“En el terrorismo, el miedo es el argumento principal y existe una desproporción asombrosa entre la fuerza real de los terroristas y el miedo que consiguen inspirar..” Yuval N Harari
En una oportunidad, desde Uruguay, hace ya más de una década, en sus tantos discursos de ocasión, Hugo Chávez calificó como “tristes las revoluciones que dependen de un solo hombre . . . las revoluciones que sólo dependen de un líder, dijo, no son revoluciones de verdad.” Estas declaraciones, extrañamente, parecen haber pasado desapercibidas proviniendo de un hombre que quiso continuar con el mito histórico venezolano de exaltación de los héroes que aparecen cada cierto tiempo para vengar la patria ultrajada.
En esa declaración, a mi entender, Chávez reconoce que sus andanzas políticas no pueden calificarse como una “revolución”, sino una triste farsa que sólo existió en los delirios y obsesiones de seres atormentados por la finitud de su existencia. Lo triste es pensar que Maduro y su cuerda de aduladores descendientes y seguidores de la Hugolatría crean que están llevando a cabo una gran gesta emancipadora, una gran “revolución” para liberar a Venezuela de la tragedia de la pobreza y el atraso, cuando lo que se evidencia ha sido la degradación del ejercicio político y el desbarajuste económico, que la han convertido en una nación invivible.
Ana Teresa Torres nos dice que el culto revolucionario de Hugo Chávez tiene sus raíces en el seguimiento arbitrario del ejemplo bolivariano entendido como la pasión por arrasar con el pasado y el permanente deseo de empezar todo desde los cimientos, mediante una ficción, de una revolución que nunca ha existido, de una revolución sin sentido. A este régimen depredador lo ha caracterizado esa especie de frankestein ideológico similar al que han sufrido otras sociedades a nivel mundial. Su fanatismo le imprime rasgos parecidos a las doctrinas más aberrantes que ha conocido la humanidad, el fascismo, el nazismo y el comunismo, en una especie de mezcla satánica sustentada en mitos, que ha devenido en una despreciable dictadura como forma de gobierno, catastrófico en lo económico, coercitivo hasta el terror en lo civil y militar, y sincrético en lo político y religioso.
La fusión indisoluble del partido único (PSUV) con el Estado y el gobierno; el control absoluto del Estado sobre todos los aspectos de la vida individual y colectiva;la concentración de todos los poderes; el adoctrinamiento de niños y jóvenes; la autoridad ilimitada del líder (Führer); la predestinación de una élite (Chavez, Maduro, Flores, Cabello y otros), son rasgos que los alejan de cualquier sociedad democrática y civilizada y los acerca mucho más a las doctrinas mencionadas. Incapaces de construir una sociedad de bienestar en el presente, siguen ofreciendo la consecución del Santo Grial con el cual aspiran resolver todos los problemas a futuro.
Las revoluciones sociales no sólo son tristes y constituyen una farsa cuándo un sólo hombre se erige mesianicamente por encima de las masas adocenadas, sino porqué para lograr sus resultados tienen que recurrir a la violencia y a un ideal de muerte y destrucción, donde la vida adquiere todas las tonalidades de grises y termina en desesperanza y frustración.
Cercano se siente ya el juicio de la historia y de la justicia internacional sobre estos artífices del engaño por los crímenes de encubrimiento del terrorimo mundial, por la violación de derechos humanos en el país y por cobijar el pernicioso narcotráfico en el planeta, Por eso se justifica y es urgente un cambio de rumbo en el país y también por lo que alerta y advierte Yuval Harari en su libro “21 lecciones para el siglo XXI”, “la sensación de desorientación y de fatalidad inminente se agrava por el ritmo acelerado de la disrupción tenológica. Al sistema político liberal le cuesta tratar con las revoluciones en curso en la tecnología de la información y la biotecnología.”
Estamos obligados a recuperar el tiempo perdido por varias generaciones que han sido empujadas por el atraso, obligadas a mirar hacia el pasado cuando lo que correspondía y corresponde era y es, mirar hacia adelante, hacia el futuro, ya que siguiendo al autor citado, “La revolución científica no ha sido una revolución del conocimiento. Ha sido, sobre todo, una revolución de la ignorancia. El gran descubrimiento que puso en marcha la revolución científica fué el descubrimiento de que los humanos no saben todas las respuestas a sus preguntas más importantes.” Pero por lo menos tenemos claro que el pasado es un lugar de referencia, no de residencia.
Neuro J. Villalobos Rincónnevillarin@gmail.com