En 2014 todo parecía que en el país se realizaría un evento no fácil de materializarse: Derrocar al Gobierno a partir de un movimiento civil. Ucrania y el mundo árabe ya lo habían hecho. Pero, en la oposición siempre ha existido los peros, esa vez, fue el “pleito de adolescentes” entre Leopoldo López (el gobierno se cae o se cae ahora, pero, olvidándose de la política) por la presión de la calle y Enrique Capriles (hay que acumular fuerzas, para derrotar al chavismo electoralmente, pero convirtiendo la calle en una simple metáfora).
El 2014 terminó con el gobierno usando el último recurso con el que suele contar las dictaduras: la represión, el uso de la fuerza: 43 asesinados, 486 heridos y 1854 detenidos. La tesis de López quedó terriblemente derrotada.
A finales del año siguiente, el 2015, con las elecciones parlamentaria parecía que la democracia estaba “a la vuelta de la política”. Esas elecciones habían devuelto a la oposición y a sus partidos su centralidad política, pero el régimen hizo, otra vez, uso de los instrumentos que suele usar las dictaduras, esta vez, acompañó la represión con la capacidad que tenía al manejar su aparato electoral para cambiar los resultados que los ciudadanos se habían dado. El chavismo había sido electoralmente derrotado y aun así, la posición de Capriles, finalmente había sido al igual que la de López, también derrotada, pues la política sin la calle, es solo un comunicado.
Ahora, otra vez, 2023, pero mirando al 2024, la recuperación de la democracia, después de mas de veinte años de régimen autoritario, puede convertirse en una auténtica posibilidad.
Esto a pesar de que el régimen seguirá usando los mismos mecanismos dictatoriales con las que ha conjurado las amenazas que sobre ella se ciernen.
Es obvio, que la dictadura a través de su aparato autoritario de poder (Fuerzas Armadas, CNE, TSJ, AN, las policías, los colectivos, el partido, la burocracia) seguirá tratando de impedir resultados políticos que atenten contra sus intereses. Estos, aunque no siempre han logrado torcer los resultados (caso elecciones del 6 de diciembre de 2015 o el caso de las elecciones a gobernador de Barinas, para citar dos ejemplos), en la mayoría de los casos esos aparatos de poder autoritario ha sido capaces de cambiar los resultados del proceso político institucionalizado (recuerden a Francisco Carrasquero, una madrugada de agosto de 2004 anunciando los resultados del referéndum revocatorio contra Chávez o a la inefable Tibisay Lucena, también en muchas madrugadas anunciando siempre resultados electorales dudosos)
Esta vez ha empezado temprano. Los rectores chavistas del CNE han renunciado y la presión que el régimen ejerció sobre los rectores de la oposición los obligó a lo mismo y ya vendrán, emulando a la Nicaragua dictatorial de Daniel Ortega y Rosario Murillo, las inhabilitaciones de los que todavía no lo están y la ratificación de los que ya han sido inhabilitados.
Para esto último le sobraran las razones al régimen, como las que se inventaron para inhabilitar, por ejemplo, a Leopoldo López, cuya condena inauguró la práctica oficialista de considerar que todo discurso profesado por sectores opositores pueden convertirse por discrecionalidad del oficialismo en un acto criminal, probablemente Capriles continuará inhabilitado por cuestiones que ya nadie recuerda, la de María Corina Machado esta cantada de antemano, el caso Rosales, de quien, el régimen conserva el video donde Chávez lo amenaza de meterlo preso en la misma celda de la jueza Afiuni y así, podrán ir contra cualquier candidato que pueda convertirse en una amenaza para Maduro, cuyo rechazo sobrepasa a la de cada uno de sus eventuales oponentes.
Es posible que el único candidato “opositor” que se salve de la orteguiana política practicada ahora por el régimen chavista sea Bernabé Gutiérrez o cualquier otro de los conocidos como “alacranes”. Y de otros que sin ser “alacranes” se les parecen.
El caso es que la dictadura tiene mecanismos de control ex antes que ejerce, valga la redundancia, un control procedimental sobre las decisiones, tal como ha sido comprobado en las múltiples inhabilitaciones que se han producido y en las que se producirán para liquidar a los candidatos electoralmente mas competitivos, sino también mecanismos de control ex post que de manera sustantiva altera los resultados políticos. Ejemplo, para nombrar solo dos casos, los resultados para la gobernación del estado Bolívar, donde le arrebataron la gobernación a Andrés Velásquez y los cambios producidos en la correlación de fuerzas en la Asamblea Nacional de 2015 cuando se eliminó los diputados indígenas de la oposición señalándoles de haber comprado votos.
Así, que una vez mas, los brotes de entusiasmo que emergen en el actual proceso de primarias pudieran convertirse de nuevo en una dolorosa derrota. Sin embargo, me abrazo a las declaraciones que María Corina Machado le hizo a Miguel Ángel Rodríguez, ante su eventual, inhabilitación: llegar hasta el final y convertir la pretensión de inhabilitarla en un fuerte movimiento cívico que vuelva a mover al país.
A mi juicio, esa posición de la candidata de “Vente Venezuela” debe convertirse en la base de un acuerdo de movilización permanente de la sociedad entre los diferentes candidatos que concurren al proceso de primarias, y convertirse en política movilizadora del país en caso de que el régimen pretenda inhabilitar al candidato que resultase ganador del proceso de primarias, quienes deben recordar que en política nada es gratis y que ya es hora que la mayoría haga valer su número, porque después de todo ya esta bueno de someterse a un orden político represivo y mal gerenciado por una minoría.
@enderarenas