Kaled Yorde: Sufrimiento humano y pecado original

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A) Este artículo es la segunda parte de otro anterior escrito hace unos tres meses, el cual denominamos «Sed Perfectos como Vuestro Padre Celestial es Perfecto.»
Enseña la doctrina cristiana que todos los sufrimientos y calamidades que le ocurren al hombre, son debidos al pecado original que cometió Adán en el Paraíso.
¿Será cierto eso? ¿Por qué los hombres nacidos después de Adán deben cargar con las culpas de algo que ellos no cometieron?
Por otra parte, si sufrimos es porque hemos pecado. Pero, ¿cómo puede esto conciliarse en el caso de los bebés y niños que sufren y mueren a temprana edad? ¿Cuándo pecaron? ¿Dónde fue eso? ¿Acaso en el vientre de su madre?
En sí, la creencia en el pecado original fue un invento de la Iglesia utilizado varios siglos después de la muerte de Jesús, a manera de pretexto para no tener que aceptar la doctrina de la pre-existencia del alma y la reencarnación que estaba tan en boga a lo largo de los primeros 5 o 6 siglos.
Para comenzar, la leyenda del Paraíso fue eso: Un relato que oculta un mensaje, una enseñanza, muy importante que no se puede tomar literalmente. De hecho, nunca hubo un pecado original ni desobediencia alguna; se trató de algo de enorme trascendencia: El comer el fruto del Árbol de la Ciencia del Bien y el Mal, fue parte del Plan Divino de evolución que acarreó que el hombre fuera dotado del maravilloso don del Libre Albedrío y la facultad del discernimiento. La caída viene a ser el descenso de las almas de un plano llamado Astral al mundo material.
Esta cuestión de la preexistencia del alma y la reencarnación, al igual que las divergencias acerca de la naturaleza de Jesús en a relación a su Padre que está en los cielos ( De si era o no consustancial con Dios), produjeron enormes confrontaciones en el seno de la/Iglesia primitiva, que duraron más de tres siglos.
Las discusiones se inician con el Obispo Agustín de Hipona, mejor conocido como San Agustín, en el Siglo V ( quinto).
Después de que la Iglesia romana en su largo y paulatino proceso de formación iniciado a partir de finales del Siglo II, rechazara las enseñanzas del Obispo Orígenes y la doctrina de la preexistencia del alma, tenía que conseguir otra razón para explicar por qué le suceden cosas malas y desgracias a la gente buena.
No se crea que a comienzos de la formación del cristianismo y la de los padres de la Iglesia, todo era armonía, entendimiento y unidad. Habían diversas facciones de tendencias encontradas y disimiles, que desataron terribles confrontaciones, interminables discusiones, divisiones y cismas.
Orígenes presentó su creencia de que el destino de los hombres es el resultado de acciones anteriores a la presente vida. Justificaba su punto de vista con el caso de los gemelos Jacob y Esau, nietos del Patriarca Abraham, según está explicado en Génesis. ¿Por qué? Dice así: «Ame’ a Jacob y a Esau’ ,» dijo Dios, según lo escribe el profeta Malaquias ( Siglo quinto antes de Cristo).
Como la Iglesia no tenía a mano una explicación razonable sobre la cuestión de los bebés y niños, quienes no podían haber pecado, echó mano de la doctrina del pecado original.
La creencia en el pecado original es la absurda explicación que se pretende dar a lo inexplicable, a menos que se crea en la preexistencia del alma y la reencarnación.

B) Como nada ocurre en la vida por obra de la casualidad, sino que es causal, y siendo Dios Infinitamente justo, si algo malo o doloroso ocurre a los buenos y los inocentes, se debe a sus acciones erróneas de existencias pasadas, lo que en las milenarias religiones hinduista y budista se le llama karma- Dharma ( frutos amargos o frutos dulces). A ese mecanismo se le denomina Ley de Causa y Efecto.
La doctrina del pecado original es la consecuencia de tratar de buscarle una explicación, así sea irracional, a la cuestión de Jacob y Esau, que traían sin lugar a dudas, cargas karmicas de vidas anteriores.
Sigamos ahondando un poco más con San Agustín: Ahora vamos a presenciar la guinda de la torta que puso:
A la gente buena le ocurren cosas malas porque todas las personas son malas por naturaleza y la única oportunidad que tienen de vencer su maldad natural es acceder a la gracia de Dios por intermedio de la Iglesia.


C) Según Agustín de Hipona, el hombre por ser descendiente de Adán, llevaba su permanente naturaleza defectuosa. Agustín igualmente fue el autor de la creencia de que el sexo es inherentemente malo. El veía en el deseo sexual la prueba evidente del pecado original. Llegó incluso al extremo de señalar que hasta haciéndolo dentro del matrimonio era algo malo.
Sintetizando, San Agustín hizo de Adán una especie de personalidad colectiva que contenía la naturaleza de todos los hombres futuros.
Amigos lectores, la torta de Agustín de Hipona tenía otra guinda más: Enseñó que todos los bebés que nacen en el mundo son portadores de una naturaleza defectuosa que Adán les había transmitido a través de su semen. ¿Cómo les parece?
Para finalizar, la controversia del pecado original quedó definitivamente resuelta a favor de la tesis de San Agustín, en el Concilio de Orange, celebrado en el año 529 d. C. , y sigue vigente hasta estos días.
Esta cuestión, junto a decenas de errores de traducción, interpretaciones tendenciosas de las enseñanzas de Cristo, torceduras del sentido de la palabra, interpolaciones y graves manipulaciones de los textos del Nuevo Testamento, son las deudas pendientes que la Iglesia Católica debe subsanar en aras de honrar la tradición y el legado espiritual más grande que Maestro alguno haya conocido la humanidad: Yashua ha Massiaj, Jesús de Nazaret.

@kaledyorde