Hugo Delgado: Los invisibles

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En sus últimos días de gestión (2018-2022), el presidente Iván Duque, hizo un esfuerzo comunicativo para mostrar lo que hizo en sus cuatro años de gestión. Las encuestadoras ubican su aceptación entre el 40 y 45%, una cifra nada mal para un gobierno que hizo poco populismo y se dedicó a encarar sus promesas con hechos y no palabras.

¿Error? Para quienes les gustan más el espectáculo político y las redes sí. Para quienes persiguen más el beneficio a la nación, no. Lo cierto es que cada quien es libre de evaluar personalmente la gestión. Algunos consideran que se distanció de su protector, Álvaro Uribe Vélez, y su partido Centro Democrático. Otros indican que falló su estrategia, incluso no la tuvo, de comunicación. Pero al final del camino los organismos internacionales lo sitúan entre las gestiones públicas más efectivas en tiempos de pandemia y de los turbulentos momentos que vive el mundo con la inflación y el estancamiento de sus economías (por ejemplo, Estados Unidos de América y Europa). Su crecimiento será de 4,4% pronostica el Banco Mundial para 2022.

Los escépticos colombianos lo descalificaron, pero en su propaganda oficial, Duque muestra con cuentas en manos obras que abarcan el territorio nacional, desde energía renovables en la Guajira,  modernas carreteras y puentes  que  han mejorado el transporte nacional en zonas tan alejadas como el departamento del Amazonas, hasta programas sociales destinados a crear micro empresas y asistir económicamente a las poblaciones más vulnerables. Como dicen algunos, la historia  dirá quién tiene la razón.

Pero uno de los temas álgidos en su gestión fue el migratorio, generado por la crisis humanitaria de Venezuela. Un asunto provocado por el régimen de Nicolás Maduro que le permitió quitarse la presión social interna con la salida de casi 6 millones de sus habitantes, siendo Colombia el país con mayor recepción por su cercanía geográfica (2 millones aproximadamente), afinidad familiar y opción más económica.

Con una economía y problemas sociales frágiles, el éxodo le complicó la situación a Colombia. Aquí llegaron grupos profesionales e inversionistas, trabajadores con menos preparación y grupos delictivos.  Esa diversidad y cantidad complicaron internamente al país, y el gobierno de Duque comenzó a instrumentar políticas  que demandaron recursos del Estado, lo que muchos consideraron se debían destinar a favorecer a los colombianos; sin embargo, muchos de los inmigrantes tenían origen neogranadino (padres o abuelos) y por tanto poseían derecho a ciudadanía.

El objetivo del gobierno fue buscar mecanismos para legalizar a la mayor cantidad de inmigrantes, tener un control, formalizarlos y garantizar sus derechos humanos, convertirlos en visibles, sacándolos del mundo invisible, declaró el Presidente saliente. Así se les permitió buscar oportunidades en el campo laboral, beneficiarse con el sistema de salud y educativo, y abrir cuentas bancarías. “Los dignificamoscon el Permiso Temporal de Permanencia (PTP)”.

La política de inmigración trajo críticas y xenofobia como la emprendida por la alcaldesa de Bogotá, Claudia López.  Hubo fallas, aceptó Duque, pero también se convirtió en un modelo de tratamiento humanitario en el mundo, para una población que sufría las inclemencias de un régimen antidemocrático que arruinó a un país con muchos recursos como lo es Venezuela. Además fue una manera de retribuir la solidaridad que décadas atrás tuvo con los colombianos que huyeron de  la violencia y la crisis económica. También hay que reconocer que históricamente debemos la bandera al generalísimo Francisco de Miranda, la libertad a Simón Bolívar y a otros héroes como Antonio José de Sucre. Tenemos un legado que debemos retribuir.

Duque demostró ser un demócrata hasta el último día en su gestión,  criticó al régimen y desconoció a Nicolás Maduro  por la ilegitimidad de su elección, combatió a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc)  y al Ejército de Liberación Nacional (ELN) que operan entre Venezuela y Colombia, denunció el apoyo que recibían ambas de los líderes chavistas, militares y cuerpos de seguridad; el rol de ese país en el negocio del narcotráfico y el financiamiento al terrorismo mundial por la vía de las drogas y el comercio ilegal de minerales como el oro, los diamantes y el coltán extraído del arco minero.

Ahora que se habla de la normalización de las relaciones entre Estados Unidos de América y Venezuela, y el apoyo que le dará su presidente, Joe Biden, al entrante Gustavo Petro, es interesante saber cómo van a evolucionar las expectativas creadas por él y el manejo de temas tan complejos como el narcoterrorismo, las relaciones chinas, iraníes y rusas con el régimen de Maduro y el apoyo tácito que el nuevo huésped de la Casa de Nariño mostró hacia Moscú. Duque fue defensor de la democracia y solidario con los millones de venezolanos invisibles que huyeron del desastre del  “mejor amigo” del ex mandatario, Juan Manuel Santos, quien ahora resucita como el hombre fuerte de la incipiente gestión presidencial neogranadina; queda ver qué rumbo tomarán los dos socios en un escenario latinoamericano y mundial muy complejo.   

@hdelgado10