Pedro Benitez: El opositor que quiera llegar a Miraflores tiene que pactar hasta con el Partido Comunista de Venezuela

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Según diversos testimonios orales, Rómulo Betancourt decía que para ser Presidente el primer requisito es querer serlo. En ese sentido hay que hacer y aceptar cosas que no se quisieran, porque la política es el arte de escoger siempre el mal menor. De lo contrario sería un oficio muy fácil.

Parte del talento político del citado personaje consistió en saber distinguir, a lo largo de su carrera pública, entre opciones en apariencia igualmente malas; aceptando situaciones que no podía cambiar y aliados con los que hubiera preferido no coincidir. Una y otra vez realizó el clásico movimiento de baile en el cual se retrocede un paso para luego avanzar dos, siempre en busca de su objetivo final.


Un ejemplo; en 1957 se vio obligado a aceptar, en contra de su opinión, pese a dos décadas de una pelea política e ideológica que se tomó como personal y del trabajo de activismo que efectuaba en Estados Unidos (en plena Guerra Fría), la alianza que la dirección clandestina de Acción Democrática dentro de Venezuela hizo con el Partido Comunista (PCV) en la denominada Junta Patriótica en la etapa final de la resistencia contra la dictadura militar.

El PCV, un estorbo para el Betancourt que llegó a Miraflores
A Betancourt le pesaba su pasado de militancia comunista y, además, creía que un futuro ensayo democrático en el país no podría ser viable enfrentado a la potencia del norte. En ese sentido los camaradas venezolanos eran un estorbo. Sin embargo, tuvo que tragar grueso y aceptar la realidad política dentro del país. No sería la última vez que hiciera algo por el estilo.

En vida, y después de muerto, sus críticos, adversarios y enemigos, no desperdiciaron oportunidad alguna para restregar sobre su biografía esa y otras aparentes inconsecuencias.


No obstante, todo el que se ha tomado la molestia de revisar la trayectoria de los estadistas más sobresalientes observará esa constante: todos aprendieron a distinguir entre lo que les hubiera gustado hacer y lo que efectivamente podían o tenían que hacer.

Estrellarse con la realidad
Nunca será suficientemente citado y, por lo visto, pocas veces aprendido ejemplo del primer ministro de la Gran Bretaña Winston Churchill quien, tragándose su acérrimo anticomunismo, corrió a ofrecerle una alianza al dictador Iósif Stalin cuando los nazis invadieron la Unión Soviética el 22 de junio de 1941.

Es el eterno conflicto entre los deseos y las realidades. El cementerio está repleto de políticos que se estrellaron contra esas últimas.

En ese sentido, al campo democrático venezolano se le presenta, por cortesía de la incompetencia administrativa del chavismo gobernante, otra oportunidad de conseguir un cambio en el poder político nacional. Eso sí, y está por verse, si finalmente la oposición aprende de los errores cometidos en situaciones similares en las cuales se estrelló contra la realidad.

Lo que los indicios desde hace varios meses señalan, y que los estudios de opinión empiezan a confirmar, es el abrumador deseo de cambio político que existe en Venezuela. Ese es el capital, la materia prima, con que cuenta la oposición. Pero, hasta ahora, es sólo una oportunidad. De ahí a que sea una realidad hay un trecho largo.

Sumar voluntades
Si alguno de los actuales precandidatos presidenciales que recorren el país desea llegar a sentarse en el despacho Presidencial de Miraflores, tiene que entender que su actual competencia no consiste en ser el nuevo líder de la oposición reconocido nacional e internacionalmente, o en derrotar a la “falsa oposición”.

De lo contrario, su actual esfuerzo puede ser muy agradable desde el punto de vista de la autopromoción personal, pero absolutamente inútil en función de los deseos de la mayoría del país. Pero si de verdad está en búsqueda del poder político tiene que entender que eso pasa por pactar, sumar voluntades, buscar nuevos aliados y construir puentes.

Primero (si es el caso de la primaria convocada por la Plataforma Unitaria) sumando a sus actuales competidores; luego buscado al resto de los opositores y adversarios de la perpetuación de Nicolás Maduro como presidente, y posteriormente con gente hoy está dentro del mismo Gobierno. Entenderse con aquellos con los que hubiera preferido no coincidir.

Pactar para llegar a Miraflores
Por cierto, eso fue exactamente lo que Chávez tuvo que hacer en 1998, cuando no le quedó más remedio que aceptar la alianza con el MAS porque sin esos votos y sin esa estructura (que él no tenía) no ganaba la elección de 1998.

En resumen: el que quiera llegar a Miraflores tiene que pactar.

No obstante, resulta bastante curioso que en el debate político opositor venezolano los mismos que se la pasan demandando pruebas de pureza antichavista, exigiendo que se califique al régimen político imperante como una dictadura, a continuación le reclamen a ese mismo régimen como si Venezuela fuera Suiza.

Efectivamente, no estamos hablando de una democracia. Se trata de un sistema político a todas luces autoritario, pero Venezuela no es Corea del Norte y tampoco Cuba. En el país todavía hay espacios de libertad, precarios es cierto (pero existen), que la oposición puede y ha aprovechado.

Esto no es consecuencia de una graciosa concesión, sino de una realidad que suele pasarse por alto: Maduro tiene limitaciones. Hay cosas que él quisiera hacer pero no puede.

¿Cómo llegó Hugo Chávez a Miraflores?
Considerar ese detalle es crucial y pasa por comprender que el chavismo es la historia de una revolución que nunca ocurrió. Ese es su secreto mejor guardado. Chávez, el instaurador del régimen, no llegó al poder por medio de un golpe de Estado (que intentó), ni al frente de una columna de guerrilleros (como le hubiera gustado), sino por haber triunfado en unas ordinarias elecciones burguesas.

En las revoluciones del siglo XX (la rusa, la mexicana, la china y la cubana) los jefes políticos eran al mismo tiempo los jefes militares que habían emergido de un conflicto armado en medio de un dramático cambio del orden social previo. En consecuencia, Gobierno, Partido y Ejército, eran la misma cosa.

Nada de eso pasó en Venezuela de diciembre de 1998 en adelante. Chávez no consolidó su hegemonía mandando a fusilar a sus adversarios, como sí hizo el Che Guevara en la fortaleza de La Cabaña durante los primeros meses de 1959.

Maduro y el rito electoral
Lo suyo fue el típico reparto populista a fin ganar adeptos; del Plan Bolívar 2000, pasando por los hoy olvidados módulos de Barrio Adentro, las misiones sociales, los cupos de Cadivi, el regalo de artefactos de línea blanca y las ofertas de la Misión Vivienda.

Allí reside la razón por la cual Maduro mantiene el rito electoral. Si pudiera evitarlo podemos apostar que lo haría, pero no puede. Necesita otra elección para legitimarse dentro de la propia coalición gobernante y, como sus conocidos abusos y arbitrariedad, por lo que indican las encuestas, no le es suficiente, cuenta con que la oposición se descarrile de la ruta electoral.

Ese es su juego. No obstante, insistamos, su poder es limitado. Lo que ha ocurrido es que él es consciente de eso y ha tenido la habilidad (a estas alturas sería necio no admitirlo) de administrarlo.

Chavismo y oposición, limitados
Es por eso que la amenaza que cada cierto tiempo profiere el primer vicepresidente del PSUV según la cual: “ni por las buenas, ni por las malas nos vamos de acá nosotros”, no es más que una fanfarronada. Que se vayan o que se queden, no depende de él. Depende de las realidades del poder.

Pero si Maduro tiene limitaciones, la oposición tiene más. Por lo tanto, como Venezuela no es Suiza, para el aspirante a reemplazarlo no es suficiente con tener la mayoría de las simpatías en los estudios de opinión; primero tiene que demostrarlo con votos, y de paso armar de una gran coalición a fin de derrotar la panoplia de abusos y el autoritarismo.

Hoy en Venezuela todos están inhabilitados hasta tanto el poder diga lo contrario. Sobre todos los dirigentes y partidos que adversan al poder constituido pende la misma espada de Damocles de inhabilitaciones y judicialización. Desde María Corina Machado hasta el Partido Comunista de Venezuela (PCV). O todos se unen, o cada quien acabará ahorcado por separado.

El aspirante opositor que comprenda que debe pactar, conceder y sumar es al que le colocaran la banda presidencial en enero de 2025. A continuación, tendrá que hacer y aceptar muchas cosas que no quisiera si quiere salir de Miraflores bien librado.

@PedroBenitezf / AlNavío