José Aranguibel: ¡Otra vez la señora Machado!

333

“Cuando pierdas no digas nada. Y cuando ganes di aún menos. Se humilde en tus victorias y elegante en tus derrotas. Que hablen los demás.”

Ignacio Novo Bueno

El deshojar de las margaritas no es algo que seguramente preocupe mucho, demasiado o nada a la dirigente María Corina Machado en relación con una eventual candidatura suya en la escogencia del 22 de octubre de este año, cuando la sociedad opositora venezolana designe al hombre o mujer que enfrentará al continuismo “revolucionario” en Miraflores.

No soy brujo, adivino ni mis facultades sensoriales las he desarrollado en ser un mortal privilegiado que pueda leer sin equívocos una esfera de cristal, pero soy un convencido, entre muchísimos venezolanos, que la conducta política de la señora Machado la hace una persona histriónica —tienen poca tolerancia a la frustración y reaccionan a ella de una forma muy intensa y dramática. En este sentido, en el caso de no conseguir su propósito, pueden llegar a manifestar alguna rabieta o berrinche, a mostrarse enfadados (as) e incluso a hacer sentir culpables a sus familiares o personas de su alrededor— si a ver nos dedicamos, por un momento, a meterle ojo, oído y materia gris a cada declaración, discurso o manifestación verbal muy suya, siempre notaremos que están cargadas de un estilo arrogante del “soy yo, sólo yo y nadie más que yo” que en nada favorece construir, echar pa’ lante y fortalecer el camino de una unidad verdadera que no solo ella debe abrogarse su representatividad.

Ella tiene todo el derecho a reclamar, cuestionar, contrariar o pedir que algo sea corregido para que el final de la consulta electoral sea exitosa por el bien del país, pero nadie le ha extendido un cheque en blanco para despotricar, atropellar, mal poner, insultar o usar cualquier otra forma de agresión verbal contra personas, dirigentes o instituciones, cuyo propósito es el mismo que tenemos los venezolanos en un 73 por ciento cuando deploramos y rechazamos las actuaciones, malísima gestión y fracaso de una forma de gobierno instalado hace 24 años en Miraflores, desde donde el “Hecho en Socialismo” es cierto, verdadero, al convertir a madres, padres, maestros, profesores, médicos, ingenieros, periodistas, pensionados, jubilados y a toda una sociedad mayoritaria en magos, ilusionistas y hechiceros modernos para poder sobrevivir con un salario de hambre y miseria.

Su postura abierta a la anti política me recuerda demasiado a la realidad que tenemos hoy, nacida cuando el desaparecido presidente Hugo Chávez Frías en víspera de su triunfo en diciembre de 1.998, encontró eco en millones de venezolanos, profesionales o no, —hoy muy arrepentidos—, que aplaudieron la demolición, trituramiento y desaparición cual “polvo cósmico” de organizaciones políticas y sociales. La Comisión Nacional de Primarias integrada por honorables, prestigiosos y destacados venezolanos (as) no ha escapado a los señalamientos que a su antojo ha formulado la fundadora de Vente Venezuela.

La señora Machado no conviene, no acepta ni avala que el CNE meta su nariz ni que apoye técnicamente o asesore el proceso de las elecciones del 22 de octubre. No niego que cualquier venezolano —entre los que me incluyo— estemos pendientes o en desacuerdo que el cuestionado órgano electoral le ponga sus manos a ese evento. Sin embargo, su cuestionamiento ha tenido muy mala intención. Vulnera, deja mal y estigmatiza la honorabilidad de los integrantes de la Comisión Nacional de Primarias. Dudo que esos venezolanos y también los que conforman la Plataforma Unitaria Democrática expongan su prestigio y probidad social para maniobras contra el futuro de Venezuela.
Mi pregunta que aún no ha respondido María Corina Machado a los venezolanos, es que hará ella, —si no patea la mesa antes del 22 de octubre—, si es votada y electa como candidata a Miraflores.


¿Aceptará o no que el CNE organice las elecciones presidenciales de 2.024?. ¿Aceptará o no que el Plan República custodie dicho proceso?.


¿Si no gana en octubre de 2.023 gritará fraude?. Esperemos, porque amanecerá y veremos.

José Aranguibel Carrasco