Ender Arenas: De la solidaridad automática al automático silencio

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Que hace que toda la izquierda latinoamericana y alguna otra de Europa patalee con ira, gesticule, puje, gruñe y ponga el grito en el cielo, porque a Cristina Kirchner la condenaron a seis años de prisión e inhabilitada de por vida a cualquier cargo público (El fiscal Luciani ha dicho que la señora es una amenaza. Pues, no puede ver un dólar porque enseguida lo pesa y lo mete en una bolsa negra y lo manda a esconder en un monasterio). Si, señor, todos, desde AMLO, pasando por Miguel Díaz Canel, Lula Da Silva (no faltaba más porque entre bomberos no se pisan la manguera) hasta Irene Montero del Podemos español, todos ellos están indignados

 En cambio, por Pedro Castillo, hasta el momento que escribo esta nota, solo se ha pronunciado Diosdado Cabello que denunció al imperio norteamericano de promover el golpe contra el peruano (Viniendo de Cabello eso es natural, pues, para Diosdado Cabello si su mujer le pusiera los cuernos y él la sorprendiera saldría corriendo a lanzarle piedras a la embajada norteamericana). Es necesario señalar que esta posición de Cabello ha sido calificada como la solidaridad de los chambones.

 El caso es que, haciendo abstracción del “glamour” izquierdista de la Kirchner y de la chambonería izquierdista de Pedro castillo, el resultado de ambos procesos, es decir la prisión para ambos, tienen un mismo origen: ambos se han comportado en el poder como vulgares ladrones. Claro, los robos de Cristina se hicieron de manera más sofisticada (incluso diseñaron un método interesante que es pedagogía para los ladrones que vienen: el dinero se pesa no se cuenta, simple regla de tres), mientras Castillo fue mas directo, las comisiones y el robo directo se guardo debajo del colchón y en las gavetas de los escritorios.

Ninguno de los que han cuestionado el proceso a Cristina Kirchner ha mencionado los casos por el cuales se les juzgó ni tampoco han mencionado los casos que todavía tiene pendientes y que algunos ya fueron sobreseídos: el atentado al AMIA, que dejó un saldo de 85 muertos y de la que se le investigó por su relación con los iranís para tapar el terrible asunto y el “suicidio” de Nisman quien era el fiscal que la investigaba y cuya muerte nunca ha sido aclarada.

Con respecto a Castillo, me aventuro a decir que el silencio ensordecedor que guarda la izquierda latinoamericana la cerril y extrema y la no tan extrema, inclusive un poca rosa, y que demuestra ninguna solidaridad, es que Castillo mas que un revolucionario sofisticado fue en sus dos años de gobierno un incompetente. Aunque, en honor a la verdad, en Perú se ha normalizado que los presidentes el día justo de ganar las elecciones ya tienen un juicio por inmoral y ladrón, solo que en el caso de Castillo él “dio por donde», pues, al parecer no tuvo ningún escrúpulo para robar a manos llenas nada más instalarse en la casa de gobierno, que no en balde se llama la Casa de Pizarro.

He escuchado a algunos comparar este caso con el de Venezuela. No son iguales, ni siquiera lejanamente parecidos. En Venezuela la corrupción ha sido un eficiente mediador del hecho estatal y ha contribuido a la cementación del hecho estatal, teniendo a la Fuerza Armada como un actor fundamental en el tejido corrupto: Venezuela es un botín.

 No es el caso peruano, no porque la corrupción no sea un mediador eficiente en la construcción del hecho estatal, también lo es, solo que la magnitud de los recursos disponibles para el robo es menor y la competencia por el control político de dichos recursos es mayor.