José Aranguibel: ¡Expropiaciones y desviaciones!

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“Cuando una empresa da beneficios significa que los factores productivos han sido utilizados correctamente y que las correspondientes necesidades humanas han sido satisfechas debidamente” Juan Pablo II

Más viejo que un marullo es una expresión muy coloquial del maracaibero, antigua también como lo es el edificio Tito Abott en pleno centro de la ciudad del Sol Amada que es una estructura —casi centenaria— de esas que han inspirado a escritores y poetas. En un acto de justicia hace pocos días el inmueble fue devuelto a sus legítimos dueños después de haber sido despojado a lo mero macho usando la “ley” por la anterior gestión de la Gobernación del Zulia, alegándose un argumento muy propio de la incapacidad mental de algunos funcionarios cuando dicen “exprópiese por utilidad pública” y terminan en convertirse en guarida de drogadictos, abandonadas, desvalijadas y vueltas nada como dice la cuña de los artesanos ambulantes que reparan documentos a diario en el casco central de nuestra ciudad.

Esta es parte de la historia triste, oscura, negra y atrasada que la Venezuela de estas dos últimas décadas le ha tocado transitar donde la evaluación de las ocupaciones de tierras, empresas, unidades de producción o cuanto antojo se le ha ocurrido a quienes han dirigido la patria de Simón Bolívar, han terminado cual colorario de novelas de terror y destrucción, cuando el país lo que requiere o necesita es avanzar, modernizarse y atraer a inversionistas nacionales y extranjeros que desarrollen sus capitales en un clima de garantías y confianza jurídicas de manera de propiciar un ambiente de oportunidades laborales y profesionales. Eso, expropiaciones y desviaciones, fue lo que hasta hace poco sucedió en el Zulia, donde la dirección política y administrativa del estado ocupó tiempo valioso en perseguir a la iniciativa privada, ahuyentándola por razones no muy claras de haber sido por un supremo interés de Estado, sino más bien que la sospecha apunta a que fue por caprichos y venganza sin importar el deterioro de la calidad de vida de la población con la desaparición de empleos que afectó a miles de zulianos y zulianas, hoy cientos de miles diseminados en buena parte del mundo tratando de subsistir cuando aquí además de esa verdad, la llegada de la Covid-19 cayó como anillo al dedo a la vocería oficial que terminó por sepultar las esperanzas de la gente.

Esa dosis expropiadora que aplicaron en esta parte del país fue una malísima imitación a la iniciada en su momento por el desaparecido presidente Hugo Rafael Chávez Frías desde Miraflores. No obstante, el tiempo que no perdona ni pasa en vano, ha llevado a que devuelvan a sus legítimos dueños cualquier cantidad de inmuebles en el resto de Venezuela. Aquí aplica aquello de que nunca lavan ni prestan la batea.
Ha correspondido al gobernador Manuel Rosales devolver ya algunos inmuebles y otros regresarán a sus legales propietarios en cuestión de tiempo. Debe quedar claro que las expropiaciones justifican su aplicación en casos de verdadera utilidad pública, pero nunca por antojos o caprichos de un gobernante de turno. Un hospital, un colegio o una obra de beneficio colectivo que debe construirse es inobjetable. Casos tenemos en el Zulia y Maracaibo. Uno de ellos, décadas atrás, resultó en la construcción de la Autopista Nro. 1 cuando era necesario conectar el puente sobre el lago de Maracaibo y el centro de la ciudad. Más recientemente en la década de los ‘80 fue prolongada hasta el actual Distribuidor Delicias, donde ha quedado detenida en el tiempo hasta que otro gobernante, —por utilidad pública—, termine el proyecto original de interconectarla algún día con la avenida El Milagro. 

Cuenta la historia que desde 1939, cuando nació el edificio Tito Abott, en ese espacio se iniciaron las primeras transacciones de importaciones y exportaciones de productos, dándose los primeros pasos para el nacimiento de las actividades comerciales en la Maracaibo entrado el Siglo XX que permitió con el correr de los años el crecimiento y desarrollo de la segunda ciudad de Venezuela, adonde llegaban mercancías y productos del extranjeros y del Sur del Lago en las desaparecidas piraguas.
El significado del emblemático edificio Tito Abott es como dijo en el acto de entrega el gobernador Rosales Guerrero “un ícono. Es un emblema. Es un orgullo zuliano. Aquí estamos abriendo puertas y entregando propiedades en esa condición y diciéndole a los inversionistas nacionales e internacionales que las puertas del Zulia están abiertas con confianza y respeto al Estado de Derecho”.

Estoy seguro amigo lector que cuando usted era llevado al centro de Maracaibo de la mano de su mamá, papá o de algún familiar a buscar los estrenos de diciembre, levantaba la mirada y observaba la majestuosidad del edificio Tito Abott, vecino del Mercado Principal y del Hotel Victora, en la bulliciosa Plaza Baralt. Más temprano que tarde los marabinos volveremos a ver abierta esa edificación con locales llenos de clientes y trabajadores donde podrá conseguir alguna prenda de vestir, calzado o cualquier souvenir de esta noble ciudad que transita rumbo a celebrar dentro de muy poco sus 500 años de fundada donde la confianza ha comenzado a ser la mejor oferta del día.


José Aranguibel Carrasco