Amos Smith: La guerra de la nostalgia

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Una mujer simpatizante del candidato opositor, Henrique Capriles Radonski muestra su maquillaje alusivo a la bandera de Venezuela durante la llamada marcha Heroica realizada en Caracas, Venezuela. 7 Abril 2013. (Foto/ivan gonzalez)

PORQUE ABRIR UNA BRECHA SI EL VIEJO CAMINO SE VE SEGURO Y MUY TENTADOR?. MIENTRAS VIAJAMOS.

COMO PODEMOS VER EL DESALIENTO Y EVITAR LUCHAR?. JAULA O ALAS. QUE PREFIERES?. PREGÚNTALE A LAS AVES.

Jonathan Larson.

Nada más ñangara y ultroso que la palabra hegemonía, pero nada más hegemónico en este surrealismo caribeño que la nostalgia (pura lírica de Ricardo Arjona). Aunque el peor enemigo de la nostalgia sea el olvido.

En la última entrega de los premios Oscar, aparte del coñazo que le pegó Will Smith al presentador, en mi humilde opinión la academia fue más injusta que el TSJ premiando cómo mejor actor al autor de ese golpe hasta mal dado. Andrew Galfield lo merecía mucho más.

En Tick, Tick boom de Lin Manuel Miranda (2021), Galfield encarna a Jonathan Larson, un prometedor compositor de teatro musical sin dinero, sobreviviendo como empleado en una cafetería en los suburbios de la gran manzana, con presiones personales y artísticas, luchando con su propio proceso creativo, intentando la puesta en escena de su primer musical en las inaccesibles marquesinas de Broadway.

Después de años de lucha y atravesando la línea de la treintena, Larson se cuestiona si vale la pena seguir intentando alcanzar su sueño.

Es el conflicto de hacer lo que uno ama ante la imposición de un sistema que pretende seducir con cosas simplonas y vacías para acostumbrarnos a lo que es más fácil y cómodo.

Lamentablemente Jonathan Larson en el mundo real no llegó con vida a disfrutar de su propio éxito con el musical RENT, una de las obras más exitosas en la historia de Broadway. Murió un día antes de su estreno y me disculpan una vez más el spoiler.

Ahora, más allá que Tick Tick boom se trate de un homenaje a los sueños y como ve el mundo un genio, es presenciar una ambición que va más allá de lo meramente material.

Me refiero a esa terquedad que lleva a un niño sin comida y pasajes a un ensayo del Sistema Nacional de Orquestas. A ese maestro o médico rodeado de desaliento que se mantiene firme en lo que ama hacer. No solo se trata de sobrevivir a un holocausto tropical, es no rendirse, seguir aspirando, seguir insistiendo, seguir escribiendo, seguir pintando, cantando, haciendo lo que nos toca lo mejor posible. Lo que sea. Sino que lo diga alguien como el poeta Rafael Cadenas.

Los que aspiran a vivir por encima de esas facilidades provocadas por esos progenitores de las dificultades que enjaulan a la mayor parte de nuestra población.

Escribirle sobre estas cosas a ustedes es parte de ese sentido de pertenencia de mi propia terquedad. Aunque todos dejaran de leerme lo seguiré haciéndolo para mí.

No acepto las excusas canallas de quienes desde su comodidad digan que aquí hay tanta comida que hasta en las bolsas de basura es abundante.

Que nada pueda ahorcar esa melancolía que deriva de tu espíritu.

Yo celebro a los soñadores y los que aman lo que hacen. Ellos algún día van a salvar a este país. Por lo menos del desánimo.

Así será. Y me perdonan el optimismo.

@amos.smith