Qué creemos esperar como especie luego de más de un mes de esta retahíla de odio, humillación, violencia y muerte, como son los ataques de Rusia en Ucrania, con misiles hipersónicos y bombardeos contra civiles atrapados, que se niegan a entregar su independencia ante un dictador narcisista, psicópata y despiadado, capaz de amenazar al mundo entero con una guerra nuclear.
Luego de un mes de guerra y narrativa de manipulación las inquietudes se disparan.
¿Por qué nadie reacciona a un ataque contra la humanidad en Ucrania? ¿Por qué prevalecen los intereses del poder de las grandes potencias al dolor de millones de humanos? ¿Será que dictadores como Putin y Maduro pueden destruir países enteros y aún gozar de la duda mundial, solo porque la ONU es un parapeto y no existe un organismo ni tribunal civilizado que pueda detener estos crímenes sin impunidad? ¿Por qué el mundo dejó solo a los ucranianos sin tomar en cuenta las consecuencias? ¿Estamos tan narcotizados y desinformados como sociedad que una cachetada en los premios Oscar por un mal chiste sensibiliza más que la muerte de 300 niños atrapados como ratas en un teatro bombardeado con maldad y alevosía? ¿Perdimos el norte como especie?
De todas las inquietudes que surgen, la que llama poderosamente la atención es la de cómo la banalidad del mal ha logrado convertir una guerra que amenaza el futuro de toda libertad y democracia, en un hecho intranscendente, normalizado, indiferente.
“It´s none of our business”, en tanto las bombas de Putin no rasguñe la burbuja que nos surte de oxigeno artificial ni haga volar nuestras puertas y ventanas ni la cotidianidad sagrada de nuestros días.
Luego de 35 días de guerra nadie parece esperar nada de este asunto.
Xi Jinping tiene la razón
La realidad le da la razón al presidente chino Xi Jinping, quién en una conversación vía zoom con el mandatario estadounidense, Joe Biden, subrayó que este conflicto (con millones de víctimas, niños y mujeres asesinados en las calles, la mayoría obligados a huir de sus propios hogares y de su propia nación), realmente “no le interesa a nadie”.
Pero la guerra de Ucrania no solo comienza a dejar huella en los mercados y la economía mundial, con una inflación desatada y un fuerte desempleo que recuerda los suicidios financieros y sociales de finales de la primera y segunda guerra mundial del siglo pasado; sino que está dejando claro que la paz por ahora es un bien suntuario que cuesta mucho dinero. También que el planeta está lleno de delincuentes en el poder dispuestos no solo a secuestrar y disparar a naciones enteras, sino a chantajear a otras potencias con la locura de la muerte en masa con armas químicas, o volar el planeta con misiles nucleares.
La historia está llena de líderes oscuros y enajenados convertidos en una amenaza contra sus semejantes como Nerón, Hitler, Mussolini, Saddam Hussein, Gaddaffi, Castro, Chávez, más recientemente el dictador norcoreano Kim Jong-un y ahora Vladimir Putin. Un hombre que gusta de vivir aislado, temeroso de la comunicación y el diálogo ya sea en directo, por celulares o internet, con extremadas fobias a enfermedades como el Covid19, que lo obligó a tomar distancia de sus semejantes durante los 2 últimos años y que aún mantiene tal como lo demostró en la larga mesa que usa para atender a jefes de Estado como Macron. Cuenta con un muy reducido primer anillo ya que el círculo de personas que lo rodea es muy disminuido, teniendo más contacto con los comandantes de su guardia de seguridad (a quienes recompensa con altos cargos, que con su esposa, hijos y familiares.
El presidente ruso no viaja por el país que gobierna desde hace muchos años, ni hace apariciones públicas, aunque ha llenado todo el territorio de guardias en constante persecución de los ciudadanos que se atrevan a hacer públicas sus manifestaciones de protestas o rebeliones.
Rayando la locura
Putin es una figura paranoica, insegura y peligrosa con un afán inagotable por demostrar un poderío zarista que raya en la locura.
Viktor Zolotov, un aliado leal bajo su sombra, antiguo guarda espalda convertido en oligarca y el hombre que maneja la Guardia Nacional, aumentó recientemente a 400 mil el número de efectivos que custodian su seguridad desde los días previos de la guerra contra la humanidad que lideriza, una cifra exagerada aún para presidentes de verdaderas potencias como los presidentes de China ó EEUU.
Pero en medio de su ostracismo, Putin comienza a quedarse solo. En un mes sus aliados oligarcas e inversionistas comienzan a darse cuenta de lo estrecho que resulta el camino para los rusos en esta guerra y mudan sus grandes corporaciones.
En los barrios más elegantes de Dubái los agentes inmobiliarios comienzan a recibir consultas de los rusos que buscan villas y apartamentos disparando cada vez más el mercado en los oasis del medio oriente, especialmente en Palm Jumeirah de Dubai, una isla artificial con forma de palmera salpicada de residencias de lujo, donde acaba de residenciarse Roman Abramovich, el multimillonario magnate propietario del Chelsea, que acaba de sufrir los síntomas de evenenamiento luego de una reunión con delegados de su gobierno.
Todo esto en medio del reciente anuncio del Ejército ruso de enfocar su ofensiva en la región ucraniana de Donbas, que Putin convirtió en región separatista, luego de demostrar fuertes inconsistencias en una invasión que ya lleva un mes y que se ha encontrado una feroz resistencia ucraniana, lo que podría indicar que Moscú se está alejando de las esperanzas de tomar partes más grandes del país, a pesar que la carencia de sentido común de Putin, que solo quiere llevarse cualquier botín de triunfo a costa de lo que sea, podría llevar a Rusia por un despeñadero en cuestión de meses.
@damasojimenez