Desde el primer momento que el Consejo Nacional Electoral (CNE) convocó las elecciones regionales y municipales del pasado 21 de noviembre, manifesté que tales comicios no podían entenderse como un fin en si mismo, sino como un medio para alcanzar objetivos superiores que coadyuven con el rescate de la libertad y la democracia en el país. Tanto el comportamiento de la oposición antes y durante la campaña electoral, como los nefastos resultados obtenidos, con excepción del Zulia, evidencian que no aprendimos la lección y desaprovechamos nuevamente una oportunidad de oro.
Las elecciones del 21N, a pesar de las opiniones radicales que las descalifican, pudieron haber sido un ejercicio efectivo para repotenciar a la oposición, logrando unidad estratégica con visión de mediano y largo plazo, organización, conexión con los ciudadanos y convertirse en referente político para canalizar las angustias y frustraciones de los venezolanos ante la descomunal tragedia que estamos viviendo. Estas acciones son fundamentales para rescatar la confianza y la credibilidad en la dirigencia opositora, preparar el terreno electoral presidencial y consolidar la legitimidad de la lucha por el cambio político en Venezuela.
No tenemos tiempo para buscar culpables externos; los verdaderos responsables están adentro. Toda la dirigencia opositora tiene que reflexionar serenamente, con vocación de grandeza y desprendimiento, para corregir los errores cometidos y avanzar unidos por el camino que nos lleve a la libertad del país.
Porque en esta oportunidad, frente al clamor nacional de construir una plataforma unitaria, la dirigencia opositora decidió no escuchar y dar riendas sueltas a los egos que envalentonan la inmadurez y la mezquindad, generando el virus de la división que tanto daño nos sigue haciendo. Hoy por hoy, puedo afirmar, con absoluta responsabilidad, que el principal obstáculo para iniciar la transición no es el régimen, sino la falta de compromiso y de inteligencia de la oposición que no termina de asumir su papel histórico en esta hora colmada de dificultades. Por amor a Venezuela, dejen a un lado los egos enfermizos, los caprichos, las agendas ocultas y los intereses personales; hagan un mea culpa, den un paso al frente en unidad y empecemos de nuevo la lucha, porque ustedes siguen sin pagar la deuda de la unidad que le deben al pueblo venezolano.
El 21 N nos dejó, según mi opinión, dos lecciones importantes; la primera, perdimos una extraordinaria oportunidad de ganar espacios, fortalecer a la oposición y tomar el control de la agenda política del país, sumando más capacidades electorales y de negociación; la segunda proyecta que cuando nos unimos logramos victorias contundentes, como la de Manuel Rosales en el Zulia. Los resultados son una muestra irrefutable que cuando vamos unidos podemos sortear duros obstáculos para obtener la victoria. El Zulia es hoy la referencia electoral de la oposición venezolana; y, desde este mismo momento, empezamos a construir en unidad, con las fuerzas políticas y la sociedad civil, la referencia política del país para salir de esta pesadilla que lleva más de veinte años martirizándonos.
Como lo hicimos en el Zulia, vamos a empezar a pagar la deuda de Unidad que la oposición contrajo con Venezuela. No podemos perder el tiempo, porque no tenemos tiempo que perder.
Efraín Rincón Marroquín (@efrainrinconm)
Consultor y Analista Político