“No es porque las cosas son difíciles que no nos atrevemos, es porque no nos atrevemos que son difíciles.” Séneca.
En alguna ocasión Jorge Luis Borges escribió esta aguda sentencia: “Ciego a las culpas, el destino puede ser despiadado con las más mínimas distracciones.” Lamentablemente eso nos está ocurriendo a los venezolanos desde hace tiempo. Andamos distraídos oponiéndonos a la oposición, y no es que no haya razones para hacerlo, sólo que no parece oportuno que cometamos nuevamente el error de plantearnos la antipolítica, al extremo de volvernos nihilistas: no creer en nada ni en nadie.
En sana aplicación de la lógica, nos comportamos como si fuéramos gobierno o tal vez sin querer lo favorecemos a él, o más incomprensible aún, nos entendemos con él, y esa es una de las actitudes más aberrantes que podemos exhibir. Hemos demostrado tener una enorme capacidad para la distracción en la política, a pesar que para eso existen otras actividades geniales como el deporte o el teatro, que se atribuyen a los griegos antiguos.
En política también se usa la distracción como un elemento estratégico para desviar la atención o entretener al adversario mientras se gana tiempo para preparar o ejecutar otras acciones. El régimen dictatorial venezolano lo pone en práctica frecuentemente cada vez que le conviene poner a la oposición política más pendiente de lo que hacemos nosotros mismos para distraer nuestra atención del terrible mal que ellos causan a la población y contra la Patria misma. Seguimos culpándonos unos a otros y discutiendo si Adán y Eva tenían ombligo.Preferimos discutir públicamente si hay razones para organizar unas elecciones primarias como forma de escogencia de un candidato unitario, o si es preferible lograr acuerdos entre “las cúspides flotantes” como denominó Peter en uno de sus principios a los dirigentes sin base.
Mientras nos miramos el ombligo nuestro y discutimos afanosos sobre el ombligo de Adán y Eva, el futuro de la democracia y de la libertad, que es lo mismo que el futuro de la Patria, se nos escurre entre las trampas que siempre tiene preparadas el escurridizo CNE; continúa el saqueo con fines político-electorales o para abultar las riquezas personales; se mantiene el acorralamiento a la libertad de expresión, comunicación, asociación y acción; se anula el Estado de Derecho y en definitiva, se pierden las libertades a las que tenemos derecho como todo ser humano.
No obstante, es conveniente advertir nuevamente a los venezolanos que no nos hagamos eco tampoco de la antipolítica ya que por ese error llevamos 24 años de horror, de degradación de la política, de desbarajuste económico y desintegración moral y ética de la República. Señalar también a la dirigencia política que el recto proceder sustentado en principios y valores correctos permite el bien para sí mismo y para los demás.
El ejercicio de la política no puede ni debe seguir respondiendo al mero cálculo personal ni constituirse en patrimonio exclusivo de unos cuantos vivos e inescrupulosos y que la política es consustancial a todos en cuanto ciudadanos en una sociedad libre y más si tiene que luchar por ella.
Seguir en discusiones estériles mientras el pueblo se muere de hambre y la Patria se extingue es, por decir lo menos, irresponsable, y éstos, dice Borges “sépanlo o no-, son los enemigos viscerales de la libertad. Con ellos y los distraídos el destino será implacable y hasta despiadado.”
El presente y el futuro nos exigen el esfuerzo de reanimar la democracia y para ello se requiere actuar políticamente de manera correcta, ya que hasta el Episcopado Venezolano nos exhorta “a rechazar cualquier conducta de discriminación e intolerancia, venga de donde viniere, a combatir con vigor las actitudes de indolencia, indiferencia, resignación y desesperanza; a defender la libertad y la dignidad de la persona humana.”
Es un llamado que reafirmamos para iniciar o retomar un camino de recuperación de la concordia nacional, porque la sensatez y no tener miedo de errar es el camino de la sabiduría.
Neuro J. Villalobos Rincón