De tanto en tanto, viendo el panorama deprimente de América Latina, pienso en Carlos Rangel, uno de los liberales de la región más admirables de la segunda parte del siglo XX, y encuentro razones para no desesperar. Sus libros, más vigentes que nunca a pesar de haber sido publicados hace cerca de medio siglo, nos dicen implícitamente dos cosas Primero, que carece de sentido exigirle al presente inmediato resultados que contravienen una herencia iliberal muy antigua, y por tanto que quienes pensamos de cierta manera debemos asumir que el progreso tardará y que los valores y las instituciones de la libertad necesitan mucho tiempo para abrirse camino, de manera que corresponde a cada generación de liberales construir sobre la hecho por la anterior.
Y sus libros nos dicen también que la defensa de la libertad es un compromiso que no se termina nunca. Rangel se adelantó a muchos otros latinoamericanos con su defensa del Estado de Derecho, la democracia liberal, los derechos de propiedad y la economía de mercado, nociones que en los años setenta y ochenta merecían el desprecio profundo de políticos, intelectuales, empresarios y estudiantes en América Latina. Pero en décadas posteriores, en parte porque sus ideas se abrieron camino, algunos países pusieron en práctica, aunque de forma insuficiente y deformada, muchas de sus ideas, lo que aumentó los niveles de vida y disparó el crecimiento de la clase media. Sin embargo, hubo luego retrocesos y, hoy, salvo algunos oasis de esperanza, como Uruguay, República Dominicana y Ecuador, América Latina está en manos, o a punto de caer en manos, de herederos de la peor tradición ideológica, esa que Rangel llamó «tercermundismo». Ello significa que nos toca volver a enseñar lo que Rangel enseñó y sin duda que a las próximas generaciones tocará hacer lo mismo porque, como digo, la lucha por la libertad no termina nunca.
Es, por tanto, una gran noticia que Cedice, el «think tank» venezolano que lleva décadas defendiendo la libertad en ese desdichado país, haya publicado una edición digital de sus tres libros, Del buen salvaje al buen revolucionario, Tercermundismo y Marx y los socialismos reales. Dos de ellos están disponibles en inglés.
Las dos grandes tesis que expuso el periodista y escritor venezolano siguen más vigentes que nunca. La primera fue que América Latina importó del mundo occidental que lo conquistó hace medio milenio una visión de sí misma hecha de mitos que han servido para justificar unos valores y unas instituciones ajenas a aquellos que hicieron del mundo occidental el más desarrollado del planeta. De allí la frase «del buen salvaje al buen revolucionario». La segunda fue que tras la Segunda Guerra Mundial, cuando se dio el proceso de descolonización en África y Asia, eso que hoy llamamos el mundo « emergente », ámbito que incluye América Latina, adoptó el «tercermundismo», una ideología inspirada en las supercherías ideológicas del marxismo y de sus seguidores en Europa. A comienzos del siglo XX, cuando se dieron cuenta de que el capitalismo no estaba en ruinas en los países más avanzados ni iba a dar paso al socialismo, como había predicho Marx, los socialistas decidieron que el imperialismo había dado nueva vida a este perverso sistema trasladando la lucha de clases del terreno nacional al plano internacional, donde los países ricos explotaban a los pobres. Correspondía, pues a los países «proletarios» luchar contra valores de Occidente, es decir la democracia liberal, el Estado de Derecho, el libre comercio. Distintas teorías, como la teoría de la dependencia, surgieron en América Latina sobre la base de esa falsedad ideológica para culpar a los demás países del fracaso latinoamericano.
Desterrar los mitos y devolver a la política el sentido de la realidad, por un lado, y por el otro, reemplazar el «tercermundismo» por los valores liberales eran, según Rangel, la condición para alcanzar el desarrollo.
Estas dos enseñanzas cruciales de Rangel (ofreció muchas otras) son de rabiosa actualidad. La mitología y el «tercermundismo» resumen la mentalidad de gobiernos como el de López Obrador, a un extremo de la región, y de los millones de chilenos que arremetieron contra su exitoso modelo en años recientes, al otro extremo, así como una larga lista de demagogos y embusteros que están en el medio. Ojalá que cuando los nuevos experimentos populistas fracasen, los libros de Rangel que acaban de editarse en edición digital sirvan para empezar de nuevo.