“Si queremos conocer nuestro pasado, miremos el presente que es su consecuencia; si queremos conocer nuestro futuro, miremos el presente que es su causa.” Proverbio Oriental
En otras ocasiones me he referido al día “D” por que ese 6 de junio de 1944 se llevó a cabo el desembarco en Normandía, el cual ha quedado grabado en la historia universal ya que marcó el inicio de la liberación de Europa Occidental ocupada por la Alemania nazi durante la segunda guerra mundial. Su expresión es el símbolo para identificar una fecha en que se debe acometer un ataque o una operación de combate, o un hecho trascendental y definitorio en la lucha por la libertad de una nación.
Pero quizás lo que más llamó la atención de ese hecho histórico inolvidable fue que para librar esa batalla se hizo preciso poner de acuerdo distintos temperamentos de los líderes de la época y los intereses de las naciones intervinientes. Fue necesario sortear el ego desmedido de Montgomery; el comportamiento belicoso de Patton; las inquinas de Roosevelt y De Gaulle, sobre todo el menosprecio de éste a la inmensa ayuda de los aliados; se hizo necesario también el papel jugado con infinita paciencia por Eisenhower y la prudencia excesiva de Bradley. Sin embargo, logrado los acuerdos, el resultado fue una gran victoria y el derrumbe del mal que se cernía para la humanidad, aunque el costo en vidas humanas fue elevadísimo.
El transcurrir de los años no ha podido borrar esos hechos de valentía, inteligencia, sacrificio, paciencia y prudencia puestas en acción por esos grandes hombres, estadistas por definición, que pensaron prioritariamente en las próximas generaciones y pusieron a un lado los intereses particulares y ambiciones personales.
En ocasiones es necesario apelar al auxilio de la historia para tomar de ella los buenos ejemplos en procura de que ellos sirvan de acicate y estímulo para los grandes y buenos espíritus; para que se depongan las pequeñeces de los pobres de espíritu y por encima de todo, se antepongan los intereses de la patria soñada en libertad. La gran mayoría del pueblo venezolano ha exigido insistentemente un gran acuerdo político que nos permita salir de este trágico trance presente y aclarar el nebuloso mañana.
Los venezolanos exigimos con vehemencia patriótica nuestro día “D” luminoso. Sabemos que para llegar a ese día decisivo para nuestra historia política se requiere mucha inteligencia, paciencia y conciencia por que hay que pasar por encima de los egos inflados, las intemperancias de las nulidades engreídas, y los comportamientos insensatos de algunos dirigentes. No es tiempo de exhibir arrogancia ni soberbia. No es tiempo para cálculos egoístas ni discriminación de cédulas de identidad, aquí y ahora nos necesitamos todos y debemos acudir presurosos al clamor de la Patria.
Los venezolanos estamos viviendo en estos años de opresión la neurosis colectiva frecuente en aquellos pueblos que han sido sometidos por la insanía mental de un Hitler, Mussolini, Stalin, Kim Il Sun o Castro que hicieron experimentar un vacío existencial en aquellas sociedades que les tocó dirigir, donde la prédica oficial repetitiva ha sido que la felicidad futura no es posible sin la existencia del líder. Obviamente Maduro no tiene esencia ni consistencia de líder. No la ha tenido ni la tendrá. Su fama es de matón de barrio, corrupto, embustero y vil. Es un jefe de una banda criminal que ha degradado la política y destrozado la economía sin rubor alguno.
Asumamos la bandera por la construcción de un futuro seguro, el cual es posible si empezamos desde ahora a tomar decisiones para derrumbar el orden de cosas envejecido y dislocado que nos obstaculiza vivir la vida con dignidad. Debemos asumir con talento, coraje y convicción la construcción de nuestro propio destino venciendo el miedo y la desesperanza. Eso es posible con estrategias bien definidas y con gran espíritu de unidad que nos permitan lograr nuestro día “D”, entendida la estrategia como la conceptualiza Carlos Matus: “El arte de lidiar con la incertidumbre, con lo impreciso y nebuloso de mañana, aunque con sujetos bien identificables como yo, tú y él”.
Neuro J. Villalobos Rincón
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