Aunque no comparto de ninguna manera el proyecto político de Javier Miley, que apunta a una “democracia de consumidores” y no a una “democracia de ciudadanos”, tomo prestado la denominación de “casta” con la que el argentino define a la dirigencia política que ha gobernado a la Argentina, antes, durante y después de la dictadura.
Y es que el concepto de “La Casta” es, con seguridad, un concepto que se ajusta para calificar y adjetivar a la nomenclatura chavista.
No es una categoría cuyo uso político tiene como autor original a Javier Milei, Es un concepto más bien centenario que ha sido usado por italianos, españoles y hasta por los ingleses. De hecho el partido Podemos lo convirtió en su leit motiv para describir la clase política española después del atentado de Atocha, 11 de marzo de 2004.
Los chavistas que emergieron con el golpe de Estado de 1992, se autodefinieron como “los puros” de la política venezolana y refundaron el país bajo la premisa de su supremacía moral, rápidamente, una vez en el poder, lo instrumentalizaron y lo usaron con todo tipo de recursos públicos de manera corrupta. Convirtiendo la corrupción, con una eficacia tan absoluta, que durante mas de veinte años ha sido la mediación que ha organizado y le ha dado unidad al gobierno que han dirigido.
La nomenclatura, que a partir de ahora la llamaremos “la casta chavista en el poder” ha vivido durante mas de veinte años de la política, no para la política, de hecho han procurado cancelarla, liquidando a sus opositores, y se hicieron de todos poderes del Estado, fundamentalmente de aquellos que monopolizan el uso de la fuerza (ejercito y poder judicial), crearon una estructura paramilitar, también con poder de fuego e instalaron en el propio seno de la sociedad civil enclaves autoritarios cuya base, inicialmente popular, ha sido manipulada y usada como fuerza de choque contra los opositores.
En realidad, tal vez con más propiedad, debe señalarse que en nuestro caso, más que una categoría, la denominación de “casta” es un atributo que se ha naturalizado de la nomenclatura chavista.
La oposición hasta ahora ha sido incapaz de definir al chavismo como una dictadura y sobre todo a la cúpula chavista como una verdadera cúpula podrida, tanto, que hasta no hace mucho, se le negaba la característica de dictadura y era calificada por aquellos que les gustan los eufemismos como “democracia iliberal”, en el sentido, de que se valían de valores formales de la democracia para llegar al poder, pero recordemos que eso fue el momento inicial, como inicialmente, lo fue la categoría de “pueblo”, inicialmente interpelada como sujeto del proceso revolucionario para derivar luego en una categoría inútil e inservible, usada solo como masa de maniobra, pues, la “casta chavista” no compartió, no comparte, con ese pueblo identidades colectivas ni, tampoco, los mismos intereses.
Yo, en lo personal, me apunto con este concepto para definir a ese grupo minoritario, que solo usando los aparatos de poder autoritario se han mantenido en el poder y se han blindado imponiendo sus normas minoritarias como si fueran las normas de las mayorías, constituyéndose en el grupo mas corrupto y sectario de la historia del país.
Chávez llamó a los adecos y copeyanos cúpula corrupta a la que había que freír sus cabezas en aceite hirviente. Es hora de construir, ahora si, otra narrativa y convertir el concepto de “casta chavista” para definir al sector que ha destruido al país, no para freír sus cabezas en aceite hirviente, la democracia que se construirá deberá tener un respeto por el derecho a la vida, incluso de aquellos que no han tenido pudor en violar los derechos básicos de los que se le oponen. Solo debemos pasarle la enorme factura y responsabilizarlos políticamente de los estropicios que han dejado y gritarles en la cara que: jamás volverán, que el país nunca más volverá a pasar por una dictadura y que ya hemos escarmentado. De hecho no hay mejor manera de definir la democracia que tenderemos que denominarla “democracia escarmentada”.
@enderarenas