«A los justos los guía su integridad; a los infieles los destruye su perversidad » Proverbios 11:3
Adán es su nombre de pila y solo a días de estar estrenándose en la conducción de la máxima federación del empresariado venezolano, ha lanzado un llamado a que cesen las sanciones económicas contra Venezuela. Sabe que quizá sus palabras no agradarán y no caerán bien entre los sectores políticos que criticarán su posición. Le endilgarán que se coloca del lado del gobierno de Miraflores, pero él seguramente expresará a sus críticos lo que el hijo de Dios dijo una vez cuando aseguro que «quien esté libre de culpas que lance la primera piedra».
En un país demasiado polarizado como el nuestro, donde la destrucción, miseria y el hambre rayan la tolerancia humana, las palabras de Adán Celis, presidente de Fedecámaras, no están diseminadas como un grito perdido en el desierto. En lo que dice no deja de tener razón. Es cierto, tiene mucha verdad. Quizá por conveniencia política algunos líderes callan para no rayarse. Sin embargo, lo evidente es que las sanciones económicas que Estados Unidos y la Unión Europea tienen sobre Venezuela, han demostrado que el castigo ha recaído sobre la mayoría de los venezolanos. Hoy los pobres son, extremadamente, más pobres.
Las sanciones han provocado efectos perniciosos que aceleraron la salida de millones de hombres y mujeres, familias enteras, que siguen saliendo y atravesando, por ejemplo, el peligroso Darién. La diaspora venezolana ha llegado a los lugares más alejados del mundo, sólo conocidos en muchos casos a través de películas y series de televisión. En tanto, el gobierno de Miraflores, cual máquina creadora de miseria, es el único responsable de la destrucción económica del país.
El chavismo llegó donde está, gracias al voto de millones que en 1998, conscientes o no, cegados o no, pero engañados finalmente, abrieron los ojos y 24 años después la gente sólo espera que la unidad de los sectores opositores conduzca a una salida electoral dirigida por un liderazgo serio, cohesionado y responsable. Frustrar la esperanza de millones con posturas mesiánicas, providenciales o predestinadas sería imperdonable. Buena parte de los errores opositores han fortalecido al oficialismo, lo cual no significa que sea invencible, derrotable o vencido.
Esa frase del hijo de Dios es excelente, aleccionadora y cierta. No pierde vigencia en una sociedad llena de hipocresía, mentira, envidia, odio, miseria, hambre y dividida, donde existen y abundan modernos Judas y Pilatos. A expensas que me cataloguen de chavista, alacrán, colaboracionista o cualquier epíteto descalificador, quien esto escribe me cuento también entre el 74 por ciento de los venezolanos que está en desacuerdo en que siga la aplicación de las sanciones.
Su fracaso no debe seguir ocultándose o tapándose. Ese dato lo ha revelado la consultora Datanalisis por vía de su director, José Gil Yépez. Según ese estudio, levantado estos últimos tres años, a la cifra anterior le suman que 12 por ciento no respondió y otro 14 por ciento dijo estar de acuerdo con las sanciones.
En el sector empresarial, siempre generador de empleo y riqueza, el 88 por ciento de las empresas encuestadas corroboran estar afectadas negativamente, en tanto que 12 por ciento dice no sentirse afectado, sin que ello signifique que tampoco los ha beneficiado. Además, según Gil Yépez, la actitud de los consultados significa que «hay un clamor popular y generalizado en contra de ese mecanismo”.
Asimismo, el director de Datanalisis afirma que el estudio de opinión es muy significativo en cuanto a que “el mecanismo de sanciones es bastante débil en conseguir sus objetivos». Reveló que en «unos 180 casos de países sancionados en los últimos cien años, solamente el cuatro por ciento ha logrado cambiar de gobierno por la presión de sanciones».
Por su parte, Jorge Roig, expresidente de Fedecámaras, nada sospechoso de ser un miliciano rojo rojito o conpiscuo admirador del chavismo, cree que las sanciones surgen de una falta de negociación política que se ha dado, pero sin ningún resultado, generando “un deterioro, porque no han sido sanciones inteligentes ni selectivas. Las sanciones restringen las libertades económicas, la libertad privada y la generación de empleo”.
Lo evidente a estás alturas del juego de poderes es que ha habido equivocación en la estrategia, pero ni gringos o europeos, sus gobiernos, admitirán ese fracaso. También que, si bien una sola golondrina no hace verano, desde el Zulia, su gobernador, Manuel Rosales Guerrero, lleva tiempo exhortando a que se eliminen o flexibilicen las sanciones económicas a riesgo del costo que su posición pueda costarle como líder político.
Nadie en ningún lugar del mundo se hace el harakiri político sin estar seguro que la razón y verdad le asisten. Decir lo que cree y piensa, acerca de este tema, lo ha colocado en el centro del tablero hacia donde, adversarios de cualquier época y del lado oficialista, disparan dardos venenosos que buscan provocar su muerte política. Rosales Guerrero sabe que el tiempo, paciencia y la constancia le han dado la razón.
A despecho de enemigos, dentro y fuera del país, que disparan más por odio, pasión y radicalismo, llegar a coincidir en el discurso con lo que piensa la mayoría del empresariado venezolano de las sanciones y su fracaso, no es parte de un golpe al azar, una narrativa, conversar imaginariamente con pajaritos ni una suerte sobrenatural. Seguro los ataques y descalificaciones contra Fedecámaras, Celis, Roig y el gobernante del estado Zulia no cesarán.
No olvidemos el ejemplo de Cuba donde Fidel, su hermano Raúl y hoy Díaz Canel han gobernado por más de sesenta años, donde las sanciones no han desplazado al comunismo a sólo escasos kilómetros de la gran nación del norte. Norteamericanos y europeos saben del catastrófico resultado que las sanciones han arrojado, realidad que debe llevarlos a redefinir un cambio de estrategia so pena que el oficialismo, por ejemplo, fortalezca su permanencia y cada vez más torpedee una salida electoral, no levante las inhabilitaciones políticas y no vacíe los calabozos de presos políticos.
Suspender unas y flexibilizar otras sanciones en áreas económicas específicas, controlaría o frenaría la viveza del gobierno de Miraflores. Asimismo, a los corruptos los desalentaría a ponerle la mano al ingreso de posibles recursos. Ademas presionar, forzar y obligar al oficialismo a no eludir, distraer o chantajear, queriendo imponer condiciones absurdas, debe incluir la presencia obligada de delegados, por ejemplo de la ONU, que monitoreen, revisen y hagan peritaje al recorrido del dinero.
Seguramente, eso no garantizaría la deseada y total reactivación de empresas, atención humanitaria y la generación de empleo que mitigue la desocupación y los miseros sueldos del trabajador venezolano. Podría ser un gran avance. Lo cierto en el día a día es que el cinturón de millones de venezolanos no aguanta más estirones, ni orificios le quedan a esa prenda de vestir para sujetarnos bien los pantalones.
¡Amanecerá y Veremos!.
José Aranguibel Carrasco
Ilustrador: Feyo