Hugo Delgado: Crimen académico

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En un programa de Efecto Naím difundido el pasado 2 de julio de 2023, su conductor Moisés Naím advertía sobre el auge de los ataques a la educación y en especial de las universidades latinoamericanas. La razón, algunos gobiernos y regímenes han criminalizado la crítica académica, enfilando sus armas  y acciones públicas hacia su limitación, censura, restricción de recursos e incluso expropiaciones, como sucede en la Nicaragua del dictador de turno, Daniel Ortega.

Venezuela es un ejemplo de la peligrosidad de la crítica académica para un régimen que monopoliza el poder. Por ejemplo en el caso de la Universidad del Zulia (LUZ) ocurrió la mayor desinversión, en uno de los períodos de mayor ingreso petrolero, en las áreas de infraestructura (mantenimiento o nueva)  y tecnología. Igualmente, se le quitaron las atribuciones administrativas para manejar sus presupuestos, se redujeron drásticamente las asignaciones económicas y la convirtieron en una simple institución “canalizadora de sueldos”.

23 años después, es evidente el deterioro de las edificaciones de LUZ, muchas con más de medio siglo de vida que necesitan manteamiento mayor. Además, más de una docena de obras que se iniciaron luego de la llegada del chavismo al poder en 1999 quedaron a medio andar. A este cuadro físico se une el desfase en materia de tecnología, en un período de la humanidad cuando los programas, equipos y sistemas de almacenamiento de datos evolucionan a pasos acelerados. Este problema produjo un atraso que afectó el desarrollo estratégico de su ecosistema digital, en beneficio de la comunidad académica interna y externa, en especial en sus programas formativos en pregrado y postgrado.

Estas características son comunes en las universidades públicas de Venezuela. Todas sufren del mismo mal. Bibliotecas, centros de investigación, aulas y áreas académico-administrativas, presentan similar diagnóstico físico-tecnológico. A esto se une la pérdida de su capital humano docente y científico, el éxodo y deserción de los estudiantes, y lo más grave es que al graduarse, el alumno, emigra porque “alega no tener futuro en el país”.

El trabajo destructivo del régimen no se inició con Nicolás Maduro. Ya Hugo Chávez al observar que no pudo controlar políticamente a las universidades autónomas inicia ese proceso. Y claro que lo era porque se jugó con el futuro del país, con el sueño de sus jóvenes y se empujó al capital humano de los docentes e investigadores hacia otras latitudes, y no es porque los grandes centros de generación de conocimiento (Europa y Estados Unidos de América) en su ánimo de monopolizar la producción científica y controlar a los países subdesarrollados, se “roben los cerebros”, es que precisamente, en el caso Venezuela, fueron los intereses de poder  del chavismo los que generaron el deterioro del sistema educativo y la huida de sus científicos.

La crítica y la búsqueda de la verdad son enemigos de aquellos que detentan el poder, que utilizan prácticas deshonestas, genocidas y la mentira, para controlar a la sociedad. En democracia destruir ambos factores implica ir en contra de su esencia. Asesinar la academia implica atrasar al país, porque su motor de cambio, participación y desarrollo, porque impide la evolución de la sociedad hacia mejores estados de bienestar y productividad. 

El deterioro de la verdad y la crítica, es una manera burda de evitar el cuestionamiento del régimen. Las instituciones universitarias que intentaron crear Chávez y Maduro, con fines doctrinarios, fracasaron. Maltrechas por la desinversion, las universidades públicas sobreviven e intentan aprovechar algunos recursos tecnológicos para demostrar que son eternas, mientras los gobiernos son temporales.

El diagnóstico presentado por el docente de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), Tulio Ramírez (6-julio-2023), es crítico: El presupuesto solicitado cubre entre 1 y 20% de lo solicitado (lo real); en 2022,  cerca de 3500 docentes e investigadores renunciaron, abandonaron sus cargos y se fueron del país a trabajar en otras  instituciones de Latinoamérica, Europa y EUA; la matrícula estudiantil cayó entre 60 y 70%, por ejemplo, la Universidad Central de Venezuela (UCV) tiene una matrícula de 22 mil alumnos cuando su histórico era 50 mil  y la Experimental Libertador que ahora suma 45 mil, promediaba 105 mil en sus siete sedes distribuidas por el país.

A esta pérdida de capital humano se suma el deterioro de las cifras de productividad científica, las universidades nacionales generaban el 80% del conocimiento del país, desde 2010 ese porcentaje va en descenso. En 1996, Venezuela producía el 4,7% del conocimiento de Latinoamérica y el Caribe y se ubicaba en el 5 lugar, hoy solo aporta el 0,6% y ocupa el octavo lugar; igualmente, desde hace años no registra ninguna innovación tecnológico.

Esta destrucción sistemática de la crítica académica es producto de un modelo, con una ideología fracasada, impulsado por el régimen chavista, pero en ella también juega un rol importante el desfase visionario de la gerencia que administra a las universidades públicas, más empeñadas en reproducir los vicios políticos, mantener privilegios, manipular procesos administrativos y académicos, incapaz de interpretar la crisis que afronta interna y externamente, para desde ahí construir la organización de la Venezuela del siglo XXI.

Las islas de conocimiento científico y la influencia de la transformación del ecosistema digital en estudiantes, docentes, investigadores y los procesos académico-administrativos, no son suficientes para responder a la amenaza criminal de un régimen mediocre enemigo de la verdad y del conocimiento, centrado en el control del poder, saquear el erario público y poco interesado en visualizar el futuro de la juventud y de un país necesitado de generar riqueza y bienestar  para su población.

Una respuesta contundente implica pensar al país y -obviamente- a la universidad venezolana, que se centre, no en esperar pasivamente los sueldos y bonos miserables con los que manipula el régimen a su comunidad, sino en interpretar el momento que vive la nación y a ella integrada en el mundo de la transformación digital y sus amenazas, los efectos de la mentira, el relativismo y sus implicaciones jurídicas e investigativas, la desigualdad y sus perspectivas, la deshumanización de la sociedad del conocimiento, el dato y la Inteligencia Artificial, los retos del hombre ante esas aceleradas invenciones y el aprovechamientos de esos avances en función de construir la Venezuela del siglo XXI, que la saque de las primitivas prácticas a las que la condujo el chavismo.

@hdelgado10