públicamente ciertos resultados, pero los más importantes permanecen ocultos para la opinión pública.
Lo que se evidencia es que la tesis expuesta en 2022 por el secretario de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, relacionada con la “cohabitación”, muestra que en la oposición se generó un “sismo” entre un grupo adverso a negociar impunidad con el régimen, inclinado por castigar a los violadores de los derechos humanos y a los corruptos que empobrecieron al país, generando la destrucción y el éxodo de millones de sus ciudadanos; el otro sector, se inclina por un proceso de transición, con un mandatario que garantice la cohabitación y el no castigo a los corruptos y genocidas.
El tiempo dirá que tesis se impondrá. Los resultados del 22 de octubre y la actuación del régimen con su andamiaje legal que buscará afectar a María Corina Machado marcarán el futuro político del país. Su victoria no garantiza que el régimen de Nicolás Maduro, ante una eventual derrota, entregue el poder, ya que sus negocios y relaciones oscuras hacen difícil que se desmonte el narcoterrorismo y la corrupción de sus aliados internos y externos.
La otra advertencia de Briceño Aldana está relacionada con el trabajo espiritual que debe emprenderse para sanar a Venezuela. Es un esfuerzo humano que conducirá -necesariamente- hacia un estado de paz, respeto y convivencia, muy necesarios para convertir a Venezuela en un faro guía para el continente, tal como lo fue antes.
@hdelgado10