Fotografías: Gustavo Baüer
El lago de Maracaibo se muestra en estos días sucio y maloliente. Las costas de la capital del Zulia y otras poblaciones alrededor del descomunal espejo de agua, son bañadas por un espeso liquido de aguas mezcladas con petróleo pegajoso y otros hidrocarburos, basuras de todo tipo y un creciente amasijo de algas verde azules que flotan en su superficie y oscurecen las aguas bajo ese manto.
Desde las playas de uso recreacional, los palafitos, clubes, hoteles y marinas, las viviendas y edificios en las orillas, hasta los muelles y embarcaciones, sufren por el verdor flotante en el lago, el persistente petróleo, las basuras que las corrientes no dejan de traer en cada ola, y la fetidez de los gases generados por una combinación indeseable de sustancias que arriban sin cesar a las oscuras profundidades de esas aguas que en otros tiempos fueron cristalinas.
Lago adentro, se prolonga el contaminado estado y mal aspecto de esa inmensa masa de aguas. Así lo evidencian embarcaciones de todo tipo, redes de pescadores y las infraestructuras como el puente y todo aquello que la otrora pujante industria petrolera, sembró en los sumergidos sedimentos lacustres. Todo se daña al contacto con las aguas putrefactas. Todo se mancha de petróleo, al ser bañados por la espesa “sopa” que incluye algas indeseables y basuras que flotan y navegan arrastradas por la dinámica de corrientes en el lago.
Petróleo y otros hidrocarburos, salinidad, exceso de nutrientes como nitrógeno y fósforo, ausencia de luz solar y fotosíntesis por la oscuridad que impera bajo la capa flotante de algas y los compuestos de azufre y nitrógeno que allí se producen en condiciones anaeróbicas, forman un dinámico e indeseable proceso degradante que ocurre en las aguas del lago. De allí nacen lo gases con malos olores que emergen desde las profundidades y la brisa dispersa sobre las poblaciones costeras. Y en temporada de lluvias y tiempos de calentamiento global y cambio climático, esa problemática se agudiza.
El lago alberga un laboratorio bio químico que genera caos. De “tormenta perfecta” podría calificarse lo que allí ocurre en la actualidad.
Daño visible e invisible
La contaminación del lago lleva décadas y en ocasiones se hace visible. Los investigadores científicos, diversos sectores y ciudadanos del Zulia, lo vienen señalando desde hace muchos años. Está empeorando, pero en momentos como este en que se agrava y se manifiesta evidente para las fotos y videos, y es -como ahora- visible hasta desde satélites más allá de la atmosfera terrestre, estalla la preocupación ciudadana y se encienden las alarmas de quienes se preocupan por el lago mayor de Suramérica, emporio de diversidad biológica y que pudiera ser el pivote fundamental de las actividades económicas y del desarrollo de la región occidental del país.
El lago preocupa, conmueve, entristece y moviliza.
Cuando la problemática emerge gracias a la preocupación ciudadana y el ruido que hacen ONGs, académicos, pescadores, periodistas y otros, conmovidos por estremecedoras imágenes del asqueante caos que sufren las aguas del lago, se presenta también una gran oportunidad para impulsar soluciones y acentuar la didáctica del complejo sistema de funcionamiento del lago y su cuenca hidrográfica. Una gran oportunidad para que todos aprendamos más sobre ecología y ambiente. Un escenario propicio para la pedagogía que eleve la educación ambiental de los ciudadanos y en especial de aquellos en posiciones cruciales para la toma de decisiones que afectan directamente las vidas de todos.
Lo visible dispara la alarma y el lago se convierte en tema de interés público, una vez más… Otro momento propicio para estudiar, conocer y entender cómo funciona ese sistema complejo que el lago y su contexto.
El caos que, en estos días, visualizan millones de personas, en imágenes que circulan por redes sociales y algunos medios de comunicación, es una realidad que los habitantes del Zulia perciben con sus propios ojos y olfato, y sufren cotidianamente sus consecuencias.
Lo que allí vemos, podríamos desglosarlo en sus principales componentes:
1-. el insólito verdor predominante en las aguas
2-. el oscuro petróleo presente aquí y allá,
3-. …y residuos sólidos de todo tipo que flotan y navegan esas aguas, mueven los marullos y se acumulan es cualquier resquicio de las costas, ahora mal olientes.
Algas, petróleo y basura dominan la foto. Son la capa exterior del caos. Lo primero que vemos. Pero “la procesión va por dentro”. El daño es contaminación severa, una enfermedad que carcome hace años la vitalidad del lago, acaba con su salud biológica, reduce la calidad de sus aguas y las poblaciones de peces y otros animales acuáticos, impacta las aves y plantas en sus riberas, inhibe el uso humano de sus aguas, y acelera su proceso de eutroficación, conduciéndolo a una muerte prematura. El lago está cambiando y muriendo frente a nuestros ojos.
Nuestro espejo
El lago de Maracaibo es el espejo de lo que somos quienes, por habitar esta golpeada nación, estamos llamados a cuidarla.
Dicen algunos que cómo está tu casa, refleja cómo está tu alma. Y el lago con su cuenca, es la gran casa que habitan varios millones de venezolanos y extranjeros. Lo que es hoy ese espejo de agua, refleja lo que somos, y seguramente nos muestra cómo estamos.
Allí se retratan nuestras erróneas formas de gestionar la naturaleza, ocupar los espacios, usufructuar las aguas del lago y los recursos en ellas, manejar los desechos líquidos y sólidos de nuestras actividades, o intervenir ecosistemas y zonas de vida. La gravedad de la salud del lago evoca nuestros estilos de vida antropocéntricos, nuestro ignorar las leyes de la naturaleza, nuestro obviar responsabilidades y sobre todo nuestro desconocimiento y falta de entendimiento de esa magnifica conjunción de factores naturales y ecosistemas que motorizan la vitalidad del hermoso lago al que apenas nos asomamos.
El lago proveía de agua a Maracaibo hasta casi la mitad del siglo XX. Los peces, cangrejos, camarones y otros animales acuáticos del lago, eran importante fuente de alimentación para los habitantes de la región. El lago era medio de transporte y hasta hidroplanos le usaban en vuelos regulares. Las playas del lago eran soporte esencial de la recreación y el esparcimiento, de la salud mental y el turismo local. De sus entrañas se extrajo buena parte del petróleo que permitió modernizar el país en la segundad mitad del siglo XX. El lago ha brindado importantes servicios a la sociedad y ha sido pieza fundamental para la conservación de la diversidad biológica, la regulación climática y el equilibrio de la naturaleza en la región.
Hoy día, la desafortunada gestión del lago y su territorio circundante ha anulado ese mundo de posibilidades que fue el lago. Por dar apenas un ejemplo, en la actualidad ninguna la playa del lago es bañada por aguas aptas para contacto humano. Los niveles de coliformes fecales y totales, indicadores de la calidad de las aguas, sobrepasan los límites señalados por las regulaciones sanitarias.
Urge enmendar lo que le hemos hecho a este valioso lago y su muy especial territorio circundante, por acción u omisión. La mala gestión pública y la actitud poco cónsona con la naturaleza de muchos ciudadanos, enfermaron al lago. Ahora apremia la necesidad de ayudarle a sanar.
Y para acertar en el tratamiento hay que afinar el diagnóstico y entender cómo funciona ese sistema natural que conforman el lago propiamente dicho, el estrecho de Maracaibo y la bahía de El Tablazo, el golfo y el gran territorio de la cuenca hidrográfica cuya extensión la determinan los 135 ríos de régimen permanente que vierten sus aguas en el lago tras recorrer largos caminos de sus cauces desde las cabeceras y nacientes, muchas de ellas en Colombia. Las aguas frescas, no salobres, de esos ríos que incesantes vienen a morir al lago, definen el área de la cuenca, nutren e impactan la calidad y volumen de las aguas en el lecho del lago, que las corrientes mueven en sus entrañas.
El lago es muchas cosas. Es una hoya hidrográfica con una boca de poca profundidad, abierta al golfo. Aloja una descomunal masa de agua, que está en constante movimiento; que al sur son aguas frescas (no salobres) y son saladas al norte. Un cuerpo de agua con islas naturales y artificiales. Un gran humedal que aloja a otros humedales esenciales para la portentosa diversidad biológica que habita la cuenca, como la laguna de Los Olivitos, las ciénagas de Juan Manuel, el delta del Catatumbo o El Escalante, los bosques de manglares, y muchos otros nichos de vida en sus riberas y zonas adyacentes. Las costas del sistema lago son más de 700 Km de áreas frágiles y variadas, de encuentro y amortiguación entre el inmenso volumen de agua que aloja, movida por corrientes y mareas, y la tierra firme.
La complejidad de ese conjunto sistémico de zonas de vida que es el lago y su cuenca, requiere combinar políticas desde diferentes ámbitos que acerquen las soluciones a sus problemas fundamentales y devolver los parámetros que miden su salud, a niveles dentro de los rangos que la propia resiliencia de ese magnifico humedal puede manejar. Restituir los volúmenes de aportes contaminantes a cantidades que no superen la capacidad de auto depuración del lago, es un imperativo.
Orografía inexorable
La geografía de la cuenca es una depresión natural; una hoya hidrográfica, cuya parte más honda está en el lago mismo; un hundimiento del suelo cuya superficie o cara visible, que llamamos “espejo de agua”, se expande unos 13.000 km2. La parte más honda del hoyo está en el centro sur del lago propiamente dicho, el saco donde la profundidad puede pasar de los 32 metros. Es un lago con una boca o apertura en su zona norte que lo comunica con el golfo de Venezuela. Esa apertura que lo une con las aguas caribeñas del golfo, es “la barra” y se encuentra en el límite norte de la bahía; y es la zona de menor profundidad del sistema lago y allí se verifica un intercambio donde aguas frescas del lago salen y entran a él aguas marinas.
Todas las aguas superficiales del territorio que rodea el lago, vienen a caer en él. Fluyen de una u otra forma hacia esa parte hundida de la olla. Caen allí inexorablemente. Las aguas de lluvia, de ríos, quebradas y cañadas, y también las aguas de diversos ductos que ciudades y pueblos han apuntado hacia el lago para deshacerse de sus aguas usadas, y desecharlas.
Por gravedad bajan al lago las aguas de 135 ríos permanentes que descienden desde las altas cordilleras andinas venezolanas, desde altas montañas en Colombia, desde la sierra de Perijá y otras tierras más elevadas que esa depresión que es el lago y que su parte más honda es una fosa con unos 32 metros de profundidad.
El lago es entonces el gran receptáculo de todas las aguas en la cuenca; las naturales y las que ensuciamos… todas.
Las aguas de lluvias caen en él. Incluso aquellas a veces recogidas por alcantarillas, conducidas por ductos y cañadas embauladas o no, terminan en el lago cuando bien pudieran ser almacenadas en aljibes para usos alternativos. Esas lluvias que parcialmente atrapamos en alcantarillados, también aportan agua al lago.
El lago comienza en las cabeceras, en las nacientes de los ríos que terminan descargándose en él. Los ríos depositan en el lago agua no salobre y todo lo que cae en el lecho del río y lo que a su paso arrastran en su incesante fluir aguas abajo. Recogen agua de lluvia y de sus laderas, sedimentos y restos vegetales. A esos ríos vierten sus aguas residuales poblaciones de sus orillas sin sistemas de tratamiento. También caen a esos ríos los residuos del uso de agroquímicos, fertilizantes, pesticidas, herbicidas y otros productos usados en labores productivas rurales. Aguas residuales de cochineras, polleras, productoras de huevos, lecheras y otras instalaciones de actividades humanas en zonas rurales, son vertidos directamente a los ríos o llegan a ellos por escorrentía natural de los suelos; las aguas contaminadas agropecuarias terminan en los ríos que van al lago sin cesar.
Algo crucial a tener en consideración es que el lago es el corazón de una cuenca hidrográfica que se extiende en un territorio de cerca de 90.000 Km2. En el mundo hay 79 países más pequeños que esa cuenca.
Y del amplio territorio de la cuenca del lago de Maracaibo, alrededor de 13.300 Km2 son territorio de Colombia y unos 76.700 Km2 están dentro de nuestro país. Es una cuenca cuya administración y conservación requiere acuerdos y coordinación entre ambas naciones.
Pero también las aguas del lago comienzan en cada lavamanos, poceta, lavaplatos, desagüe de lavadora o de duchas y bañeras, en cada sifón de piso, de los apartamentos, casas y otras infraestructuras con instalaciones sanitarias… Esas aguas domesticas de hogares y oficinas, escuelas y liceos, tiendas y fábricas, de empresas de todo tipo o cualquier otra estancia, van al lago como van las del vaciado de piscinas o las de autolavados, laboratorios y hospitales.
Todas las aguas que desechamos en pueblos y ciudades de toda la cuenca del lago de Maracaibo, terminan en él. Y siendo aguas residuales, o sea usadas, contaminadas, alteradas en su composición físico-química, contaminan al lago. Son las llamadas “aguas negras” urbanas que en teoría y por ley, debieran ir a plantas de tratamiento que las estabilicen y depuren antes de ser vertidas en ríos de la cuenca o directamente en el lago. Pero la realidad es otra. En la mayoría de los casos no existen tales instalaciones de limpieza de esas aguas residuales; los gobiernos y empresas no las han construido. Y en otros casos, como el de las aguas negras de Maracaibo, la red de cloacas las conduce a dos plantas de tratamiento, una al norte y otra más reciente al sur, con capacidad más que suficiente para depurar la mayor parte del volumen de aguas residuales que genera la golpeada ciudad; pero esas complejas instalaciones de depuración no funcionan a cabalidad Se ha dicho en estos días que hay 27 infraestructuras, entre plantas de tratamiento y estaciones de bombeo de aguas negras, en las riberas del lago. Pero ese inventario que requiere ser actualizado y evaluado, muestra evidencias de que las autoridades que tienen a su cargo la operación de tales necesarias instalaciones, no las mantienen en funcionamiento eficaz. Una realidad nada nueva, pero si indignante e injustificable.
Por otra parte, las operaciones de lo que sobrevive del sector industrial, producen aguas residuales que en muchos casos requiere e incluso algunas tienen, sistemas de depuración particulares, para evitar el vertido contaminante al lago. El estado de funcionamiento y eficacia de tales instalaciones requiere de evaluación y apoyo.
Actualizar el inventario y el estatus de los sistemas de tratamiento de aguas residuales domesticas e industriales, es urgente para evitar esos caudales contaminantes que seguramente están contribuyendo a dañar la calidad de las aguas del lago. Otro tanto es urgente hacer con nuevas empresas y en instalaciones como las camaroneras cuyos procesos adyacentes al lago, seguramente, en su intercambio de aguas, están desechando en el lago carga de nutrientes contaminantes.
Al lago lo hemos convertido en el mayor receptor de aguas residuales de la región. En el vertedero de nuestros detritus y aguas de desecho. Nuestro mayor sumidero.
Nutren el verdoso caos
Las aguas residuales urbanas, los efluentes de actividades agro pecuarias, los restos vegetales del arrastre en las cuencas de los ríos, y otras fuentes, contribuyen al inmenso caudal de “detritus” que llega al lago con una portentosa carga de los llamados nutrientes. Traen a las aguas del lago, inmensas cantidades de Nitrógeno, Fosforo y otras sustancias que sobre pasan la capacidad de auto purificación del cuerpo de agua y propician el crecimiento exponencial de plantas acuáticas (lemna y otras), y de las algas y bacterias que habitan las aguas lacustres.
Algas verdi azules, algas diatomeas y algas verdes suelen estar en el lago y conforman el necesario fitoplancton del que se alimentan los peces y otras especies. La sobre disponibilidad de nutrientes propicia especialmente el crecimiento abundante de las verdi azules que desplazan a las otras y ocupan cada vez más espacio en la superficie lacustre, formando una gruesa capa que le imprime al lago el denso color que en estos días impresiona a todos y que algunos llaman “verdín”.
Las algas verdi azules son bacterias. Las bacterias son maravillas de la naturaleza; son de los organismos vivos más sencillos pero muy hábiles para llevar a cabo reacciones químicas complejas. Las bacterias son esenciales para la existencia de todas las formas de vida. Las verdi azules o cianobacterias, contienen clorofila (el pigmento que proporciona el color verde, característico de las plantas) que les permite usar la luz solar para crecer. Son algas con capacidad para la fotosíntesis, captan carbono atmosférico y producen materia orgánica, o sea aportan oxígeno a las aguas del lago. No obstante, esas habilidades y atributos de las algas verde azules y otras, se manifiestan ayudando a la vitalidad del lago cuando las condiciones ambientales son adecuadas y no las actuales. Hoy día esos atributos se convierten en factores de deterioro del lago por el exceso de nutrientes que exceden los límites deseables y desatan procesos nada saludables para el conjunto de elementos bióticos en ese maravilloso ecosistema que es el lago de Maracaibo.
La capacidad auto purificadora del lago enfrenta el desafío de nuestros desechos y errores. La salinidad y el volumen de carga orgánica, basuras e hidrocarburos que recibe, retan también su habilidad para sanar.
Actualmente el lago alterado y sumido en cruentos desequilibrios, registra un hiper crecimiento de esas algas verde azules, que ha hecho desaparecer las otras constituyentes del fitoplancton. Predominan ellas que con su carga de toxinas no son apetecibles para la fauna acuática y representan un potencial peligro para la salud humana y de otros organismos vivos.
En adición, la gruesa capa que forman esas algas verde azules que se extiende por gran parte de la superficie lacustre, inhibe la penetración de la luz solar a las profundidades donde habitan peces y otros organismos acuáticos.
Mortal laboratorio
El mal llamado “verdín” impide los procesos fotosintéticos y absorbe los volúmenes de nitrógeno y fosforo que el lago recibe provocando condiciones de ausencia de oxígeno, anoxia. Crea condiciones anaeróbicas en las aguas profundas del lago.
También contribuye al fenómeno de crecimiento desmesurado de las algas verdi-azules o cianobacterias, el incremento de temperaturas. Se ha estimado que, por cada 10 grados centígrados de incremento de temperatura, se duplica el ritmo de crecimiento de esas algas. En un escenario de calentamiento global del planeta como el que vivimos, no podemos dejar de considerar ese factor imponderable.
Igualmente, al multiplicarse las verdi azules producen materia orgánica abundante que al caer al fondo llevando nitrógeno, y encontrar elevados niveles de salinidad en ese ambiente anaeróbico de las oscuras profundidades, produce amoníaco y también contribuye a generar los gases putrefactos que resultan de la descomposición anaeróbica.
La salinidad es un factor coadyuvante a los indeseables procesos de intercambio químico que hoy se presentan en el lago. Esa salinidad es inducida al lago por la entrada de aguas marinas provenientes del golfo que logran penetrar por el estrecho atravesando la barra del lago. Esa zona que es la boca de salida que conecta el lago con el golfo y que por su escasa profundidad (que en la bahía alcanza apenas entre un metro y metro y medio) no permitiría entrar esas aguas salobres en volúmenes significativos, no sería un problema. Pero el dragado realizado en esa zona para hacer un canal de suficiente profundidad que permitiese el paso de buques petroleros y otros de gran calado, ha ampliado el área natural de la boca del lago, propiciando la entrada de un importante caudal de aguas saladas que alteran la normal composición físico-química de las aguas frescas que aloja el portentoso cuerpo de agua. Y así, se hace presente la salinidad que contribuye a la estratificación del llamado saco del lago.
A esta indeseable combinación de factores que agudizan la desoxigenación de las aguas y aceleran el natural proceso de eutroficación del lago, se suma la presencia de corrientes que remueven los fondos donde se está generando el amoníaco, haciéndolo subir a las algas verdi azules flotantes y haciendo que muera parte de ellas y que caigan al fondo, completando y repitiendo una y otra vez el ciclo de desequilibrios y crecimiento de la Demanda Bioquímica de Oxigeno DBO.
Esas corrientes naturales del lago, están impulsadas por los caudales de los ríos afluentes. En tiempos de lluvias crece ese caudal que arriba con su carga de nutrientes y también con la fuerza suficiente para empujar y mover las aguas del lago, propiciando los procesos de intercambio químico indeseable y la traslación de los contaminantes. Con el impulso de la fuerza de los ríos, algas verdi azules y basuras circulan por la inmensidad del lago y se dinamiza el ciclo de nutrientes y algas generando el amoníaco y gases malolientes de sulfuro de hidrogeno, CO2 y otros elementos; en fin, envenenando las aguas…
El río Catatumbo que arriba al lago descargando en él sus aguas que trae sin cesar desde sus nacientes en las montañas colombianas, es el que mayor volumen de aguas trae y aporta al lago. El Catatumbo vierte al lago más del 50% de las aguas fluviales que los ríos aportan a esa reserva inmensa de aguas que es el lago de Maracaibo. La potencia de ese rio es el principal movilizador de las corrientes lacustres en épocas de altas precipitaciones.
EL PETROLEO suma caos
En las aguas del lago el petróleo nada a sus anchas. Abundan trazos y manchas del toxico y pegostoso combustible. El “excremento del diablo” como le bautizó el padre de la OPEP, Pérez Alfonzo, está presente donde no debiera. La muy versátil, útil, oscura y viscosa sustancia impone su presencia donde no es deseable. Contamina arenas, rocas, manglares, y construcciones de las costas y también flota aguas adentro o se hunde contaminando los fondos lacustres.
Y no está sólo. En el lago, diversos hidrocarburos y aguas de producción de la industria petrolera, inundan las aguas de verdosa superficie del inmenso cuerpo de agua. Los hidrocarburos se adhieren a las basuras que flotan en la mezcla que arrastran las corrientes y en numerosos recovecos de las costas y las islas del lago, se atrincheran con su carga insalubre y su toxicidad.
No está solo el petróleo en el lago. No es lo único que la industria de los hidrocarburos deja que impacte el Coquivacoa. Las poco conocidas “aguas de producción” que emergen al extraer el petróleo de las profundidades subterráneas de pozos bajo el agua del lago, debieran ser reinyectadas al pozo, como se hace usualmente en explotaciones petroleras cuidadosas del ambiente. La composición físico química de esas aguas ancestrales que se alojan en los pozos profundos mezcladas con petróleo, impacta gravemente la calidad de las aguas lacustres y cualquier agua superficial donde se derramen. Pero en las operaciones de nuestra muy ineficaz y precaria industria actual, seguramente no son reinyectadas y se vierten al lago impúdicamente.
Y es oportuno recordar que, en el lago, la otrora pujante industria petrolera sembró unos cinco mil pozos de extracción de petróleo (de los casi 17.000 que llegaron a existir en el Zulia); más de 14.000 kilómetros de tuberías entrecruzadas en sus profundidades, y dos centenares de estaciones de flujo, al igual que muelles y depósitos en sus orillas y largos oleoductos que recorren zonas adyacentes al cuerpo de agua. Esas instalaciones necesarias para el negocio petrolero, hoy están obsoletas, muchas de ellas en desuso, y la mayoría corroídas, con fugas o perforaciones.
El petróleo impacta en la fauna del lago. Envenena las aguas. Oscurece su aspecto. Y ese impacto, obviamente, no es únicamente “un tema visual”. El petróleo ensucia playas y arrecifes, costas rocosas y acantilados. Se pega, permanece, se enquista en los diversos ambientes lacustres. Las aves marinas sufren y mueren cuando el petróleo se adhiere a su plumaje. Cangrejos y caracoles, moluscos y quelonios, reptiles y anfibios… todos, son susceptibles de fallecer al contacto con el petróleo derramado. Los peces y mamíferos acuáticos llevan la peor parte porque el petróleo afecta además el fitoplancton que les alimenta, y su salud se daña al nadar en aguas contaminadas con hidrocarburos.
Desde inicios de la explotación petrolera en las entrañas del lago, ha habido problemas para la biodiversidad del ecosistema. Pero el desempeño de la PDVSA de tiempos democráticos había elevado significativamente en los últimos años, su eficiencia para prever derrames y filtraciones y había iniciado el programa de reinyección de aguas de producción a los pozos de donde emergían. Planes de contingencia cada vez más eficaces y concientización del personal, ayudaba a minimizar riesgos y corregir entuertos. Faltaba por hacerse, pero iba por buen camino.
La deplorable situación actual de la industria petrolera con equipos obsoletos, instalaciones sin mantenimiento ni renovación, y el amasijo de los más de 14.000 Km de tuberías sublacustres de larga data en el fondo del lago, propician el vertido descontrolado de petróleo en las aguas del Coquivacoa. A lo que habría que sumar la impericia y falta de conocimientos de buena parte del personal cuya formación en materia ambiental es casi ausente. No hay capacitación continua ni estimulantes campañas de motivación hacia el cuido del ambiente en esa mermada industria petrolera que opera en la cuenca del mayor lago de Suramérica. No es difícil de entender que todo ello incida en el aumento y frecuencia del número de derrames, y en la inexistencia o lenta respuesta frente a la situación del petróleo derramado en el lago. Planes de contingencia frente a derrames no parecen existir.
La desprofesionalización y deterioro general de la industria petrolera del país pasa factura. Y la salud ambiental del lago de Maracaibo paga un alto costo. Las aguas, la fauna, la vegetación, la sociedad humana que habita la cuenca y, en definitiva, la muy valiosa diversidad biológica, sufren el impacto de los hidrocarburos derramados por la impericia de una industria precaria en manos incompetentes.
El lago y el ambiente de la cuenca requieren con urgencia que el país recupere y afiance, la eficiencia de las operaciones de la empresa estatal petrolera, el rigor de sus protocolos y controles ambientales a todo lo largo de sus operaciones en el lago y la cuenca, la necesaria prevención y el mantenimiento de sus instalaciones, renovación de tuberías y equipos, la eficaz vigilancia y control, así como renovados planes de contingencia frente a derrames, que aumenten su capacidad de respuesta inmediata y programas de restauración de ecosistemas afectados. Y todo ello basado en una permanente capacitación y entrenamiento de su personal y el desarrollo de una robusta cultura ambiental de quienes laboran en esa riesgosa industria de alta potencialidad contaminante.
Evidencias sólidas
Las actividades humanas generan residuos sólidos. Muchos en mayor o menor grado, pudieran evitarse. El manejo adecuado de ellos debiera incluir esa necesaria Reducción del inmenso volumen actual si evitáramos los objetos de un solo uso; esos desechables por diseño o envases de bebidas desechables que no retornan al embotellador. Reusar los objetos, en especial envases y evitar aquello que tenga excesivos empaques, o hacer abono con los desechos orgánicos, también ayudaría. Reciclar materiales sería ideal y clasificar los residuos debiera ser una práctica generalizada. Todo eso y mucho más es posible y muy necesario hacerlo. Y los sistemas de recolección, manejo y disposición final de residuos sólidos hoy casi inexistentes o ineficientes, debieran además de potenciarlos y fortalecerlos en sus capacidades gerenciales y profesionales, pudieran también adaptarlos a esa necesidad de prevenir, Reducir, Reusar y Reciclar los residuos. El Lago estaría agradecido; su enfermedad sería menos grave.
La basura es la evidencia más sólida de nuestro fracaso como sociedad. No somos capaces siquiera de no embasurar nuestro entorno. No logramos organizar con eficacia el manejo de los residuos que generamos. La limpieza de nuestras calles y espacios públicos, la salubridad de nuestros hogares y paisajes, está lejos de alcanzarse y, aparte del desperdicio energético que conlleva el caos actual, y del foco de enfermedades que son los residuos sólidos urbanos, o del impacto que tiene la basura sobre los sistemas de salud y el valor de la propiedad, la basura está ayudando a matar el lago.
Los pueblos y ciudades de la cuenca generan basuras en cantidades proporcionales al número de habitantes y los modelos de producción de sus empresas. La cantidad de basura per cápita fluctúa de acuerdo a la situación económica, pero en el país suele ubicarse entre 1 kilo y medio y hasta tres Kilos por persona, cada día. Saquen la cuenta.
Esas basuras de una u otra manera, contaminan el ambiente y terminan en nuestros espacios naturales. Incluso cuando llegan a un relleno sanitario, envenenan el ambiente. Los suelos donde se entierran, el aire donde impactan los gases que emiten las basuras en descomposición, o el humo cuando alguien tiene la descabellada idea de quemar la basura, dañan el entorno vital y hogar de la biodiversidad. Las basuras enterradas o dejadas a la deriva, envenenan las aguas subterráneas, quebradas o riachuelos cuando los residuos sólidos se descomponen y generan “lixiviados”, esas aguas putrefactas y en ocasiones en extremo toxicas que destilan tanto las bolsas o pipotes con basura confinada por días, o los rellenos sanitarios y vertederos a cielo abierto donde esos líquidos mal olientes son voluminosos y percolan aguas abajo, con su carga contaminante.
Se estima que cada habitante de la cuenca del lago genera entre 1 y 2 kg de residuos sólidos cada día. En el lado venezolano de la cuenca, habitan unos ocho millones de personas produciendo unos doce millones de kilos de residuos diarios. Y con la precariedad de los servicios de recolección, es acertado suponer que un importante volumen de esas basuras termina en el lago a diario. Llegan a él directamente, arrojados allí por inconscientes y despreocupados irresponsables, o las llevan las quebradas, cañadas y ríos, arrastradas en sus caudales que crecen en época de lluvias. También arriban al lago los lixiviados de esas basuras, directa e indirectamente, por escorrentía y percolación, navegando en aguas de ríos o quebradas, alcantarillas o cañadas.
La basura en el lago se suma a la verdi negra mezcla, que baten las olas, arriba a las costas y circulan por el lago arrastradas por las corrientes naturales. Contaminan las aguas del lago, las costas, las visuales y paisajes; el alma de todos. Impactan fauna y vegetación. Degradan el mayor tesoro de la cuenca.
Condimentan la deteriorada calidad de la vida del lago y de todos nosotros.
¿Qué HACER?
Con nuestras acciones y omisiones, individuales y como sociedad, afectamos las condiciones naturales del lago; violentamos su apacible existencia; lo contaminamos. Irresponsablemente o actuando desde la ignorancia por carencia de investigación y estudios de ese complejo sistema natural que es el lago, lo usamos de vertedero y sobrepasamos su habilidad de auto purificación. Rebasamos su capacidad máxima de carga. Ignoramos las leyes de la termodinámica y con egoísmo antropocéntrico afectamos sus aguas, y dañamos los hábitats de especies botánicas y de fauna, esenciales para la vida del sistema lago. Le arrebatamos hasta el Oxígeno a sus aguas y lo hicimos mucho más salobre de lo que su naturaleza permitía. Sembramos redes de tuberías en sus entrañas que abandonamos y hasta islas artificiales construimos en su lecho con arenas que dragamos de su suelos y escombros. Deforestamos manglares y palmas de sus riberas. Y le lanzamos basuras e hidrocarburos. No podía ser otra la consecuencia; aceleramos su envejecimiento y apresuramos su muerte. La eutroficación natural ahora está acelerada y no es natural sino producto de la acción y omisión de nuestro torpe proceder.
Urge ahora sanar el lago. Detener las causas de su enfermedad. Restaurar su equilibrio. Ayudarle a recuperar los valores dentro de parámetros aceptables de su calidad de aguas. Bajar los volúmenes de aquello que vertimos en él y que sobrepasa su capacidad de auto regeneración. Cerrar los grifos de los vertidos que en él descargamos. Restaurar ecosistemas afectados, limpiar sus costas. Respetar su naturaleza y su integridad física. Cuidar sus humedales costeros y proteger su fauna estacional o permanente. Defender sus manglares y evitar dragados y rellenos.
La tarea empieza por entender al lago. Comprender su funcionamiento. Valorarlo. Conocer su historia, servicios naturales y potencialidades. Hay que quererlo.
La tarea es ardua y requiere de todos. Pero es posible y es necesario. Necesitamos un lago sano.
El lago sano y recuperado, puede proveernos de agua, de alimento, de espacios para saludable recreación y esparcimiento. Servirnos de medio fiable de transporte y comunicación; de aporte significativo al equilibrio climático y de mejor salud para los seres vivos en la cuenca, nosotros incluidos.
Un lago sano bajaría el índice de enfermedades que hoy generan sus contaminadas aguas. Un lago sano aumentaría el valor de la propiedad en sus riberas e islas, potenciaría la industria turística, daría trabajo a pescadores y navegantes, multiplicaría las iniciativas de bio cultivos en sus riveras, aumentaría los atractivos y atributos de la región incentivando inversiones y nuevas tendencias asociadas a los eco-negocios, entre los muchos beneficios económicos que pudiera conllevar.
Pero la pregunta crucial es ¿cómo lograr un lago sano? ¿cómo salvar el lago?
La recuperación del lago y la sostenibilidad en el tiempo de su calidad ambiental y biodiversidad, vendrá del eficaz desarrollo de un plan integral al que todos los sectores aporten sus esfuerzos, y que se estructure alrededor de los siguientes ineludibles criterios:
Soluciones basadas en la ciencia. Monitoreo e investigación permanente.
Atender la situación con conocimientos basados en evidencias. Reconstruir la Red de información hidro meteorológica. Reconstruir y dotar laboratorios de análisis y estudios de aguas y petróleo, de micro biología y otras disciplinas, en LUZ y fortalecer las capacidades de investigación del ICLAM. Estudiar al sistema lago, entenderlo, monitorearlo. Respetar la naturaleza y sus leyes en decisiones de gestión del lago y los ecosistemas asociados a él. En fin, respeto al saber y conocimientos científicos, deben guiar todas las acciones.
Soluciones específicas, asociadas a cada factor contaminante
Según principales factores contaminantes:
Prevención de derrames. Eficaz respuesta inmediata ante derrames. Recuperación de eficiencia, protocolos y conciencia ambiental de la industria petrolera.
Control y prevención de nutrientes. Tratamiento de efluentes orgánicos Funcionamiento pleno y eficaz de plantas de tratamiento existentes. Dotar de sistemas de tratamientos a poblaciones que carecen de ellos. Asesoría, control y vigilancia del uso de agroquímicos en labores agro pecuarias.
Control de la salinidad. Detener dragados en la barra o proceder al cierre controlado de la boca del lago. Restituir los niveles de salinidad a los valores existentes antes de la construcción del canal de navegación para evitar la estratificación del saco del lago.
Prevención de residuos sólidos. Manejo integral y eficiente de los residuos sólidos en las ciudades y pueblos de la cuenca. Reducir, Reusar, Retornar, Reciclar, Recolección eficiente.
Protección de ecosistemas subsidiarios del lago. Conservación de humedales y bosques de manglar. Atender las Áreas Protegidas (ABRAEs) Protección de cuencas altas de los ríos y conservación de sus cauces.
Conservación y control de cuencas de los ríos afluentes. Establecer y ejecutar planes de manejo de las cuencas de los ríos Catatumbo, Escalante, Santa Ana y Chama, entre otros, con el fin de reducir drásticamente las cargas de nutrientes que estos ríos aportan al lago.
Vigilancia y Control contra intervenciones indebidas. Eficacia para evitar dragados, rellenos, alteraciones a la línea costera, deforestaciones y vertidos ilegales, y otras intervenciones que afectan la integridad física del lago
Restauración de zonas degradadas. Reforestar costas. Limpiar costas e islas. Limpieza y programa de saneamiento y monitoreo de playas y zonas de recreación. Limpieza de derrames de petróleo en las aguas del lago.
Permanente flujo de información pública. Crear programas permanentes de sensibilización, información y educación ambiental y científica. Capacitar a los funcionarios públicos en áreas asociadas al lago. Reactivar y profesionalizar el ICLAM. Aplicar la Ley del ICLAM en su clara referencia a la documentación sobre el lago y despolitizarlo. Crear y reconstruir modernos centros de documentación y bibliotecas especializados en temas ambientales. Apoyar el Centro de documentación ambiental en gestación en la Biblioteca Pública del Zulia.
Construcción de alianzas y redes colaborativas entre instituciones de estado, universidades y organizaciones de la sociedad civil, en torno al tema del lago y su conservación. Acuerdos binacionales entre Venezuela y Colombia para la conservación del sistema fluvial en la cuenca del lago de Maracaibo.
Transición progresiva y sostenida a niveles de calidad ambiental elevados de las aguas del lago con metas pre establecidas y consolidación de los logros alcanzados.
Sustentabilidad financiera para los programas permanentes a desarrollar, con aportes de los diversos niveles de gobierno, el sector privado nacional e internacional, los organismos multilaterales, el Fondo Mundial para cambio climático, y otras fuentes de financiamiento de programas de conservación.
No es el momento de dilaciones ni paliativos inocuos, improvisaciones, shows, demagogia o promesas.
El lago exige acciones, soluciones estructurales y un actuar basado en conocimientos validados. Sanar al lago y conservarlo requiere escuchar a la ciencia, actualización permanente de parámetros, acopiar información hidro meteorológica y data pertinente. Las elites del poder deben actuar con rigor profesional y todos debemos cambiar estilos de vida y formas de gestión, para no repetir errores y omisiones del pasado y del presente.
Es hora de escuchar a la ciencia y al sentido de responsabilidad. La crisis del lago no es un caso para ser utilizado con el aspavientoso discurso de ignorantes empoderados. Es la hora de la sensatez y la exigente eficiencia que aporta el conocimiento, la voluntad y la ética. Es la hora del rigor, la responsabilidad y altura de miras, no de los discursos y las simulaciones demagógicas.
Si cada quien hace bien lo suyo, podemos sanar al lago y con ello impulsar el bienestar de la región y del país. Debemos hacerlo.
@sergioantillano
El autor es Ingeniero Civil de la Universidad del Zulia. Tiene Master of Science en Planificación Ambiental, de la Universidad de Oregon, USA.
Formó parte del equipo profesional del ICLAM (Instituto para la conservación del Lago de Maracaibo), en sus primeros años, y fundó allí el Centro de documentación y la Gerencia de divulgación de ese Instituto autónomo.
Participó en el Plan de Ordenamiento Territorial de la COL como coordinador del área de ambiente
En el MARN fue Director General Sectorial de Educación Ambiental y Participación Comunitaria, a nivel nacional.
Ha sido directivo de las ONG ambientales Provita, Sociedad Audubom y Amigos del Ambiente, y en dos ocasiones Presidente de Fundambiente
Presidente del Museo de Ciencias, por nueve años.
Comisario del pabellón de los países andino-amazónicos (Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia) en la Exposición Mundial ExpoAichi 2005 dedicada a la diversidad biológica y cultural.
Autor y coautor de varios libros. Ha sido articulista de El Nacional y colaborador de diversos medios nacionales.
Reconocido con la Orden Andrés Bello y la orden Henri Pittier, recibió el premio “Marcel Roche” de divulgación científica de ASOVAC
Actualmente es consultor privado en temas ambientales y divulgación del conocimiento. Curador de exposiciones de ciencia y arte, y de colecciones patrimoniales y documentales.
Colaborador de ACLAMA (Asociación para la Conservación del Lago de Maracaibo) y miembro del Colegio de Ingenieros de Venezuela CIV