¿Armas rusas en América Latina? La presencia de fuerzas de Rusia en Venezuela, así como recientes declaraciones desde Moscú y Caracas sobre una renovada «cooperación militar», han llamado la atención en momentos de tensiones globales debido a la crisis en Ucrania.
La última declaración la ha hecho el presidente venezolano, Nicolás Maduro, que recibió esta semana al viceprimer ministro ruso, Yuri Borisov. «Hemos ratificado el camino de una poderosa cooperación militar entre Rusia y Venezuela para la defensa de la paz, de la soberanía, de la integridad territorial», aseguró Maduro en el Palacio de Miraflores. «Vamos a incrementar todos los planes de preparación, entrenamiento y cooperación con una potencia militar del mundo como es Rusia», agregó.
«Venezuela es un socio estratégico para Rusia en América Latina», dijo por su parte Borisov en Caracas. Pero mayor revuelo causó, semanas atrás, otro alto funcionario del Kremlin, el viceministro de Exteriores Serguei Riabkov, al sugerir como posible –»no confirmo ni desmiento», dijo en una entrevista– una ampliación de la presencia militar rusa en Cuba y Venezuela.
Lo cierto es que la cooperación rusa con este último país, y la presencia de personal y equipos militares en territorio venezolano, no es una novedad desde hace años. «Las relaciones cercanas de Rusia y Venezuela empezaron con Hugo Chávez», recuerda a DW Phil Gunson, analista con base en Caracas de la ONG International Crisis Group, especializada en el monitoreo de conflictos.
Un viejo proveedor de armas
Después de la ruptura de Chávez con Estados Unidos y la prohibición de Washington para la venta de armamento a Venezuela en 2007, Caracas encontró en Rusia un nuevo proveedor. Y las necesidades eran grandes, debido a un discurso político que sigue viendo a Estados Unidos como potencial agresor, a la vecina Colombia como escudera de Washington y a la oposición interna como enemigo.
Según cifras de Crisis Group, el Gobierno venezolano ha comprado desde entonces armas rusas por un valor de más de 4.000 millones de dólares. La asociación civil venezolana Control Ciudadano, que intenta recopilar datos sobre gastos militares en medio de la opacidad del Estado venezolano, dice que Rusia y China son en tanto los únicos proveedores de armamento para el Gobierno de Maduro.
Y la cooperación con Rusia, pese al colapso económico venezolano, ha continuado desde entonces. «Últimamente, hemos visto unos drones rusos, en la zona de conflicto en la frontera con Colombia», señala Gunson.
Lo cierto es que Venezuela acumuló un importante poderío militar en los años del auge petrolero y se afianzó como la cuarta potencia militar en la región, por detrás de Brasil, Colombia y México, y por delante de países más poblados como Argentina y Perú.
«En Venezuela se compró de todo porque, en ese momento, la idea era complementar y también reemplazar sistemas occidentales. Se compraron aviones de combate como los Sukhoi, más de 50 helicópteros de combate y de transporte pesado. Se compraron tanques, vehículos de combate de infantería sobre orugas, vehículos de combate de infantería sobre ruedas, artillería de tubo autopropulsada, artillería de cohetes de diferentes tipos», enumera Andrei Serbin Pont, analista internacional y director de la Coordinadora Regional de Investigaciones Económicas y Sociales (CRIES).
Además, Moscú y Caracas firmaron un contrato para la construcción de una fábrica de fusiles kaláshnikov en Maracay, que no consigue operar hasta hoy por diversos escándalos de corrupción. «Y se compró un muy completo sistema de defensa antiaéreo que incluía los famosos (misiles) S-300», agrega Serbin Pont, desde Buenos Aires. «A día de hoy, no hay un sistema de largo alcance tan avanzando en el hemisferio americano, con excepción de lo que tiene Estados Unidos», considera el analista.
Preocupación en Colombia
El poderío militar venezolano preocupa sobre todo en su principal país vecino, Colombia, dadas las tensiones bilaterales y la actual falta de mecanismos bilaterales de cooperación. En enero, el ministro de Defensa colombiano, Diego Molano, aludió directamente a las actividades del Kremlin en Venezuela. «Información de inteligencia señala que Rusia tiene acciones militares de cooperación con las fuerzas militares bolivarianas», dijo.
El Gobierno de Bogotá acusa desde hace tiempo a Caracas de dar apoyo a grupos armados como los disidentes de la antigua guerrilla de las FARC. Maduro, en contrapartida, asegura que desde el país vecino se infiltran grupos armados para desestabilizar Venezuela.
Pese a las tensiones, una carrera armamentística parece improbable ahora. Algunos analistas consideran que el discurso alarmista del Gobierno de Iván Duque se debe también a la cercanía de las elecciones presidenciales de mayo, en las que un candidato de izquierda, Gustavo Petro, es uno de los favoritos.
También la crisis económica derivada de la pandemia, así como cierto equilibrio militar por la mayor fuerza numérica de Colombia, hablan en contra de un pulso por los gastos militares. «La preparación de las Fuerzas Armadas colombianas es mayor, así como su capacidad de combate, su experiencia y su entrenamiento», cree Phil Gunson.
Sin efectos de la crisis ucraniana
Y pese a la grandilocuencia de Maduro, tampoco parece plausible que la crisis geopolítica por Ucrania lleve al aumento de la infraestructura rusa en Venezuela, un país castigado por una severa crisis económica e interesado en que se eliminen las sanciones impulsadas por Washington. «Yo creo que Maduro no tiene interés en aumentar la tensión con Estados Unidos en este momento», señala Gunson, el experto de Crisis Group.
Serbin Pont, el director de CRIES, tampoco ve ahora una mayor presencia militar de Rusia en Sudamérica, más allá de la previsible por la llegada los técnicos e instructores que prestan servicio en territorio venezolano. «La presencia se explica, en primera instancia, porque estas grandes compras de armamento ruso son acompañadas del soporte técnico por el proveedor», dice. «Es normal que, con cualquier proveedor de armas, se firmen contratos para la manutención del equipo», valora.
Más improbable considera Pont, como Gunson, un mayor despliegue de infraestructura e incluso de tropas rusas en Venezuela: «Yo no creo que vayamos a ver una instancia mucho más profunda de cooperación, sobre todo vinculada con el conflicto de Ucrania».