El guión está escrito para el nuevo gobierno de Colombia, presidido por Gustavo Petro. La izquierda de Latinoamérica está clara desde el siglo XX, con respecto a lo que debe hacer. Se venden como la propuesta irreversible, partiendo del precepto marxista de “ser la última fase de la historia de la humanidad”, por lo tanto defienden el poder, eternizándose en él, violando toda norma, engañando y acogiendo las banderas de la desigualdad, la exclusión y el resentimiento histórico que acumula su sociedad. Aunque al final del cuento se convierten en regímenes burocráticos y tiránicos.
Extrapolando la inmortal obra del Nobel de literatura, Gabriel García Márquez “Gabo”, Cien Años de Soledad, y de ella el simbolismo de su idílico Macondo y la realidad representada por Aracataca, Colombia afronta ese dilema, entre los sueños construidos por sus hijos en distintas fases de su historia, y su contradictorio realismo violento, destructivo y también lleno de experiencias constructivas.
Macondo fue construido en el ideario de Gabo, para plasmar su macromundo de pensamiento universal, relacionándolo con su micromundo familiar, sus vivencias personales y sus inquietudes, cerrando el ciclo temporal -de este último- en cien años. Mientras que Aracataca -la real- es como Colombia, no se termina y tampoco muere, continúa su vida con aciertos y errores. La resistencia de muchos sectores de su sociedad civil, de empresarios y excepcionales líderes políticos, ha permitido que esa fuerza positiva construya lo que hoy el mundo admira y lo que muchos de sus hijos no reconocen.
Resumida esta última apreciación por el biógrafo inglés, Gerard Martin (1944), al regresar Gabo a Colombia en 1959: “Es sentir toda la frustración acumulada del escritor y el desprecio y la rabia hacia un país que consumía sin cesar a sus propios hijos y parecía que nunca fuera a cambiar”. Este comentario recorre la vida de la nación controlada por una élite política y económica que pone y quita gobernantes, desde la época de la colonia. Sin embargo, el mismo García Márquez que la criticaba, también fue amigo del dictador cubano, Fidel Castro, responsable de la violencia que derrama la sangre de sus compatriotas.
Con la llegada de Gustavo Petro a la presidencia de Colombia, las cosas van a cambiar, sí, hacia la propuesta planteada por el Foro de Sao Pablo (1990), fundado por Fidel Castro y el corrupto aspirante –de nuevo- a la presidencia de Brasil, Ignacio Lula da Silva, para mantener vigente el comunismo, disfrazado de democracia y esparciendo por el continente las semillas de la corrupción, el resentimiento y la violencia. Su victoria consuma el viejo plan de la guerrilla apoyada por Rusia, China y Cuba, de aprovechar la institucionalidad democrática y la narcoviolencia de sus brazos armados (Fuerzas Armadas Revolucionarias y Ejército de Liberación Nacional) para alcanzarla, explotando las ilusiones de un pueblo desigual, excluido, creyente del ideario que sus males los causa el imperialismo yanqui y no la ineficiencia de su sociedad.
Colombia vive las angustias del micromundo de su propio Macondo, con sus fantasías, aspiraciones de primer mundo (por ejemplo autorizar el uso de la marihuana en un sociedad cargada de emociones negativas, delincuencia y sin capacidad institucional para responder ante ese reto; o modificar su política energética cuando es el petróleo aporta el 40% de su gasto público destinado a financiar sus programas sociales) y sus desgracias; anclada en la realidad de una Aracataca que actúa como “país de tercer mundo” que no la deja evolucionar y potenciar a su gente, porque se lo impide el resentimiento, su desconfianza hacia el otro, su egoísmo, su violencia y su corrupción.
La llegada de Petro ilusiona a los sectores excluidos, pero también generó desconfianza en casi el 50% del electorado que votó en su contra. Pensando en neutralizar a su vicepresidenta, Francia Márquez, le creó el Ministerio de la Igualdad (más gasto burocrático), con el que pretende resolver este legado histórico, pero este complejo asunto no se soluciona con una actitud y un lenguaje agresivo como el mostrado por sus voceros, porque el remedio puede ser más nefasto que la enfermedad. Por otra parte, si pretende construir un proyecto de paz sobre compromisos de impunidad, negocios y pre vendas políticas, económica y sociales, para sus eternos aliados narcoterroristas, obviando a quienes piensan diferente, la propuesta fracasará, como sucedió en Centroamérica.
Con respecto a sus relaciones con el régimen de Nicolás Maduro, no habrá sorpresas. La victoria materializá los planes del Foro de Sao Pablo. Los movimientos inmediatos, luego de asumir el cargo, lo demuestran. Los negocios en el área petrolera serán prioritarios, sobre este asunto, el embajador designado, Armando Benedetti ya tiene instrucciones específicas; el control sobre Monómeros será entregado al chavismo para que sigan robando y fortalecer sus finanzas; el comercio y la normalización diplomática afianzarán el apoyo mutuo y la estrategia comunista continental.
Los negocios son buenos para ambos y no habrá problemas, aunque en la frontera desde su cierre (19 agosto de 2015 por orden de Maduro) no se ha detenido. El flujo humano nunca paró, la corrupción militar se afianzó y todos los días pasan –después de las 6 de la tarde-, “más de 40 gandolas” provenientes de Colombia con todo tipo de carga, con la complicidad de las autoridades de ambos países, para que los anaqueles de los supermercados se llenen y eliminen la escasez en Venezuela.
Hay asuntos espinosos que no dejarán tranquilo al gobierno y los cabilderos norteamericanos, porque los negocios petroleros y los asuntos estratégicos no cuadran.
El narcoterrorismo y la presencia de rusos y chinos (enemigos) en la región presagian que no serán temas nada fácil de tratar. La historia y los hechos demuestran que las drogas como arma son parte de una estrategia comunista para socavar las bases de la sociedad de EUA y de Europa occidental. Este flagelo ya está generando preocupantes daños, especialmente en sus jóvenes. Por otra parte, estratégicamente la penetración de los aliados de Maduro y Petro en el Caribe y cerca del Canal de Panamá vulnera sus intereses estratégicos, más en estos momentos de confrontación ruso-ucraniana, una advertencia que el Departamento de Estado hizo en 1990 ¿Cuánto durará la luna de miel con el gobierno del cambio?
@hdelgado10