Cerca de 900 mil niños (el equivalente a 25 mil salones de clase) es el número que en un informe de Cecodap se registran como el número de niños que madres y padres han dejado con sus abuelos y otros familiares mientras ellos salen del país por cualquier vía, todas de gran peligro, como la selva del Darién, en busca de una vida mejor, para ellos y para los que dejaron en el país.
Es, de verdad, un número cruel. Imaginemos un abuelo, digamos por decir algo, de 50 años cuidando, un niño de 2 años, 3 o 5 años o un poco mas. Agreguemos que ese abuelo recibe una pensión, que fue a partir de marzo que se elevó a 28 dólares, con la que a duras penas puede comprar alimentos para los niños que ahora están bajo sus cuidados y que recibe una remesa que mes a mes es más menguada, porque la inflación se instaló en los dólares.
Repito es un número demasiado grande, pero aún así el dolor no puede medirse con números, sino con palabras inciertas: ¿Volverán algún día?, porqué se fueron y me han dejado con mis abuelos que ya no pueden con su alma?, ¿Quién me llevara a la escuela?.
La dificultad para adaptarse a ese nuevo entorno, lo digo por experiencia, llena a un niño de una profunda tristeza y hasta depresión. Y de hecho ha conducido a no pocos niños a acciones de riesgo de suicidio, como lo revela un informe del mismo Cecodap donde se da cuenta de un número, igualmente aterrador: 156 casos en 2021
Y es que la soledad les llena todo el cuerpo. En realidad, no se sabe, no puede saberse, cuanto sufre un niño que ha quedado en esa condición. Entonces viven lo que el informe de Cecodap llama “duelo migratorio” que empieza a producir efectos en el comportamiento “… que demuestra la afectación en la salud mental de una generación aquejada por la ausencia y el abandono”.
Qué pasará con esos niños que hoy han sido dejados atrás. Niños cuyo presente, este presente que les ha tocado vivir, es un presente continuo, con un futuro cerrado.
Cuando yo era joven, sí, alguna vez pasé por esa etapa, soñaba con ser médico, no lo fui, porque voluntariamente le di una vuelta de tuerca a ese primer sueño, pero de haber persistido lo hubiese sido, porque cualquier joven en Venezuela, en el período democrático, dígase lo que se quiera decir, el futuro era mas o menso predecible, podía ser cuantificado, medido y calculado. Hoy eso es imposible y esos niños que hoy viven bajo el amparo de familiares, especialmente, abuelos, pero con la ausencia de sus padres, tienen un futuro incierto…. Y lo peor, en la mayoría de los casos, llena de padecimientos.
Por eso. Por todo lo que se ha destruido en veinticuatro años, dejando solo estropicios y desaliento, podemos decir, tenemos la obligación de decir que solo el cambio resolverá todo.
@enderarenas