1. Lo primero. Ya nadie discute (ni en el gobierno, ni en la oposición, ni en la comunidad internacional) que la solución a la crisis venezolana pasa por negociaciones entre las fuerzas confrontadas que propicie un desenlace electoral lo más confiable posible en 2024 (o antes). Haber superado este dilema es, sin duda, un avance político gigantesco.
2. Durante el último cuarto de siglo, la vida politica y social en Venezuela transcurrió en medio de una confrontación radical donde todos los actores políticos han jugado muy duro. El odio, la sed de venganza y la desconfianza mutua marcan la emocionalidad cotidiana de una minoría dominante en el país.
3. Esto significa que la solución a la crisis venezolana pasa por decisiones pragmáticas y atípicas dentro del campo democrático mundial. Y cualquier desenlace electoral requiere para su éxito de una alta dosis de reconocimientos mutuos, y de disposición a trabajar mancomunadamente a la solución de las crisis del país. Sin duda, estos consensos deben estar cimentados en grandes demostraciones de confianza (inexistente en este momento) entre las partes en conflicto. Sin esto, no habrá desenlaces satisfactorios.
4. El gobierno debe saber que en las condiciones actuales, con una montaña de sanciones sobre sus espaldas, no hay espacio para la «mamadera de gallo” durante el proceso de negociaciones que esta a punto de reanudarse. Durante todas las negociaciones anteriores, el interlocutor del gobierno era una oposición errática y debilitada. En esta oportunidad, la negociación será con grandes potencias mundiales (ellos son los verdaderos dueños de las sanciones).
5. Y la oposición, por su parte, debe comprender que deberá poner sobre la mesa de negociaciones una montaña de concesiones (además de tragar muy grueso) porque en realidad no tienen las fortalezas necesarias para torcerle el brazo al adversario. La dispersión y el caos interno, ademas del desventajoso concierto internacional de hoy, son sus grandes debilidades (y quizás sus sepultureros).
6. Asimismo, la oposición debe tener muy claro a estas alturas que jamas va a lograr una cándida rendición del gobierno. O dicho de manera más precisa, el chavismo no le va a entregar ingenuamente el poder a quien le ha amenazado con cortarle la cabeza. En la historia del poder a nivel mundial eso jamás ha ocurrido.
7. O para decirlo en palabras de Maduro y Cabello: “Jamás le entregaremos el poder a la derecha”. Y eso es lo que ha motivado a los líderes opositores a definir al chavismo gobernante como “dictadores”, “mafiosos”, “corporación criminal”, y paremos de contar.
8. Y esta es la razón de mayor peso por la cual la oposición debe comprender que lo que surja de las elecciones del 2024 (o antes) no será un gobierno “opositor» que va a aplicar justicia y enterrar políticamente al chavismo sino que será lo más parecido a un gobierno de transición cuya mayor misión será desmantelar la camorra que destruyó al país.
9. A partir de 2024 la tarea es comenzar a construir las bases de un nuevo sistema político en Venezuela basado en el consenso (o quizás un co-gobierno), donde la confianza mutua jugará un rol estelar. O para decirlo más claro: Como mínimo, el próximo ministro de la defensa a partir de 2024 lo pondrá el chavismo. De ese tamaño es el asunto central.
10. Esa gigantesca tarea (desmantelar el escenario de la confrontación absurda y la construcción de la confianza) consumirá buena parte de los 6 años del periodo presidencial. No será nada fácil. Además, sin ese escenario de cohabitación política inteligente, constructiva y pacífica será imposible la gobernanza en el país.
11. En realidad, al país no le interesa quién será el simpático o el radical que gane las elecciones del 2024. Lo único que le interesa es tener un gobierno que gobierne y genere resultados tangibles urgentes en torno a la calidad de vida en el país. Ganar y no poder gobernar no tiene sentido. Eso lo tuvieron muy claro Mandela en Sudáfrica, Walesa en Polonia, Chamorro en Nicaragua, Alwin en Chile, y tantos otros en el planeta.
12. Este es el contexto que deben administrar con sabiduría y desprendimiento los actores políticos entusiasmados en ser candidatos presidenciales. Recorrer al país para postularse (de manera muy legítima por lo demás) como el hombre o la mujer que va a resolver los problemas de los venezolanos sin conocer la dimensión real de lo que van a manejar sería una irresponsabilidad con un país que exige seriedad y desprendimiento a sus políticos.
13. Cualquier desenlace de carácter electoral en Venezuela no será el resultado de una fiesta democrática con invitados cordiales y generosos. Cada quien andará con un cuchillo en la boca tratando de quedarse con la chica más bonita de la fiesta. Es decir, con el poder.
14. Por tanto, desmontar la estructura confrontacional creada durante el último cuarto de siglo en Venezuela pasa necesariamente por una fase de transición política basada en el consenso y en la construcción de la confianza mutua indispensable para que fluyan exitosamente los acuerdos y la re-institucionalización democrática del país. Lo contrario es quimera pura. Por tanto, es obligatorio jugar con mucho pragmatismo e inteligencia política.
15. Una vez evaluados estos parámetros y realidades se podrá resolver con mayor asertividad la selección del candidato presidencial ideal para la oposición y cuál sería el mecanismo más idóneo para escogerlo ¿En verdad unas elecciones primarias excluyentes garantizan una selección adecuada? ¿Estamos seguros de ello?
A nuestro criterio, el candidato ideal de la oposición venezolana debe llenar 3 requisitos mínimos:
16. Primer requisito. CAPACIDAD DE GANAR. Para ello debe lograr la máxima unidad posible. Persistir en la absurda división entre los “puros” y los “impuros” (finalmente ambos terminaron siendo lo mismo) conducirá a una casi segura derrota.
17. En 2021, la oposición perdió más de 10 gobernaciones y decenas de alcaldías gracias a esa división. Además, la unidad hoy día trasciende a la minoritaria “oposición”. No valorar a los 4.1 millones de ex-chavistas que andan en el limbo político desde la muerte de Chávez y a todos los venezolanos que no son ni chavistas ni opositores será un costosísimo error político.
18. El segundo. CAPACIDAD DE COBRAR LA VICTORIA. Para ello, el candidato opositor debe “caerle bien” a Nicolás Maduro y al chavismo. Opositor que crea que estará más cerca del poder eligiendo a alguien que va a llegar a ejecutar venganza y castigar a los chavistas, en realidad está eligiendo estar más cerca de un futuro museo de la diáspora venezolana en Miami, al lado del mismo museo de los cubanos en Coral Gables tras 64 años de soñar con la caída de la dictadura castrista.
19. Muchos extremistas han criticado recientemente a Manuel Rosales (y también a Capriles, a Ecarri, a Gutiérrez, a Duque, a Fernández, a Uzcátegui y tantos otros) por reconocer a Maduro como el presidente de Venezuela, sin percatarse que ellos son justamente los que más se aproximan a lo que sería el candidato ideal de la oposición. Rosales estrechó recientemente la mano de Maduro y hasta besó en la mejilla a Cilia Flores. Eso se llama estar alineado con el objetivo.
20. El tercero. CAPACIDAD DE GOBERNAR. Para ello el candidato debe tener suficiente madurez política, un indiscutible nivel de estadista, para poder conducir y reconstruir a un país que padece varias mega crisis simultáneas, para lo cual será imprescindible edificar el mayor consenso posible con el chavismo, con los empresarios, con la comunidad internacional, con los trabajadores. Evitar que se le incendie el país por los cuatro costados será la misión de este “bombero” al frente de Miraflores. Conducir y lograr el respeto de las actuales fuerzas armadas, por ejemplo, será uno de sus colosales desafíos.
21. Cumplir con uno o dos de estos requisitos no será suficiente. Son imprescindibles los tres. Ese es el reto. Si los respetables y valiosos venezolanos que se han propuesto como candidatos a la presidencia colocaran su mano en el pecho, pensando en Venezuela con el mayor desprendimiento, con un rigurosa evaluación de sus límites personales, estoy seguro que la lista de proponentes se reducirá a la más mínima expresión facilitando las decisiones finales.
22. El liderazgo opositor tiene prohibido seguir comportándose como una eficiente fábrica de frustraciones y desesperanza. Dilapidar la oportunidad del 2024, en la que Maduro podría ganar limpiamente, puede convertirse en un terremoto que sepultaría a generaciones enteras de políticos.
20 de Noviembre, 2022
@JesusSeguias
Nota: A partir de ahora retomo los Micro Análisis sobre el caso venezolano luego de un voluntario receso. Me sigue acompañando el más noble interés de contribuir constructivamente a la solución de la crisis venezolana (y sin aspiraciones políticas de ningún tipo, por si acaso). Al igual que la mayoría de los venezolanos, quiero ver a Venezuela pujante de nuevo, construyendo democracia, y sin confrontaciones autodestructivas.