“Mao dice: «Rechazo toda moralidad, rechazo la conciencia, rechazo cualquier responsabilidad hacia los demás… Soy absolutamente egoísta y no me importan los sentimientos de la gente”.
(Jung Chang y Jon Halliday)
El periodista critica la manera sesgada como la prensa y los líderes occidentales informan sobre lo que está ocurriendo en Ucrania. Un comensal en un restaurante dice que el tema actual ya no es la pandemia Covid 19 sino Ucrania y –según él- pareciera tener las pruebas que demuestran que el presidente de ese país, Volodymyr Zelenskyy es un judío nazi (¿?). De forma absurda, líderes de izquierda argumentan que la decisión de Vladimir Putin de “ingresar a Ucrania” no es invasión y que el capitalismo solo busca desprestigiar al nuevo iluminado del añorado imperio ruso, además niegan la masacre de civiles y que las noticias del bombardeo de hospitales y edificios civiles son montajes de las redes y los periódicos europeos y norteamericanos.
El crimen de lesa humanidad es injustificable, no tiene color y tampoco ideología. Cometer uno o varios asesinatos es un acto irracional, de obsesión por el poder o enfermedad mental; que sea ejecutado por un derechista o un izquierdista es indiferente. Es un acto atroz que ningún intelectual o revisionista puede justificar, sea este cometido por un dictador, autócrata o cualquier personaje disfrazado de demócrata. La historia de la humanidad está salpicada de episodios de esta naturaleza y de acólitos que en función de sus sueños o intereses dan espaldarazos, sin medir consecuencias.
Injustificables son los crímenes ocurridos en la época de la conquista europea, la esclavitud, los de Adolfo Hitler, las dictaduras del cono sur, las de Centroamérica, las africanas, las asiáticas o las del medio oriente; también son condenables –específicamente- las de la Rusia de Vladimir Lenin y los de las purgas de José Stalin, cuyas cifras –según el autor del Archipiélago de Gulag, Alexander Solzhenitsyn-, totalizaron 66,7 millones (1917-1959), mientras el historiador británico, Robert Conquest, la ubica en 15 millones más las 6 millones de víctimas de la hambruna en Ucrania.
Ante las cifras rusas, las de Mao Zedong no se quedan atrás. Jung Chang y Jon Halliday creen que bajo la tiranía de Mao «murieron 70 millones de personas en tiempos de paz», y que el Partido Comunista de China ha sobrevivido porque «es totalitario y no tiene en cuenta ni los sentimientos, ni los deseos, ni los sufrimientos de la población. Cuando un régimen quiere mantenerse en el poder a ultranza, eso siempre es posible. Otros historiadores señalan que durante la gran hambruna (1958-1961) provocada por el Gran Salto hacia Adelante murieron 30 millones y con la Gran Revolución Cultural del Proletariado ocurrieron 2,5 millones y 700 mil suicidios. Sean unas u otros los números, son igualmente escalofriantes.
Al leer las declaraciones de la profesora de origen chino, Jung Chang, se deducen conclusiones interesantes. En el ABC 25-04-2006, luego de presentar en Madrid la biografía de Mao Zedong, quien fuera guardia roja en la Revolución Cultural e hija de uno de los funcionarios asistentes a la célebre Conferencia de los 7000; junto con su esposo, el también profesor Jon Halliday del King´s College, respondió a las siguientes interrogantes: “¿Cómo era la personalidad del tirano, los rasgos de personalidad que le definieron como político y estadista? Para Chang, hay que remontarse a un texto escrito cuando apenas tenía 24 años en el que Mao dice: «Rechazo toda moralidad, rechazo la conciencia, rechazo cualquier responsabilidad hacia los demás… Soy absolutamente egoísta y no me importan los sentimientos de la gente. Fue un gobernante de gran crueldad -explicaChang-. También era un hombre de una fuerza de voluntad enorme”.
Mao fue el protegido de la URSS de José Stalín y hay un punto de confluencia que expresa la naturaleza de ambos personajes que marcaron la historia de sus naciones, un legado personal que se expresa en los dos “hombres fuertes” de Rusia, Vladimir Putin, y China, Xi Jinping, A pesar de la distancia temporal, ambos no olvidan sus legados. El ruso y el chino tenían las cualidades necesarias para gobernar en un régimen comunista, cerrado y secretista, dicen los investigadores del Kings College.
Jinping, dice Zigor Almada (24-05-2016), a pesar del sufrimiento de su familia cuando Mao intentó exterminar a la burguesía, “está utilizando las tácticas de su gobierno, un regreso a aquella época tan oscura”. Él fue ‘reeducado’ junto a unos 16 millones de residentes de zonas urbanas, su padre fue considerado ‘enemigo del Partido’ y encarcelado, al igual que el primer ministro Li Keqiang. Sin embargo, según Andrew Browne del The Wall Street Journal (13—05-2016), en su análisis del 50 aniversario de la China comunista destaca que “Xi abraza el legado radical de Mao, «Ha pasado sus primeros tres años como presidente resucitando a Mao, tomando prestada su retórica y copiando sus tácticas. Ha concentrado todo el poder en sus manos, y ha flirteado con el culto a su personalidad».
Otro personaje es el dictador cubano, Fidel Castro. Es el encantador de serpientes histórico más asertivo de Latinoamérica. Su régimen asumió el poder en 1959, aprendió de rusos y chinos, el arte de gobernar, penetró todo el continente vendiendo ideas que ni en su país funcionaron, llenándolo de sangre y miseria, y murió admirado por académicos, políticos y empresarios. Sus cuentas criminales reflejan 7.365 asesinatos, 2,5 millones de asilados y 20 mil presos políticos (BBC Mundo 3-12-2016).
Sobre estas cifras, académicos como Jean Paul Sartre, y escritores como el Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, nada dijeron. Y así como ellos muchos las justificaron, tal como el Podemos de Pablo Iglesias y Juan Carlos Monedero (aliados de Gustavo Petro, Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael Correa, Gabriel Boric y Lula da Silva) en España, hoy justifica la masacre de Putin en Ucrania, así como también lo hacen muchos izquierdistas en Latinoamérica, Europa y Asia, demostrando que son fieles seguidores de la frase certera de Mao, una tendencia que ya se mostró en los crueles movimientos guerrilleros conformados en la Cuba de Fidel Castro –con el apoyo de la URSS-, como el Ejército de Liberación Nacional de Colombia (ELN) y Sendero Luminoso de Perú, una experiencia que muestra que los camaleones perversos siguen vigentes y muchos se disfrazan de falsos demócratas.