El joven jugador de fútbol corre riesgo de condena a muerte en Isfahán a pesar del apoyo global que incluye al arquero de la selección nacional iraní.
Amir Nasr-Azadani -26 años- fue miembro de la selección nacional Sub-16 de Irán y juega desde hace años en la primera división, hoy defensor en el Iranjavan. Sentenciado por un delito que conlleva la pena de muerte, en medio de la fiebre por el Mundial de Catar tomó fuerza una solicitud de Change.org, que busca frenar la ejecución. La campaña ya cuenta con más de 330.000 firmas. Pero a pesar del clamor mundial, es probable que los compañeros y familia de Azdani no vuelvan a verlo nunca más.
El jefe de la Autoridad Judicial de la ciudad de Isfahán, Abdullah Jafari, declaró el domingo que Azadani fue condenado por ser parte de un grupo de nueve personas que habrían matado a tres miembros del Basij, fuerza paramilitar vinculada a los Guardianes de la Revolución. Según Jafarí, «el acusado ha confesado abiertamente sus acciones criminales. También hay un vídeo de cámaras locales y suficiente documentación de que esta persona es miembro de un grupo armado, y la acusación se ha emitido en base a estos documentos, demostrando que era parte de una red organizada para combatir contra las bases de la República Islámica”. Es muy sospechosa la cantidad de confesiones que se vienen sucediendo a raíz de los incidentes por la muerte de la joven Mahsa Amini, a partir de su detención por llevar mal puesto el velo: hay numerosas denuncias de torturas.
A Azadani lo juzgaron por el delito de moharebeh: “enemistad con Dios”. Lo cual es gravísimo en una sociedad teocrática donde no hay separación entre clero y Estado. Esto equivale a atacar los «fundamentos de la República Islámica de Irán». Por ahora se trataría de una acusación, pero de ser declarado culpable, iría rápidamente al patíbulo. Ya dos personas sufrieron tamaña pena: uno fue el luchador deportivo Majid Reza Rahnavard, ahorcado en público desde una grúa callejera en la ciudad de Mashad. Y el otro fue el joven Mohsen Shekari en la misma cuidad, en juicios muy veloces sin margen de apelación.
Gholam-Hossein Mohseni-Ejei, un jefe del Poder Judicial, defendió la ejecución del luchador deportivo según su lógica religiosa: “debemos hacer nuestro trabajo considerando la ley y considerando a Dios nuestro testigo, y no tener en cuenta los reproches de quienes reprochan”.
Protesta del sindicato de futbolistas
La Federación Internacional de Asociaciones de Futbolistas Profesionales (FIFPRO) -sindicato que agrupa a 65.000 futbolistas del mundo-, declaró estar “conmocionada y asqueada por las informaciones de que Amir Nasr-Azadani se enfrenta a la ejecución”. El arquero de la selección nacional de Irán –que en el mundial de Qatar se negó a cantar con sus compañeros el himno, en protesta contra su gobierno- Alireza Beiranvand, fue el único que reaccionó ante las ejecuciones y amenazas: en su cuenta de Instagram reclamó que la pena fuese revocada.
Ya hace dos semanas el conflicto político comenzó a cruzarse con el fútbol: en Bandar Anzali, Mehran Samak de 27 años fue asesinado a tiros, aparentemente por tocar la bocina de su automóvil celebrando la derrota de Irán contra Estados Unidos en Qatar. Según el grupo Iran Human Rights (IHR) con sede en Noruega, Samak «fue un objetivo deliberado y le dispararon a la cabeza las fuerzas de seguridad (…) tras la derrota de la selección nacional». En un video de su funeral se oye a familiares y amigos gritando «¡Muerte al dictador!». Saeid Ezatolahi, un centrocampista que jugó el partido contra EE.UU., oriundo de esa ciudad, publicó una foto suya con el asesinado jugando en el mismo equipo de adolescentes: «Tras la derrota amarga de la pasada noche, la noticia de tu muerte incendió mi corazón», posteó en Instagram, agregando que «llegará un día en que las máscaras caerán y se descubrirá la verdad.»
Página 12