Deivi Luzardo: La poesía de Lilia Boscán de Lombardi

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Nuestra poetisa, por lo que sintió y escribió, quedó abierta a la vida, desde   sentimientos, que celebran la belleza y nunca se marchitan. Tenía el buen gusto de elegir, acertadamente, palabras de contenido sentimental y maduro para su expresión poética. Elegir y elegancia se acompañan, en significados dúctiles. Elige bien y desenvuelve la elegancia. Lo hace con palabras acendradas y en consonancia con lo que intuye y siente. Sentimientos, pensamientos y carácter en equilibrio griego.  Hay dones, sueños y alegrías, en aprender a sentir, con belleza y estilo, lo que se siente.  El estilo, en una mujer, es lo que expresa sin decirlo.  Por un peinado, se conoce mucho, el corazón de una mujer. En otras, las manos, son como los ojos. Lo estético no es sólo cuestión de belleza, es premonitorio del saber sentir y la gracia de repetir, intuitivamente, lo que la vida tiene de buena, útil y grande.   Los estrategas, en artes marciales, lo aprenden, con su carácter, en maneras y modos, distintos a como lo hace, con su corazón, una mujer. Las artes y las letras, la tecnología y la ciencia, la política y el derecho, contienen demasiados, horizontes por el tiempo y para la vida. No  es  el  tiempo como  condición de posibilidad de conocimiento, según Kant, sino  el  tiempo  donde   se revela y  preserva,  en   actos, signos y metáforas,  lo más importante de la vida. La poesía encripta divinamente, desde el tiempo, el alma. El tiempo nunca se pierde, cuando se ama, se vive honestamente, creativamente y útilmente. Escribir guarda el tiempo.  Nuestra  dama  de las letras, con el epíteto  que me gusta  recordarla,  es una de  nuestras  mejores escritoras,  dónde se funden  y fusionan  la poesía, con sus más altos valores  estéticos.  Confieso que valoro más, en su obra, sus ensayos y un par de cuentos infantiles, que la posteridad sabrá lentamente descubrir y reconocer.  Hoy la celebro desde su dimensión poética.

      El tiempo, en Udón Pérez, se reconoce como una divinidad.  Creía, nuestro más grande poeta, que la inmortalidad es una cortesía del tiempo. El tiempo apeteciendo y apercibiendo, dentro de flujos de energía para la vida. Creo, sin temor a equivocarme, que hay espacios del alma que se descubren con el tiempo que brota, algunas veces de la poesía y en los peligros. Friedrich Hölderlin expresa: “Dónde crece el peligro crece lo que salva».  El alma, gusta de combates y de imposibles. El esfuerzo la hace más viva. La impaciencia lastima la inmortalidad del alma. Ulises, lo sabía por instinto.  Su prudencia era un soplo de su paciencia.  La poesía se hace comprensible, cuando el tiempo se vive más lentamente.  Heidegger expresa: «Hacer poesía significa estar en la dicha que preserva en palabras el misterio de la cercanía a lo más dichoso”. El paraíso siempre está cerca, no lo digo yo, lo expresa de manera sigilosa el tiempo. Nuestra poetisa lo dimana, por lo sentido y vivido.  Es paciente escribiendo. Su poesía contiene, solapadamente, la introspección psicológica que eleva el coraje de sentir con estética. Nuestra poetisa, eleva su alma, en la intimidad de escribir. Se confiesa, con lo eterno y con su amor.  Es como una sacerdotisa, cuida pacientemente, paso a paso, la belleza silenciosa y profunda de muchas de sus palabras.  Construye algunas metáforas, como una deidad de un templo antiguo que preserva la dicha que valora y describe Heidegger.  Es una poesía para leerla en la calma de las alturas. Es muy vulgar leer poesía de manera rápida. La buena poesía nos exige detenernos. Hay en su poesía   una reverencia implícita a cada palabra que le sirve al gusto de su corazón y considero muy adecuado para expresar con belleza un sentimiento, a veces, un recuerdo. Algo que me gusta, mucho, de su poesía, es   su manera, muy particular, de decir adiós. La despedida en su poesía refulge.

     Nuestra poetisa,  camina y baila,  con ese acervo  y acopio  de palabras, ideas e  impresiones, que en  su  melancolía sangran,  al  otear la   estética, en el  estilo de grandes románticos, que le sirvieron para construir su mundo, de mujer  genuina, de  gustos por formas de expresiones  superiores  Ama y sufre sin dejar de vivir.  Cuando triunfa la melancolía, la belleza en su poesía,   se salva.  La belleza también es una pasión. Lo hermoso nos despierta un mundo interior propio, de una intimidad, que salta desde lo más telúrico, y, siempre le recomienda al tiempo la belleza. Bailar tiene mucho significado para una mujer, no pocas encuentran por el baile, características, sorpresas, de un dúctil erotismo y placeres crecientes. Una mujer que no baila está, por lo general, dormida y más propensa a enfermedades. La pasión es fuego que quema dulcemente.  El fuego nos llama siempre.  Nuestra poetisa   tenía los gustos correlacionados con altas formas expresivas.   Los ensueños, son vitales y necesarios, en una gran mujer.  Otros seres, cuando conversan, piensan y escriben, no se percatan que a las palabras también se les acumula el sucio. Las exhiben y las escriben sin vergüenza. Hay palabras que implosionan la consciencia. Hay magia en desvestir palabras. Udón Pérez lo hacía en un silencio sagrado, imperceptible, por la dura suavidad que le exigía lo clásico. No es fácil aprender a leer y por lo general, lleva años. A nuestra poetisa, hay que leerla, al lado del fragmento del rabí de Kotzk, que expresaba: «El único corazón entero es el que está roto”.  Su poesía va a crecer, en el tiempo, sobre todo en nuestras voraces   lectoras, esas heroínas, que libran batallas día a día, en silencio, anónimamente, y, construyen y levantan las costumbres de una gran nación y, nos enseñan a compartir lo más dulce del amor y las alegrías más perfectas de la vida.

       Nunca olvidaré, la última vez que conversamos. Hay recuerdos que son de gran interpretación por los detalles vividos que acrecientan la vida en   plenos significados.  Me hizo observaciones, que valoro sobre Flaubert, Balzac y Stendhal. Sonreía con elegancia y nos detuvimos en «La cartuja de Parma» y en “Rojo y negro».  Con los años he preferido, de Stendhal, las memorables páginas del libro “Vida de Henry Brulard». Nuestra poetisa amaba las letras francesas y españolas. Sus ojos titilan estrellas azules, en esos temas que conocía con intimidad y complacencia. No le faltaba imaginación para expresar, con honestidad, sus ideas e intuiciones poéticas Sus poemas, hay que leerlos como aconsejaba Nietzsche leer, con lentitud, en soledad alegre, muy despacio, y, deteniéndose, con consciencia y concentración, a copiar esos fragmentos que concentran lo perfecto y lo abundante de la lectura. Releer es más importante y placentero que leer. Bachelard, expresaba que todo bien libro debe ser releído de manera inmediata. Una copa, con poco vino, pesa mucho. El alma lo sabe, aunque la risa, las manos y los ojos, lo desmienten.  Udón Pérez ha expresado: “La luz es risa».

         Leer a un autor clásico no tiene importancia, sino se relee y se conserva lo que se aprende, se siente y se nos inspira.  Leibniz, leyó a todo Platón a los 6 años y, era un genio en variados horizontes y sin limitaciones, todo en abundancia, leía copiando a mano, todo el libro, que merecía nuestro amor y dedicación.  Humboldt: «Toda fuerza presupone entusiasmo”. Esa manera perfecta de leer, no se intuye y es recomendable hacerlo con varios textos, así como memorizar grandes fragmentos de poesía, entre otros, gustos preferenciales. La buena educación es una cuestión de buenos gustos. La relectura, en esas formas y deseos, alumbran el inconsciente, agudiza con humor, la sensibilidad para acceder a mejor comprensión y detalles. Para el maestro del teatro alemán, Schiller, la sensibilidad es la capacidad de captar lo infinito de la vida, desde las obras de arte. Nuestra poetisa, se asume en esa tradición.  No se lee sólo para aprender y acrecentar.  Siento vergüenza, por los que leen para alejarse y huir de la vida.  Los sentidos tienen que leer. Quien cree que tiene que invertir tiempo para leer, nunca podrá comprender el tiempo, como una divinidad. La conciencia es tiempo. La buena lectura se regocija en la infinitud del tiempo.  La pasión, no es sólo para el amor y el poder. La pasión de Lilia no hace ruido, circula, por sus páginas, y, muchas veces se oculta, sólo y sólo, por la   melancolía que distrae a la alegría de vivir. Era su estilo de dejar su legado a las nuevas generaciones y tenemos que asumirlo, incrementando lo que recibimos, de la misma manera como los ángeles guardan el tiempo.

        Las pasiones hacen más viva la vida. Los personajes de Balzac nos los muestran con todo el genio del carácter francés.  El placer de los sentidos es, simplemente, un milagro. Los sentidos tienen fuego y, es delicioso, que lo tengan.  Kierkegaard, tiene muchas cosas que enseñarnos y las enseña, sólo que los   necios lo leen y, no lo aprenden ni perciben.  Es importante, la pasión de creer.  El inconsciente, manifiesto, es un paraíso.  Hay goces escondidos y profundos en hacer ciertas cosas con lentitud.  Es un imperativo aprender amar y a leer, unas veces lento, otra veces rápido.  Las alturas de la poesía, de la autora que me genera interés, se capta mejor, desde esa lectura del tiempo, que se vive y manifiesta con lentitud, de manera fugaz y que el genuino arte lo hace irremediablemente eterno.

      La poesía, de nuestra agasajada, no admite lo vulgar, la alegría vacía y sin nobles contenidos humanos. En palabras del gran Udón Pérez y en otro contexto, abierta al porvenir.  Es muy difícil, encontrar una mujer, que se ría con la alegría de una deidad y conserve la belleza y la humildad que la celebra.  La risa, expresa todo lo que el inconsciente oculta. El recuerdo de todo lo que festeja la vida merece nuestra gratitud.  La democracia se construye y se elabora socialmente mejor en el reconocimiento y merecimiento. Es un imperativo de vivir con poder y libertad.  Tocqueville, refiriéndose a la libertad, nos increpa adorarla, en vez de amarla.  Vayan, estás palabras, para nuestra poetisa, por el recuerdo de su vida, sus libros y, esa sonrisa que nunca olvidaremos.  Udón Pérez, sin repliegues,   desvaríos y dudas, ha expresado: “…el alma es fuerte, entonemos el canto de la vida, donde hay silencio y soledad de muerte “. Celebramos hoy una vida dedicada a la vida. Los poetas nunca mueren.

DEIVI LUZARDO
PROFESOR EMERITO DE LA UNIVERSIDAD DEL ZULIA