Las democracias más grandes de América Latina están cometiendo un gran error al no denunciar sin ambigüedades la invasión rusa a Ucrania y al no imponer siquiera sanciones simbólicas al dictador ruso Vladimir Putin. No solo se están colocando en el lado equivocado de la historia, sino también en el lado equivocado de sus propios intereses económicos.
Los presidentes de Brasil, México y Argentina no se han sumado a las sanciones económicas del mundo democrático contra Putin, y tampoco han tomado medidas más suaves como suspender acuerdos militares, culturales y deportivos con Rusia en protesta por su injustificada invasión a Ucrania. En algunos casos, incluso permiten que grupos dentro de sus propios partidos gobernantes apoyen públicamente a Rusia.
El 23 de marzo, alrededor de media docena de legisladores del partido izquierdista del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, junto con congresistas de otros partidos, crearon un “Comité de Amistad México-Rusia” en el Congreso mexicano.
El invitado de honor en la ceremonia fue el embajador ruso, Viktor Koronelli, quien dio un discurso y agradeció que México “nunca va a unirse” a las sanciones antirusas, y diciendo que “hoy día, en todo el mundo, hay países como China, como India, como México, que a la orden del Tío Sam nunca van a contestar ‘Yes, sir”.
Ese mismo día, López Obrador dijo en su rueda de prensa diaria que “nuestra postura es la neutralidad”.
Es patético que la izquierda jurásica de América Latina afirme ser “antiimperialista” y defensora de la “soberanía nacional”, mientras que ignora o se pone del lado de la mayor invasión militar en el siglo XXI a un país soberano y democrático como Ucrania.
El embajador ruso tuvo un podio privilegiado para difundir las flagrantes mentiras de Rusia. Putin mintió cuando dijo hace solo unas semanas que no iba a invadir Ucrania y que tales afirmaciones eran parte de una supuesta campaña de desinformación de Estados Unidos. Luego, mintió cuando dijo que Ucrania está gobernada por nazis. Y ahora miente cuando dice que el ejército ruso no está bombardeando objetivos civiles en Ucrania.
Es difícil imaginar que el partido gobernante de México hubiera creado este “Comité de Amistad México-Rusia” sin la bendición de López Obrador.
Para ser justos, Brasil, México y Argentina votaron dos veces en las últimas semanas junto con otras democracias del mundo en la Asamblea General de las Naciones Unidas a favor de resoluciones para “deplorar” la invasión rusa. Pero sus presidentes siguen enviando mensajes ambivalentes sobre la agresión de Rusia.
Al no tomar una postura inequívoca y proactiva contra la invasión rusa, no solo están poniéndose del lado de los agresores, sino probablemente también del lado de quienes resultarán siendo los perdedores.
El nuevo orden mundial de la era post-Ucrania habrá dos bloques de países: uno que está del lado de la democracia y el respeto por la soberanía nacional, y el otro que está del lado de Rusia, la autocracia, y el imperialismo al estilo de la era soviética. Y el primer bloque será, al menos en un futuro próximo, el más fuerte.
La ahora fortalecida alianza de Estados Unidos, Gran Bretaña, los 27 miembros de la Unión Europea, Japón, Taiwán, y Corea del Sur, entre otros, representa el 59% de la economía mundial, según calculó el diario The Wall Street Journal el 18 de marzo, basado en datos del Fondo Monetario Internacional.
Rusia, en comparación, representa alrededor del 3% del PIB mundial, y sus aliados son algunos de los países más pobres del mundo. Incluso, si China se convierte en un aliado militar de Putin, lo cual es muy dudoso considerando la gran dependencia de China de su comercio con Occidente, una alianza de China, Rusia y sus aliados solo representaría alrededor del 22% de la economía mundial.
El bloque democrático de Estados Unidos, Europa y Japón ha aprendido una lección de la invasión de Rusia y tratará de depender menos del comercio con países políticamente no confiables.
Nos estamos moviendo, al menos en el futuro previsible, hacia un mundo de bloques comerciales de “países amigos”. Y las democracias más grandes de América Latina corren el riesgo de quedarse al margen o fuera del bloque más importante.
@oppenheimera