Este año, en julio, la asociación Gente del Petróleo cumplió 20 años de fundada. Sin duda una buena oportunidad para recordar cosas relacionadas con la industria petrolera y, con el permiso de mis amables lectores, hoy escribiré sobre algunas vivencias personales.
Mi primera relación con la industria petrolera ocurrió a los siete años de edad. Mi padre había sido empleado por la Creole en la refinería de Amuay como electricista y eso cambió nuestra vida. Una casa, un colegio, un comisariato, un carro. Un sitio seguro donde los niños íbamos caminando a la escuela en la mañana, regresábamos a almorzar y luego a las clases de tarde. A pesar de eso había mucho tiempo para jugar y hacer las tareas.
Al terminar la primaria, mi padre un día me llevó a la refinería. Debía hacer una prueba escrita de muchas hojas, problemas y preguntas. Luego supe que era una prueba para optar a una beca de la Fundación Creole. Días después mi padre, muy contento, me dijo que me habían otorgado la beca. Gracias a eso pude estudiar secundaria y luego una carrera universitaria.
Había usado todas mis vacaciones para hacer pasantías en la refinería así que no fue sorpresa que al graduarme como ingeniero me llamaran a firmar el contrato de trabajo. Aún me jacto de ser una de esas pocas personas que nunca han tenido una entrevista de empleo. Amuay fue mi real escuela y nunca agradeceré lo suficiente a los muchos que me guiaron en aquella alegría de trabajar dentro de un ambiente de extraordinaria pulcritud.
A los cuatro años de estar trabajando en Amuay se anunció que la industria petrolera sería nacionalizada. Mucha inquietud originó esta noticia entre los que allí estábamos. Sentíamos que la injerencia política sería inevitable y temíamos por lo que podría pasar. Pero el astuto director de ese proceso también sabía que era necesario darnos tranquilidad.
De manera que el presidente Carlos Andrés Pérez visitó a todas las áreas de operación petrolera. Allí en Paraguaná nos reunimos en el teatro Judibana la nómina mayor de la refinería Amuay de la Creole junto a nuestros competidores de la nómina mayor de la refinería Cardón de la Shell.
Una hora, de memorable discurso, le tomó a ese extraordinario líder para revertir nuestros miedos a la nacionalización y animarnos. En 1976 ya todo estaba hecho, la Creole era ahora Lagoven, la Shell, Maraven y muchos otros nombres. Nuevos presidentes en las empresas. A los de Lagoven nos tocó de presidente al vicepresidente de la Creole, Guillermo Rodríguez Eraso, un geólogo venezolano de extraordinaria carrera y gran carisma.
Pero la preocupación no cesaba y seguíamos en las áreas temiendo por la influencia política. Guillermo, con buen olfato de lo que pasaba, también visitó a las áreas de Lagoven. Recuerdo claramente su visita a Amuay y no tardó mucho en que alguien, en medio de la reunión le preguntara, presidente muchos estamos preocupados por la eventual influencia política en nuestras actividades, ¿qué opina usted de esto?
Guillermo, con la tranquilidad de los hombres cultos, le contestó “Para que ocurra una influencia política deben primero existir dos cosas. La primera es que exista alguien que quiera influenciar, cosa que han prometido no hacer, y la segunda es que exista alguien que se deje influenciar. De esta manera Rodríguez Eraso nos pasó el testigo de que la defensa de la industria estaba en nuestras manos. Es posible que nunca sospechó que ese día llegaría.
Muchos años después, los hijos de aquellos petroleros de tronío, debíamos enfrentarnos a la situación que había pronosticado Guillermo Rodríguez Eraso. Llegaron los tigres de la noche a influir como nunca en nuestra industria. La intención de politizarla apareció en carne viva con Chávez y ocurrió lo impensable: los petroleros desafiamos a la autoridad y dijimos que no. Lo que pasó ya es historia. Miles de empleados del más alto nivel fueron despedidos de un día para otro.
Chávez despidió a los pilotos de ese figurado avión llamado PDVSA y los reemplazó por amigotes y leales sin experiencia alguna en petróleo. El avión en poco tiempo empezó a venirse abajo. Hoy, por la baja en la producción, el país deja de percibir 90 mil millones de dólares al año por esa estupidez chavista.
¿Hicimos lo correcto en retar a Chávez? Claro que hicimos lo correcto, ninguno de aquellos petroleros antiguos nos hubiera perdonado el haber sido sumisos y complacientes con unos mandones irreverentes con lo decente. El desprecio al mérito y la enorme corrupción en PDVSA que crearon estos bandidos, habría sido intolerable y, de igual manera, habríamos renunciado.
La historia sigue y es muy probable que Maduro sea derrotado en las venideras elecciones. El como recuperar nuestra industria petrolera está bastante claro. Vienen tiempos mejores.
Eugenio Montoro/ [email protected]