Para Rafael Ramírez
Los resultados de las elecciones regionales y municipales del 2021 en Venezuela marcan un deslinde evidente de la estrategia del “cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres” recuperando el espacio protagónico la “ruta electoral, pacífica y democrática” como estrategia de cambio político en una nación que por más de veinte años ha transitado ambas rutas dejando como resultado una enorme crisis compleja para un Sociedad y un Estado que han dejado de serlo y en donde la mayoría de sus integrantes (pueblo) son los grandes perdedores.
El debate sobre la imposición o no de un modelo político autoritario enmarcado dentro del juego geopolítico internacional es válido y pertinente pero impreciso al dejar por fuera la responsabilidad directa de la sociedad venezolana como un todo, en especial su élite en la capacidad que ésta tiene de resolver los problemas usando la fórmula del Bien Común que no es más que “el todo superior a la parte” o “el interés colectivo sobre el particular”.
Cuando se decide transitar la peligrosa ruta de la confrontación como medio de solución de los conflictos, es fácil precisar cuándo comienzan los eventos pero difícil predecir cuando estos terminan, la confrontación es la guerra, un terreno plagado de incertidumbres, oscuridad, destrucción y muerte en donde hay un vencedor circunstancial que tarde o temprano le llegará su hora para terminar derrotado con las mismas armas que empleó en su triunfo ( “…Jesús le dijo: «Guarda tu espada, porque el que a hierro mata a hierro muere.” Evangelio de San Mateo. Capítulo 25, versículos 51-52).
A pesar de que falta mucho camino por recorrer y sobre todo por reconstruir, es motivo para celebrar la recuperación de la ruta electoral, democrática y pacífica, ahora es el turno de los relevos generacionales que ganaron espacios políticos regionales y municipales, ejercer un liderazgo sin identificación partidista pero sí con responsabilidad social inclusiva, tolerante, pacífica, diligente, honesta y democrática basada en el Bien Común, es un deber conquistar nuevamente a la gente y lograr una conexión espiritual de unidad para abrir nuevamente las puertas de la esperanza a una nación maravillosa con gente hermosa que clama progreso y bienestar.
El camino de la Paz democrática es lento, pero garantiza un futuro de bienestar colectivo, salirse nuevamente de él implica retrocesos imperdonables, en especial para los que más sufren (los pobres), es por ello por lo que esta apuesta, aunque parezca una utopía es la mejor solución. Son tiempos plagados de extremismos, populismos, autoritarismos y fanatismos peligrosos creados deliberadamente para sacar provecho de ellos, la sociedad venezolana debe emanciparse y alejarse de la agenda peligrosa de la intolerancia y la violencia, de no hacerlo seguiremos condenados a la destrucción.
@lombardijose