Antes de compartir mi opinión sobre la estrategia de la oposición de no participar en algunas elecciones en el periodo que data desde diciembre de 1998 hasta las pasadas elecciones de noviembre del 2021, debo reconocer que he sido un abstencionista profesional, creo que he participado en la mitad de las oportunidades que he tenido de ir votar desde que cumplí la mayoría de edad para estos efectos, hoy acepto que he estado singularmente equivocado. Extrapolando al campo social la Tercera Ley de Newton o Principio de Acción y Reacción, la cual establece que cuando dos partículas interactúan, la fuerza que ejerce una partícula sobre la otra, es contrarrestada por una fuerza igual, pero en la dirección opuesta, llegamos entonces a la conclusión que todas nuestras acciones tienen sus reacciones, y podríamos pensar que para evitar las reacciones o consecuencias, algunas veces deberíamos quedarnos quietos o inertes, sin embargo, el quedarse inactivo también tiene sus consecuencias, algunas veces positivas y otras negativas. En este orden de ideas, las decisiones de nuestra oposición de no participar en ciertos procesos electorales, ha tenido sus consecuencias, para algunos positivas y para otros negativas.
Por el carácter relativo y sensible de este tema, donde reconozco no poseer una mínima dosis de verdad absoluta, lo voy a abordar con una serie de interrogantes a los efectos de reflexión que pueda ser útil para futuras decisiones en la materia. La primera interrogante: ¿Qué ganamos cuando no participamos en las elecciones del 2006 para la Asamblea Nacional? Posiblemente algunos beneficios se lograron, pero a la postre, dejamos que el Poder Legislativo quedara totalmente en manos del partido de gobierno, trabajando en plena armonía y supeditado al Poder Ejecutivo, redactando y modificando leyes a sus anchas. Posiblemente los partidos de oposición no hubiesen sido mayoría, entre otras cosas, porque el liderazgo del Presidente de entonces era fuerte, pero el contrapeso parlamentario hubiese hecho más difícil el camino al absolutismo y beneficiado a la democracia.
Otro momento crítico fue, con las elecciones presidenciales adelantadas en el 2018, en este caso hay que reconocer que habían algunas razones para no participar, debido a procesos administrativos y penales en contra de la mayoría de los potenciales candidatos presidenciales de la oposición y la ilegalización de algunos partidos políticos. Sin embargo, a pesar de las circunstancias una oposición estratégicamente compacta, para ese momento histórico, con un candidato, aunque sea un “outsider”, hubiese derrotado al actual Presidente. Por ejemplo, en mi caso, la razón por la cual no participe, fue que no tuve por quién votar.
Un tercer momento no menos critico, fueron las elecciones parlamentarias del 2020, donde también habían razones para no participar, inclusive, en ese entonces varios entes internacionales del mundo democrático nos apoyaron en la decisión de no participar por lo viciado e injusto del proceso y carente de garantías. Finalmente, las elecciones se caracterizaron por un importante ausentismo a nivel nacional, con una participación oficial de alrededor del 30 por ciento, algo así como 43 puntos porcentuales menos que la participación de las parlamentarias del 2015. Sin embargo, de acuerdo con cifras de la oposición, la participación fue todavía menor, de apenas un 16 por ciento. Estas elecciones parlamentarias junto con la presidencial del 2018 tuvieron la abstención más alta en la historia en el periodo democrático del país. Los que no participamos los hicimos por una ausencia de candidatura, la cual está íntimamente relacionada con la falta de liderazgo, y este es consecuencia de ciertas y determinadas creencias y pasiones anidadas en el fuero interno del ego de muchos de nuestros dirigentes políticos. Creo que una masiva participación hubiese cambiado el curso de los acontecimientos.
Noviembre del 2021 y enero del 2022, una vez más se demostró la falta de asertividad de algunos de nuestros dirigentes políticos, ¿Qué hubiese pasado en todo el país, de haber ocurrido el fenómeno de los estados Zulia y Barinas, donde la mayoría fuimos a votar para liberar, en primera instancia, nuestros estados? Sin lugar a dudas, el mapa político de Venezuela se hubiese pintado totalmente de azul. Lo cual da lugar a otras dos interrogantes: ¿Cómo hubiese quedado la interrelación de fuerzas entre el régimen y la oposición? y ¿Cómo hubiese sido el impacto en la percepción internacional respecto a la situación del país?
Finalmente, esperemos dos eventos en los próximos meses; en primer lugar, una impecable gestión de los gobernadores democráticos, a pesar de las adversidades, para así fortalecer la imagen de la oposición ante la opinión pública, y en segundo lugar, no menos importante, se mantenga y fortalezca el acuerdo estratégico del pasado 5 de enero entre los partidos políticos que hacen vida en la Asamblea Nacional del 2015, lo cual es un factor clave de éxito para las futuras acciones encaminadas a alentar y motivar a la gente en torno al plan de emancipación nacional.
Alberto Barboza
Coach Gerencial en liderazgo, planificación y productividad
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